Sopa de ajo iran¨ª
Hillary Clinton ha descubierto la sopa de ajo: Ir¨¢n marcha hacia la dictadura militar. Seg¨²n la secretaria de Estado, el poder se est¨¢ desplazando en detrimento de los ayatol¨¢s, empujados por la Guardia Revolucionaria, hasta el punto de que ha hecho un llamamiento a "los l¨ªderes religiosos y pol¨ªticos para que recuperen la autoridad que deben ejercer en beneficio del pueblo". Todo suena bastante raro. Ir¨¢n es una dictadura, en la que la disidencia se paga con la c¨¢rcel o la ejecuci¨®n. Se convirti¨®, adem¨¢s, en una dictadura militar, sobre todo despu¨¦s de la larga guerra con Irak (1980-1988), que signific¨® la promoci¨®n de una entera casta guerrera, convertida en la almendra decisiva en todos los ¨®rdenes de la sociedad jomeinista, en la misma l¨ªnea en que lo han sido los partidos comunistas en los reg¨ªmenes socialistas. ?A qu¨¦ viene entonces esta s¨²bita denuncia del peligro de una dictadura donde no hab¨ªa ni m¨¢s ni menos que una dictadura, militar por supuesto?
El cerco diplom¨¢tico sobre Teher¨¢n busca ahora el cambio de r¨¦gimen
Clinton no es una profesora de ciencia pol¨ªtica. Tal como ha se?alado un editorial de Le Monde, "no estaba realizando un ejercicio acad¨¦mico de tipolog¨ªa de los reg¨ªmenes pol¨ªticos". El general David Petraeus, que tiene a su cargo toda la regi¨®n donde se halla Ir¨¢n, ha se?alado estos mismos d¨ªas que el pa¨ªs persa est¨¢ evolucionando de una teocracia a una cleptocracia, del gobierno de los te¨®logos al gobierno de los ladrones. Los ladrones son los Guardianes de la Revoluci¨®n, naturalmente, la casta privilegiada, compuesta por unos 125.000 hombres, cuyos generales constituyen la burgues¨ªa del r¨¦gimen, pues tienen en sus manos desde los resortes econ¨®micos hasta el programa de enriquecimiento nuclear que ha disparado todas las alarmas internacionales y, sobre todo, de los pa¨ªses vecinos.
El ensayista iran¨ª exiliado Amir Taheri ha recordado a este prop¨®sito el esquema cl¨¢sico del califato: primero alcanza el poder, por una legitimidad que se supone divina, el descendiente o representante del Profeta; y al final queda en manos de los mamelucos, mercenarios detentadores del gobierno efectivo a trav¨¦s de las armas, que sacan provecho material de sus privilegios (La emergente dictadura militar iran¨ª, en The Wall Street Journal, 17 de febrero).
Es evidente que el r¨¦gimen se halla en un momento de cambio, una involuci¨®n o endurecimiento frente al movimiento de protesta que suscit¨® el enorme fraude electoral organizado en las elecciones de junio pasado. Lo que m¨¢s sorprende es la resistencia admirable de la oposici¨®n, que no ha amainado todav¨ªa a pesar de la dur¨ªsima represi¨®n que est¨¢ cayendo sobre ella. Una de las claves de todo este asunto es que la zarpa represiva se abate tambi¨¦n sobre dirigentes que han ido tomando distancia del r¨¦gimen y puede golpear incluso a familiares de Jomeini. Nada de lo que sucede es desconocido para quienes se han dedicado a observar todo tipo de dictaduras: no olvidemos la met¨¢fora, acu?ada durante el Terror, en plena Revoluci¨®n Francesa, sobre Saturno que devora a sus hijos.
Barack Obama ha empezado seriamente su ofensiva iran¨ª. Pero no abandonar¨¢ su mano tendida y despreciada por Ahmadineyad. Aunque nunca se excluye del todo, la respuesta militar no est¨¢ en el horizonte como sucedi¨® con Bush, que impuso como condici¨®n previa para cualquier conversaci¨®n la paralizaci¨®n del programa de enriquecimiento de uranio. La actual ofensiva es sobre todo diplom¨¢tica: se trata de construir una amplia pol¨ªtica de alianzas que a¨ªsle al r¨¦gimen en la regi¨®n y permita aprobar una cuarta ronda de sanciones en Naciones Unidas. Se trata, adem¨¢s, de dirigirla al mismo interior de la sociedad iran¨ª, de forma que las sanciones no perjudiquen al conjunto de la poblaci¨®n y arrinconen a Ahmadineyad. Para ello, nada m¨¢s eficaz que se?alar a quienes son los aut¨¦nticos enemigos a abatir, los Guardianes de la Revoluci¨®n, y favorecer en cambio a los reformistas. En Ir¨¢n, como en Espa?a hace 40 a?os, hay una dictadura con ultras y con evolucionistas. Por eso quienes quieren derrocar la dictadura se?alan el peligro redundante de que Ir¨¢n caiga en una dictadura.
Bush no descartaba atacar a Ir¨¢n. Su mal ejemplo con Irak, atacado con la excusa de las armas de destrucci¨®n masiva sin tenerlas, condujo a acelerar el programa de armas de destrucci¨®n masiva por parte de Ir¨¢n para no ser atacado. Obama quiso dialogar y persuadir a Ir¨¢n de que entrara en la cooperaci¨®n internacional, obteniendo la respuesta que se ha visto: nada de conversaciones y nuevos desaf¨ªos sobre el programa nuclear. Por eso, la noticia ahora es que Washington ha optado directamente por favorecer el cambio de r¨¦gimen.
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