La soledad de la casa de los 'supers¨®nicos'
La vivienda de estilo moderno encargada por el constructor Jes¨²s Huarte en Puerta de Hierro lleva a?os en ventaLa Casa Huarte, paradigma de la vivienda moderna, no encuentra comprador
"?Quieres una casa para salir en las revistas o para vivir t¨²?". La primera pregunta de los arquitectos Corrales y Molez¨²n a su cliente obtuvo la respuesta deseada. Jes¨²s Huarte quer¨ªa una casa para su familia y los dem¨¢s le tra¨ªan al pairo. Su esposa s¨®lo puso una condici¨®n: "Como buena andaluza, pidi¨® que tuviese patio y chorrillos", cuenta su hija Adriana activando la discreta fuente del jard¨ªn (del escultor Palazuelo).
Con la complicidad del cliente y en total libertad, el estudio Corrales Molez¨²n proyect¨® en Puerta de Hierro una de las viviendas m¨¢s emblem¨¢ticas de la modernidad espa?ola. Est¨¢ en todos los tratados de arquitectura. Y, por cinco millones, puede ser suya.
Su anuncio es el ¨²nico del portal www.idealista.com que menciona a Mies van der Rohe y a Alvar Aalto ("su inspiraci¨®n"). Donde otros destacan "nueva construcci¨®n" o "calidades de lujo", el aviso de la Casa Huarte sentencia: "Nada ostentosa". "Era la casa de los Supers¨®nicos", dicen en una inmobiliaria que lleva a?os intentando venderla.
"El problema es que en Espa?a tener dinero no significa tener buen gusto; la gente dispuesta a gastarse cinco millones quiere jacuzzi en cada habitaci¨®n, columnas y dorados, que se note lo que tienen", dice la agente inmobiliaria Pilar Hortelano (www.tailoredpropertyservices.com) que lleva varios a?os intentando vender la casa.
Este chal¨¦ se niega a aparentar nada. Es una vivienda hacia dentro, introvertida, modesta. Los arquitectos la enterraron levemente, rode¨¢ndola de un jard¨ªn escalonado. El resultado: los vecinos desaparecen sin necesidad de tapias. La sensaci¨®n de recogimiento no es nada claus-trof¨®bica. Hay intimidad sin amurallamiento. La casa es todo lo contrario a un b¨²nker; di¨¢fana y luminosa se abraza a la piscina y a los patios.
"Vivir aqu¨ª fue maravilloso", recuerda Jes¨²s Huarte, que lo hizo con su primera mujer y sus cuatro hijos durante m¨¢s de 15 a?os. "La intimidad, el clima... todo el d¨ªa ten¨ªamos las puertas abiertas, no hac¨ªa falta el aire acondicionado, regabas el patio con la manga, y ya estabas fresco". Su hija Adriana, que se mud¨® a los 12 a?os, recuerda sobre todo "el solecito y el silencio" de su infancia. "Era una casa divertida, f¨¢cil de vivir". Oy¨¦ndolos uno casi ve a los ni?os corriendo por los pasillos blancos y escucha las juergas flamencas que se corr¨ªan bajo el mural de la chimenea (de Lucio Mu?oz).
Es extra?o pasear por esta casa vac¨ªa. El lugar pide gente; est¨¢ hecho para ser vivido. Cada detalle tiene una funci¨®n: los radiadores empotrados no molestan; la tabla de planchar, dise?ada por los arquitectos, permite organizar la colada de seis personas; en todo el per¨ªmetro una galer¨ªa subterr¨¢nea esconde las tuber¨ªas y la instalaci¨®n el¨¦ctrica (en caso de aver¨ªa no hace falta romper el suelo o las paredes). La calefacci¨®n es por suelos radiantes y hay una aspiradora centralizada (en cada habitaci¨®n un agujero en la pared permite enchufar un tubo para aspirar sin m¨¢quina). "Imag¨ªnate lo moderno que era esto en los sesenta... ?La casa de Los Supers¨®nicos!", bromea Hortelano. Adem¨¢s de funcional, la casa es muy org¨¢nica. La planta el¨¢stica del edificio se puede modular seg¨²n las necesidades gracias a grandes puertas correderas. Los tres patios (el social que da al sal¨®n; el familiar, al cuarto de juegos, y el privado, a los dormitorios) marcan un ritmo casi musical a la construcci¨®n, la arquitectura es una cadencia de intervalos y equilibrios marcada por la luz natural y la visi¨®n constante del jard¨ªn.
Los suelos de gres y las carpinter¨ªas de cedro se niegan a darse importancia. A pesar de ser una casa enorme (unos mil metros cuadrados), resulta acogedora.
Donde se mire, las soluciones son bellas, y, sobre todo, sensatas y minimalistas. Esta modestia innata la hace dif¨ªcil de vender. "La gente no ve m¨¢rmol ni l¨¢mparas de ara?a y les parece poco", dice Huarte (a quien una pareja filipina de empleados del hogar le rechaz¨® una oferta de empleo porque la casa no ten¨ªa la suficiente alcurnia para su curr¨ªculo).
"Necesitamos un comprador que la entienda", dice la agente inmobiliaria. "Esto es como comprar un picasso". "Hay muy poca gente que da importancia a la arquitectura", se lamenta Huarte, cuya familia, una de las m¨¢s activas en el mecenazgo art¨ªstico, financi¨® obras tan radicales como Torres Blancas. "El problema de la sociedad opulenta madrile?a es que vas a La Moraleja y todo es Palladio", dice, refiri¨¦ndose al arquitecto de las villas neocl¨¢sicas.
Lo mejor, concluyen ambos, es que la Casa Huarte fuese adquirida por una fundaci¨®n o una instituci¨®n p¨²blica y convertida en museo. "El Gobierno de cualquier otro pa¨ªs ya la habr¨ªa comprado", suspira Hortelano. "Si estuvi¨¦semos en Suecia...".
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