Conectados. La era de las redes sociales
Eva encontr¨® el pasado diciembre en su Facebook un mensaje de un tal David que se apellidaba Ojea, como ella. La invitaba a unirse a un grupo donde se buscaba el rastro del apellido familiar. En ese instante reconoci¨® a su primo, con el que perdi¨® el contacto a los cuatro a?os, tras el divorcio de sus padres. Desde entonces, y hasta el momento en el que la nota apareci¨® en su ordenador, no hab¨ªa vuelto a saber nada de su familia paterna. De hecho, supo de la muerte de su padre a trav¨¦s de otro mensaje por Internet de David.
Nunca estuvimos tan conectados a los dem¨¢s como en este momento de la historia. Fr¨¢giles, pero extensos, los v¨ªnculos que nos unen a los dem¨¢s se han multiplicado gracias al nacimiento de una tecnolog¨ªa, las p¨¢ginas de redes sociales, que ha abierto posibilidades impensables hace a?os. Por ejemplo, que los treinta?eros Eva y David (una desde Madrid y el otro desde Galicia) saltaran un muro formado por d¨¦cadas de secretos familiares para encontrarse.
?Cu¨¢ntos 'amigos' podemos tener sin volvernos locos? 150
Oabama gan¨® las elecciones en parte gracias a Internet, como Kennedy us¨® en 1960 la televisi¨®n
?Siempre hemos formado redes. Pero con la tecnolog¨ªa se han desarrollado m¨¢s
Espa?a es el segundo pa¨ªs que m¨¢s usa las redes, tras Brasil
"La privacidad ya no es una norma social", lleg¨® a afirmar el fundador de Facebook, Marck Zuckerberg
Historias como la de los dos primos ocurren continuamente a uno (amigos), dos (amigos de amigos) o tres grados de separaci¨®n (amigos de amigos de amigos). Aunque parezca mentira, ni siquiera estamos lejos de Angelina Jolie, George Clooney o cualquier otra persona del mundo. Como mucho te separan un pu?ado de amigos o conocidos, dice la famosa teor¨ªa de los seis grados de separaci¨®n.
El ¨¦xito de las redes sociales ha sido fulminante. Los expertos no encuentran ning¨²n otro producto que haya recibido una acogida tan veloz y masiva. Tuenti y Twitter nacieron hace s¨®lo cuatro a?os; Facebook, seis, y la pionera MySpace hace siete. Hoy, 940 millones de personas las componen en todo el mundo. Las hay globales y locales, elitistas o populares, orientadas al empleo o al ligue, f¨¢ciles y dif¨ªciles de utilizar, para j¨®venes y mayores. Pero todas tienen en com¨²n que est¨¢n formadas alrededor de las personas, dejando ver las l¨ªneas invisibles que son las relaciones que nos unen. Como una inmensa colmena humana en la que se puede revolotear de una celda a otra.
Facebook es la reina, la red social m¨¢s popular del planeta. La utilizan 400 millones de personas, y si sus miembros formaran la poblaci¨®n de un pa¨ªs, se tratar¨ªa del tercero m¨¢s habitado del mundo, s¨®lo superado por China e India. En Espa?a ha pasado en un a?o de cuatro millones de usuarios activos a m¨¢s de ocho. En ciertos c¨ªrculos y edades es dif¨ªcil encontrar a alguien que se mantenga ajeno. A pesar de haberse convertido en el gran directorio de los seres humanos, es a la vez algo tan sencillo como una p¨¢gina web en la que todo el mundo puede participar a cambio de dar su nombre real y a?adir a sus conocidos. Una vez dentro, uno cuelga textos, fotos o enlaces, juega a juegos, declara en p¨²blico que es fan de algo o (mucho mejor) ve qu¨¦ han hecho los dem¨¢s.
Aunque el t¨¦rmino "red social" ya casi s¨®lo se utiliza para las p¨¢ginas de Internet tipo Facebook, la expresi¨®n posee un sentido mucho m¨¢s amplio. Lo es, por ejemplo, una tribu del Amazonas o un grupo de vecinos que se turna para cuidar a los ni?os. En los ¨²ltimos tiempos luchan por comprender el complejo funcionamiento de las redes matem¨¢ticos, f¨ªsicos, bi¨®logos, genetistas o investigadores sociales. Al ¨²ltimo grupo pertenece el cient¨ªfico norteamericano James Fowler , que junto a Nicholas A. Christakis analiz¨® en 2007 millones de datos m¨¦dicos de los habitantes de la peque?a poblaci¨®n de Framingham, en Massachusetts (Estados Unidos). Al hacerlo se encontraron con varias sorpresas. Por ejemplo, que los comportamientos se pueden "contagiar" no s¨®lo entre conocidos, sino tambi¨¦n entre personas que jam¨¢s se han visto y que est¨¢n separadas hasta por tres grados. "Es m¨¢s probable que algunos amigos, amigos de los amigos y amigos de los amigos de los amigos del obeso medio tambi¨¦n sean m¨¢s obesos de lo que cabr¨ªa esperar atendiendo ¨²nicamente a las leyes del azar", escriben los investigadores en su libro Conectados, reci¨¦n publicado por Taurus. No s¨®lo se trata del peso. Dejar de fumar o encontrar pareja tambi¨¦n depende en parte de nuestra red social.
Podemos entender que si nuestro mejor amigo engorda, nuestro riesgo de engordar se triplique. Pero es que si el amigo de nuestro mejor amigo al que jam¨¢s hemos visto lo hace, tambi¨¦n nos influye. Quedan a¨²n muchas inc¨®gnitas y todav¨ªa no se sabe exactamente c¨®mo funcionan estos mecanismos ni c¨®mo se contagian. Fowler explica desde California que la conciencia de formar parte de una red ha cambiado su vida cotidiana: "Ahora cuido m¨¢s mi salud porque s¨¦ que mis acciones influyen en mi hijo, el amigo de mi hijo y, tal vez, tambi¨¦n en la madre del amigo de mi hijo. Cuando una persona aprende el efecto total que tiene en la red social, ya no puede creerse una isla. Estamos conectados".
Las ancestrales relaciones humanas se han trasladado de alguna forma a Internet. A la eterna pregunta de cu¨¢ntos amigos es posible tener online sin volverse loco se suele responder que 150. El antrop¨®logo Robin Dunbar observ¨® en los a?os noventa que el tama?o del grupo con el que se relacionan los primates depende del tama?o de su cerebro. Los humanos, como monos con un cerebro muy grande, estar¨ªamos programados para relacionarnos con esa cantidad de individuos. Con 150 miembros en la tribu, todos se conocen entre s¨ª, se dedican tiempo y recuerdan las relaciones existentes entre los dem¨¢s. Si se supera ese n¨²mero comienzan los problemas de cohesi¨®n. Dunbar defiende que ni siquiera Facebook es capaz de ampliar una cifra para la que estamos programados.
Aunque nuestra experiencia cotidiana es otra. Cantantes, actores y deportistas de todo el mundo han puesto al l¨ªmite el n¨²mero de Dunbar. El actor Ashton Kutcher es seguido en Twitter por 4.700.000 personas. En Espa?a, a¨²n lejos de esas cifras, 190.000 leen los mensajes de David Bisbal. Algunos, como el m¨²sico Santiago Auser¨®n o el periodista Ignacio Escolar, han descubierto por s¨ª mismos que el tope de amigos permitido por Facebook es de 5.000. Un lugar donde m¨¢s de 400.000 fans agradecen a Andr¨¦s Iniesta que ¨¦l en persona actualice su p¨¢gina: si escribe "Gran partido y el pase a semis conseguido", recibe 2.800 comentarios y 13.000 seguidores dicen: "?Me gusta!". "?C¨®mo es posible que yo tenga m¨¢s de 100.000 fans?", se pregunta el divulgador cient¨ªfico Eduard Punset.
Detr¨¢s de cada uno de esos n¨²meros no hay un amigo ¨ªntimo. Pero s¨ª util¨ªsimos "lazos d¨¦biles", usando la terminolog¨ªa de las redes. Hace unos a?os conoc¨ªamos a alguien (o no) y punto. Hoy existe un mont¨®n de relaciones en el limbo, como la que mantenemos con una persona a la que leemos en Twitter y de la que podemos saber a qu¨¦ hora se ha despertado y qu¨¦ ha desayunado, pero que puede no sospechar de nuestra existencia. "Antes se formaba parte s¨®lo de tres redes sociales: la del lugar donde viv¨ªamos, la de la familia y la del trabajo, que se solapaban entre ellas. Hoy puedes estar en un mont¨®n de redes a la vez y, adem¨¢s, elegirlas t¨²", defiende el bi¨®logo y profesor universitario Juan Freire. Antes viv¨ªamos en un sitio y nos relacion¨¢bamos con la gente de ese lugar. Ahora, nuestro mundo se puede ampliar extraordinariamente, porque quiz¨¢ por las noches nos conectemos con personas de la otra punta del planeta con las que s¨®lo nos une una afici¨®n com¨²n.
"Siempre hemos formado redes. Pero con la tecnolog¨ªa se han desarrollado m¨¢s, se han eliminado barreras como las geogr¨¢ficas y podemos tener una mayor¨ªa de v¨ªnculos d¨¦biles que en conjunto pueden ser m¨¢s importantes. Por ejemplo, me pueden afectar m¨¢s en una decisi¨®n 200 peque?os amigos que una opini¨®n fuerte de un amigo", contin¨²a Freire. La acci¨®n de los lazos humanos es poderosa. ?Necesitas encontrar un buen colegio? ?Una pareja? Lo mejor es movilizar a los contactos. Si tenemos 100, y cada uno de ellos otros 100, encontrar lo deseado no es casualidad. Es como si se les hubiera preguntado a 10.000 personas. Siempre hemos utilizado el potencial de las redes de forma intuitiva. La tecnolog¨ªa s¨®lo ha acelerado el proceso para no tener que dec¨ªrselo uno a uno a todos nuestros conocidos.
En realidad, todas las tonter¨ªas que hacemos en las redes sociales de Internet tienen como objetivo mantener vivos los lazos. Al hacernos fan de Iniesta o de Punset, etiquetar las fotos de los amigos, responder a sus comentarios o unirnos al grupo "yo tambi¨¦n hac¨ªa notitas en clase" (que es exactamente lo que se suele hacer en Facebook) estamos recordando a los dem¨¢s que existimos. Freire cree que esos actos superfluos sirven de "pegamento social". "Hacemos lo mismo que en la vida cotidiana. Si me tomo un caf¨¦ o me doy un paseo tambi¨¦n es una p¨¦rdida de tiempo. Pero todas esas interacciones basura son las que luego te permiten obtener ayuda".
Los expertos tambi¨¦n han puesto nombre ("ambient awareness") a esa sensaci¨®n de estar acompa?ados por nuestra Red de Internet. De reojo y de forma inconsciente, sabemos qui¨¦nes est¨¢n con su lucecita verde conectados al chat. Nos imaginamos que un familiar est¨¢ feliz si se hace fan de algo divertido en Facebook. Sabemos que un contacto profesional est¨¢ de viaje o muy ocupado si desaparece de Twitter. Y as¨ª, casi sin querer, somos conscientes de un entorno de cientos de personas.
Uno de los usos m¨¢s pragm¨¢ticos de crear una compacta red a nuestro alrededor es el laboral. Para hacer networking pueden aprovecharse redes espec¨ªficas como LinkedIn o Xing (seg¨²n Adecco, visitadas por el 51% de los internautas espa?oles), pero tambi¨¦n cualquiera de las generalistas. "M¨¢s que las redes sociales, se trata de la red social que t¨² te montes, de que seas capaz de encontrar contactos interesantes", explica el coach de desarrollo profesional Alfonso Alc¨¢ntara. Para ¨¦l, las redes son un poco injustas cuando se trata de empleo. "Dan m¨¢s a los que tienen muchos recursos y casi nada a los que no tienen".
Espa?a se ha enamorado enseguida de las redes. Aunque lleg¨® tarde a Internet (se acaban de superar por primera vez los 25 millones de internautas) y se acarrean problemas hist¨®ricos en el acceso en zonas rurales, las conexiones desde el hogar y el precio de la banda ancha, sorprende saber que somos l¨ªderes en tecnolog¨ªas m¨®viles y en adopci¨®n de redes sociales. Las cifras asombran. Seg¨²n Nielsen, somos el segundo pa¨ªs del mundo que m¨¢s las utiliza (tras Brasil). De cada cuatro internautas espa?oles, tres las visitan. No s¨®lo caemos en ellas, sino que adem¨¢s les dedicamos mucho tiempo. En concreto, 5,3 horas al mes por persona, s¨®lo superados por Rusia, Brasil, Canad¨¢ y Puerto Rico, de acuerdo con la empresa de medici¨®n Comscore.
?A qu¨¦ se debe la fiebre espa?ola? Sebasti¨¢n Muriel, director general de Red.es y usuario intensivo "de todo lo que sale" en Internet, cree que encajan bien con nuestro car¨¢cter hipersociable. "Mi padre entendi¨® por fin la utilidad de Internet cuando pudo ver las fotos de sus nietos al momento en Flickr", explica. El otro factor que alimenta las cifras, dice, es demogr¨¢fico. Los usuarios de Internet en nuestro pa¨ªs son sobre todo los j¨®venes, precisamente la franja de edad m¨¢s aficionada a las redes.
Para estos espa?oles m¨¢s j¨®venes, Internet es sin¨®nimo de Tuenti. Sus millones de usuarios le dedican una buena parte de su tiempo libre. "Han llegado al 80% de los adolescentes en menos de dos a?os", expresa con asombro Adolfo S¨¢nchez Bur¨®n, psic¨®logo, vicerrector de Investigaci¨®n de la Universidad Camilo Jos¨¦ Cela y autor del estudio Los adolescentes en la red. "Sin nada de publicidad, s¨®lo con el boca a boca, a trav¨¦s de amigos y familiares", a?ade. Aun hoy, a Tuenti s¨®lo se puede acceder previa invitaci¨®n de un miembro, algo sencillo de conseguir siempre y cuando uno no se lo pida a su propio hijo."Todos los millones de usuarios que ahora est¨¢n en Tuenti son los descendientes de los primeros amigos que invitamos a la red. Eso hace que la plataforma sea real y mucho m¨¢s segura", afirma Zaryn Dentzel, el californiano de 27 a?os fundador de la compa?¨ªa. Est¨¢ convencido de que el gran empuj¨®n que tuvieron al principio de su nacimiento se debi¨® a "la solidez de las redes universitarias?. A Facebook, que naci¨® de y para los estudiantes de Harvard, le ocurri¨® lo mismo. Si tus amigos cercanos est¨¢n, tu tambi¨¦n acabar¨¢s estando.
Ahora, tuenti ha llegado incluso a los ni?os. Aunque en teor¨ªa las redes sociales en Espa?a s¨®lo pueden admitir a mayores de 14 a?os, en la m¨¢s popular del pa¨ªs abundan las clases enteras de docea?eros que dicen tener 14. En 1? de la ESO usan las redes sociales un 40% de los chavales. El estudio de S¨¢nchez Bur¨®n tambi¨¦n desvela el gran secreto, ?qu¨¦ hacen con el ordenador?: compartir y subir fotos, comentar las fotos de los amigos y mandarse mensajes privados. A diferencia de los adultos, cuando llegan a casa siguen relacion¨¢ndose con los amigos que acaban de ver en persona.
S¨¢nchez Bur¨®n intenta deshacer varios mitos sobre el uso que hacen los chavales de las redes sociales. Primer mito: son malas. "Son un instrumento de socializaci¨®n, mejoran su autoestima y habilidades sociales justo en un momento, la adolescencia, que se caracteriza por la inseguridad. Les da m¨¢s seguridad en s¨ª mismos". Segundo mito: est¨¢n encerrados en casa todo el d¨ªa por su culpa. "No es cierto. Les gusta salir con los amigos, m¨¢s que Internet; las redes no son un sustituto, sino un complemento". Tercer mito: suspenden por su culpa. "Al rev¨¦s. Las utilizan los que tienen mejor rendimiento. Los chicos que mejores notas sacan suelen ser los m¨¢s maduros tambi¨¦n en el ¨¢mbito social".
Aunque hay excepciones y conviene educarlos para que sean responsables, opina el experto, los j¨®venes usan de una forma bastante sensata las redes. Por ejemplo, no suelen admitir como amigos a desconocidos en Tuenti. La mala fama que les han creado los adultos puede considerarse una reacci¨®n provocada por el desconocimiento de una tecnolog¨ªa que no entienden. Tampoco ayuda ver en las noticias el perfil en las redes sociales de cada menor de 18 a?os que sufre o provoca una tragedia.
La preocupaci¨®n social por el uso de las redes ha cristalizado sobre los j¨®venes, alimentada por casos como el de Marta del Castillo o el crimen de Sese?a, en los que ha trascendido informaci¨®n privada de menores; pero los problemas afectan tambi¨¦n a adultos. Quiz¨¢ el de la privacidad sea el principal; por ejemplo, no siempre se sabe configurar el filtro que permite ver a un amigo lo que nunca deber¨ªa sospechar el encargado de selecci¨®n de una empresa. Mejorar la situaci¨®n no es una prioridad para las empresas de redes sociales, ya que, por definici¨®n, la intimidad va en contra de su negocio. "La privacidad ya no es una norma social", lleg¨® a afirmar el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg. La ¨²ltima moda en redes es un juego llamado Foursquare que consiste en ir marcando a trav¨¦s del m¨®vil los lugares donde nos encontramos en cada momento, compartiendo la ubicaci¨®n a trav¨¦s de redes como Twitter. Para algunos, es un pasatiempo tonto y peligroso para la intimidad y la seguridad. Otros ven el futuro en el centro de ese tri¨¢ngulo formado por las redes sociales, el geoposicionamiento y los m¨®viles. "El futuro es trasladar todo lo que hacemos en el mundo real a un contexto web, m¨®vil y social", explica Dentzel, que ha lanzado este a?o Tuenti Sitios con esa intenci¨®n.
Tambi¨¦n se habla mucho de la adicci¨®n a las redes, a pesar de que los expertos est¨¢n divididos. Los m¨¢s cautos prefieren hablar de personalidades con predisposici¨®n a la adicci¨®n, una de las cuales puede ser Internet, pero tambi¨¦n cualquier otra.
Pocas veces los problemas son realmente graves, aunque s¨ª pueden provocar unos dolores de cabeza nada virtuales. Sara Turrado, una vallisoletana de 23 a?os, mont¨® hace un a?o una peque?a revoluci¨®n en Tuenti en protesta por sus abusivos t¨¦rminos de uso, por los que se ced¨ªa a la empresa los derechos de los contenidos subidos por los usuarios, incluidas las fotos. Tuenti acabar¨ªa modificando esas cl¨¢usulas, pero Sara no disfrut¨® demasiado de su victoria. El d¨ªa antes de la huelga online que convoc¨®, alguien rob¨® su identidad virtual y la de su novio. Correo electr¨®nico, Tuenti, Facebook? Todo. "Fue muy estresante, un horror? Ten¨ªa una cuenta de PayPal [un sistema de pago] asociada al correo y lo pas¨¦ fatal pensando que pod¨ªan quedarse dinero", explica Sara, que ya es profesora de Primaria y usa las redes para comunicar a sus peque?os alumnos con sus padres. Abandon¨® Tuenti, y a¨²n hoy no se atreve a usar su propio nombre en Facebook.
Si todo el mundo est¨¢ en Facebook y los j¨®venes est¨¢n en Tuenti, podr¨ªa decirse que los influyentes est¨¢n en Twitter. Es la m¨¢s simple de las redes porque consiste en enviar mensajes de 140 caracteres como m¨¢ximo a aquellos que nos siguen (followers) y recibir los mensajes de aquellos a los que se sigue. En su simplicidad est¨¢ su poder. No sirve para subir fotograf¨ªas ni escribir una sesuda reflexi¨®n, pero s¨ª para que los usuarios informen con detalle a los dem¨¢s de lo que hacen en cada momento. Fascina su potencial informativo. Quien elija bien a qui¨¦n seguir recibir¨¢ como premio y sin hacer nada la informaci¨®n que m¨¢s interesa a sus contactos (y que gracias a la magia de las redes seguramente ser¨¢ la que m¨¢s le interese a ¨¦l tambi¨¦n). Y todo a la velocidad del rayo. Su crecimiento ha sido exponencial: en octubre de 2009 ya hab¨ªa llegado a un acuerdo millonario con Google y Bing para aportarles justo aquello en lo que los grandes buscadores comienzan a flaquear, la web en tiempo real.
El momento en el que el mundo descubri¨® la influencia real de las redes fue noviembre de 2008, cuando Barack Obama se convirti¨® en presidente de Estados Unidos en parte gracias a su magistral uso de Internet, que ha sido comparado con el modo en el que J. F. Kennedy us¨® en 1960 ese nuevo medio que era la televisi¨®n. Emple¨® YouTube , Facebook, Flickr y Twitter, e incluso cre¨® una aplicaci¨®n de iPhone que "recordaba" a sus bases a qu¨¦ amigos y familiares todav¨ªa no hab¨ªan llamado para animarles al voto. "Las fuerzas pol¨ªticas espa?olas intuyen lo que a¨²n no comprenden", interpreta el asesor de comunicaci¨®n Antoni Guti¨¦rrez-Rub¨ª, que opina que ninguna formaci¨®n de nuestro pa¨ªs se ha dejado transformar de verdad por la cultura de la red. "Obama no s¨®lo ha comprendido las herramientas, sino tambi¨¦n la cultura 2.0. Las herramientas no son suficientes. Esa cultura cambia el modelo organizativo y tambi¨¦n la capacidad pol¨ªtica de las redes y los activistas", a?ade.
T¨ªscar lara, vicedecana de cultura digital de la Escuela de Organizaci¨®n Industrial (EOI), ahonda en el significado m¨¢s profundo de esa "cultura 2.0". "Lo m¨¢s importante es la cultura que existe detr¨¢s de la tecnolog¨ªa", defiende. Internet es lo que es gracias a la devoluci¨®n, la cita, el agradecimiento, la mejora continua. "Los valores de la red no tienen nada que ver con las estructuras tradicionales", dice. Para el estudiante es dif¨ªcil ser pasivo en el aula cuando con una b¨²squeda en Google puede rebatir al profesor. Los enfermos se organizan a trav¨¦s de la red y discuten sus tratamientos m¨¦dicos. Los lectores corrigen a los periodistas, los consumidores ponen en su sitio a las empresas y los ciudadanos pelean con sus pol¨ªticos. Es una crisis de poder en toda regla.
Aunque poderoso, el caos de Internet es fr¨¢gil. A pesar de su ¨¦xito, nadie sabe si las redes sociales son una moda que desaparecer¨¢ tan r¨¢pido como lleg¨®. Funcionan porque sirven para que nos comuniquemos mejor que con las herramientas que ten¨ªamos antes. Pero si ma?ana surge una forma de comunicaci¨®n mejor, podr¨ªa dejar vac¨ªos los sitios de redes. De momento, en medio de ese caos, los humanos estamos m¨¢s conectados que nunca. Y cada d¨ªa, millones de personas (como Eva y David) crean y destruyen nuevos y viejos lazos.
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