?Qui¨¦nes son los mercados?
Los mercados, esos entes abstractos y sin alma que mueven la econom¨ªa del mundo y la arruinan en 24 horas, son j¨®venes treinta?eros con caras afeitadas, semianalfabetos culturales, camisas de dos colores y mocasines caros, enfebrecidos por la codicia de ganar mucho dinero en muy poco tiempo. La descripci¨®n que de ellos se hace en la pel¨ªcula de Oliver Stone Wall Street, no por t¨®pica es incierta. Cuando se estrena la cinta, en 1987, la Bolsa de Nueva York sufr¨ªa un espectacular crash a c¨¢mara lenta, que en alg¨²n momento rememor¨® lo ocurrido en 1929.
Casi un cuarto de siglo despu¨¦s, la Gran Recesi¨®n que ha expulsado a decenas de millones de personas de sus trabajos, reducido la capacidad adquisitiva de la mayor¨ªa, devuelto a la pobreza a mucha gente y disminuido el bienestar de casi todos, necesita su literatura, su cine y su creaci¨®n cultural. Uno de los ensayos m¨¢s contundentes sobre la misma (Esta vez es diferente. Ocho siglos de crisis financiera), de los economistas Kenneth Rogoff y Carmen Reinhard, hace la analog¨ªa (semejanzas y diferencias) con la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta del siglo pasado. Entonces, primero fue el reportaje y la novela, y luego las pel¨ªculas basadas en ellas: Los vagabundos de la cosecha, siete reportajes que John Steinbeck escribi¨® en 1936 para el San Francisco News, poco antes de que llegase a Espa?a para participar en la Guerra Civil, y que es el antecedente de Las uvas de la ira, que relata la di¨¢spora de los agricultores norteamericanos a trav¨¦s de la Ruta 66, que cruza EE UU de costa a costa, en busca de su futuro, y que luego devino en pel¨ªcula hom¨®nima dirigida por John Ford. Tambi¨¦n La fuerza bruta, del director Lewis Milestone, basada en la novela De ratones y hombres, de Steinbeck, el gran trovador de la Depresi¨®n. O casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, el marat¨®n firmado por Sydney Pollack en ?Danzad, danzad, malditos!; c¨®mo olvidar los rostros cansados de quienes bailan sin cesar en un local cerrado de la California de los treinta, adonde llega mucha gente con la intenci¨®n de mejorar sus condiciones de vida y en la que las parejas se confinan durante d¨ªas hasta el derrumbe f¨ªsico, con el objeto de ganar el premio.
La Gran Recesi¨®n apenas ha visto comenzar su propia industria cultural. En la vanguardia, los centenares de ensayos publicados sobre la misma, y los numerosos documentales estrenados. Ahora comienza a llegar la ficci¨®n y pronto, sin duda, el teatro, el cine y las artes pl¨¢sticas. Pero todav¨ªa apenas hay distancia para saber lo que ha pasado y c¨®mo afectar¨¢ a una generaci¨®n, categor¨ªas necesarias para crear con el contexto suficiente.
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