1 de marzo
El lunes 1 de marzo se conoc¨ªan dos noticias relacionadas con ETA: la sentencia de un tribunal de Belfast aceptando en primera instancia la extradici¨®n de I?aki de Juana Chaos, solicitada por Espa?a; y el auto de la Audiencia Nacional en que se acusa al Gobierno de Hugo Ch¨¢vez de haber facilitado los contactos entre las FARC y ETA. ?Hay alguna relaci¨®n entre ambas noticias? Ninguna, excepto el detalle de que la direcci¨®n que De Juana dio como su residencia cuando se instal¨® en Irlanda, en septiembre de 2008, era el domicilio de James W. Monaghan, uno de los tres activistas del IRA detenidos en Colombia en 2001 y acusados de haber impartido un cursillo sobre explosivos a miembros de las FARC.
No hay razones para modificar la estrategia que ha obligado a Batasuna a cambiar de lenguaje
El mismo d¨ªa 1 se conoc¨ªa la identidad del tercer etarra detenido en Normand¨ªa junto a Ibon Gogeaskoetxea, supuesto jefe de la banda, y Be?at Aginagalde, al que se relaciona con dos de sus ¨²ltimos asesinatos. Se trata de un veterano recientemente regresado de Venezuela, donde ha pasado 26 a?os. Con esas tres, son 32 las detenciones de miembros de ETA realizadas en los dos primeros meses de a?o.
?Existe alguna relaci¨®n entre el obvio declive de ETA que ese dato refleja y las conclusiones ahora conocidas del debate en la izquierda abertzale? El papel aprobado contiene escasas novedades, pero las pocas que hay, al menos de lenguaje, cobran cierta significaci¨®n por el contexto en que se inscriben: cuando han aflorado las contradicciones entre los intereses de ETA y los de su brazo pol¨ªtico; y cuando las detenciones han puesto de relieve a la vez las intenciones de ETA de seguir, caiga quien caiga, aunque sean los planes de Otegi, y su debilidad organizativa para resistir la presi¨®n policial y judicial.
Un efecto de la ilegalizaci¨®n de Batasuna (y de su confirmaci¨®n por Estrasburgo) fue que plante¨® la incompatibilidad entre la continuidad de la violencia y la de la izquierda abertzale, expulsada de las instituciones. Esa incompatibilidad ya exist¨ªa cuando se inici¨® el proceso de paz, pero no se verific¨® uno de los presupuestos del mismo: que Batasuna se resistir¨ªa a avalar su ruptura, si ETA volv¨ªa a matar. La eficacia policial y la perseverancia judicial han hecho que emerja ahora.
La resoluci¨®n de Batasuna dista de ser rupturista. Comienza por rendir un homenaje a ETA, sin nombrarla, por haber librado a Euskal Herria del riesgo de desaparici¨®n en que se encontraba "hace 50 a?os". Pero el texto contiene peque?as audacias con las que sus autores esperan convencer de que hay algo nuevo, como la afirmaci¨®n de que "s¨®lo a nosotros" (o sea, no a ETA) corresponde establecer la nueva estrategia; o la de que hoy "es posible llevar la confrontaci¨®n al terreno en que los Estados son m¨¢s d¨¦biles: el de la pol¨ªtica". Son expresiones que, unidas a la apelaci¨®n a la "lucha de masas", recuerdan a las de las primeras escisiones de ETA en ruptura con la violencia. El problema es que todo ello se plantea para hacer posible "un proceso democr¨¢tico que tenga como base una negociaci¨®n" que ponga fin al "conflicto pol¨ªtico". Lo cual es m¨¢s o menos lo de siempre: mientras se negocia su propuesta (que es la de Loiola en 2006: una autonom¨ªa que incluya a Navarra y con derecho de autodeterminaci¨®n) no habr¨¢ atentados. O sea, una tregua con negociaci¨®n pol¨ªtica.
Pero ¨¦se es un camino que ETA cerr¨® en la T-4, por lo que la mayor¨ªa de los observadores no ven nada nuevo; sin embargo, tanto el nacionalista Egibar como el socialista Eguiguren perciben novedades, de las que el primero concluye que la izquierda abertzale desea sinceramente el fin de ETA. Si as¨ª fuera, es Rubalcaba quien trabaja para que ese deseo se cumpla, no los autores de la resoluci¨®n, que se limitan a esquivar el tema. Por tanto, mientras ETA no anuncie su retirada definitiva, no hay motivo para modificar la actual estrategia antiterrorista.
La actuaci¨®n judicial tambi¨¦n est¨¢ en general a la altura, aunque la ¨²ltima condena de Otegi (dos a?os de prisi¨®n y 16 de inhabilitaci¨®n por enaltecimiento del terrorismo), conocida el martes, plantea dudas. Por su dureza, el m¨¢ximo previsto para ese delito, y por su fundamentaci¨®n, que incluye unas confusas consideraciones sobre Nelson Mandela. No es cierto que el l¨ªder surafricano nunca practicase la lucha armada. Lo "estramb¨®tico" del discurso de Otegi no es eso, sino comparar la situaci¨®n de Sur¨¢frica en los a?os 60 con la de Euskadi en periodo constituyente, o hablar de apartheid en relaci¨®n a la ilegalizaci¨®n del brazo pol¨ªtico de ETA. La juez ya se sali¨® de su papel en el juicio con comentarios personales bastante inapropiados.
El 1 de marzo tambi¨¦n se cumpl¨ªa un a?o de las elecciones que cambiaron el signo del Gobierno vasco. Hasta hace poco, los nacionalistas consideraban que la persistencia de la violencia era un s¨ªntoma de la gravedad del conflicto pol¨ªtico; ahora m¨¢s bien consideran a ETA un lastre del que desprenderse cuanto antes. Pero hace unos d¨ªas, en una comparecencia parlamentaria del nuevo director general de la Televisi¨®n Vasca, el portavoz del PNV le interpel¨® acus¨¢ndole de haber llegado a ETB con el fin de "ocultar la existencia de un conflicto pol¨ªtico". (EL PA?S, 11-2-2010). Extraordinaria acusaci¨®n que, le¨ªda desde el otro lado, explica el medio ambiente en que la izquierda abertzale ligada a ETA ha venido reproduci¨¦ndose hasta ahora.
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