Amnist¨ªa a los franquistas
Estamos dispuestos a pulverizar nuestros logros cualesquiera que sean, parecemos imbuidos del entusiasmo por el desastre, vamos encaminados hacia el triunfalismo de la cat¨¢strofe, que el fatalismo considera inscrito en el ADN de nuestra historia. Incapaces de concedernos la m¨¢s m¨ªnima tregua para asimilar ¨¦xito alguno, despu¨¦s de haber servido de modelo a tantas otras transiciones de pa¨ªses europeos y americanos, ahora, agarrados a las vicisitudes que afectan al juez campeador Baltasar Garz¨®n, se dir¨ªa que por fin nos mostramos todos decididos a abominar de aquel periodo en el que los espa?oles decidimos reconciliarnos. Lo hicimos contra todo pron¨®stico y para desdicha de los hispanistas, dispuestos a narrar de nuevo nuestras desventuras guerracivilistas y obtener as¨ª valiosos m¨¦ritos acad¨¦micos y lucrativos ¨¦xitos editoriales.
Dar digna sepultura a v¨ªctimas de los alzados en 1936 es un deber pendiente
La salud de Franco entraba en barrena. Pero a¨²n con fuerzas para dar el enterado a los cinco fusilamientos del 27 de septiembre de 1975, uno de sus ¨²ltimos actos conscientes. Revalidaba as¨ª el prestigio del terror que hab¨ªa sido cimiento y referencia de aquel r¨¦gimen. Era tambi¨¦n en el ¨¢mbito personal el regreso a los or¨ªgenes, la recuperaci¨®n del arte de fusilar, que ensay¨® por vez primera en la Legi¨®n, al ejecutar a uno de los que instru¨ªa en 1920. Expertos de diferente extracci¨®n pensaban, conforme a la inercia de tantos desatinos, que se desatar¨ªan nuestras pasiones mediterr¨¢neas, que prevalecer¨ªa nuestra exasperaci¨®n unamuniana y brindar¨ªamos un nuevo espect¨¢culo de enfrentamiento cainita. Pero los espa?oles dimos la sorpresa y adoptamos el comportamiento fr¨ªo propio de los ribere?os del B¨¢ltico. Optamos por el discurso del m¨¦todo, convencidos de que el procedimiento prejuzga el resultado.
El bando franquista ya se hab¨ªa escindido como reacci¨®n a lo sucedido en Portugal con la ca¨ªda del salazarismo. Cundi¨® el esp¨ªritu de concordia, quienes sosten¨ªan posiciones pol¨ªticas antag¨®nicas hicieron esfuerzos permanentes para ponerse en los zapatos de sus adversarios y as¨ª se hizo posible la primera convocatoria de elecciones generales con todos los partidos y sindicatos dentro de la Ley y se formaron las C¨¢maras que aprobaron la amnist¨ªa de "todos los actos de intencionalidad pol¨ªtica, cualquiera que fuese su resultado, tipificados como delitos y faltas realizados con anterioridad al d¨ªa 15 de diciembre de 1976" (Ley 46/1977 de 15 de octubre). Una amnist¨ªa que extend¨ªa y completaba las medidas anticipadas en dos Reales Decretos Leyes de 30 de julio de 1976 y de 14 de marzo de 1977 y que ahora se pretende invalidar como si hubiera sido consecuencia de imposiciones de unos sobre otros. Sucede que la reconciliaci¨®n ya la plante¨® el Partido Comunista en 1956 y que la amnist¨ªa era el estribillo de todas las demandas pol¨ªticas a partir de esa fecha.
Recuerdo una ocasi¨®n del pret¨¦rito imperfecto, cuando en 1968 el entonces secretario general de los Sindicatos Verticales, Rodolfo Mart¨ªn Villa, present¨® en Mayte Comedero la nueva Ley Sindical. Los periodistas echaban a faltar una amnist¨ªa rehabilitadora de todos los enlaces sindicales electos que hab¨ªan sido despose¨ªdos de sus cargos por aplicaci¨®n de un decreto desp¨®tico de 1942. Mart¨ªn Villa reiteraba al responderles su preferencia por mantenerse abierto en la ley y conservador en las personas. Un buen amigo, al que le correspondi¨® intervenir casi al final, quiso tranquilizar a todos y anticip¨® que "la primera medida del postfranquismo ser¨ªa una generosa, completa y total amnist¨ªa para todos los franquistas". Entonces, algunos fornidos "procuradores sindicales" se levantaron dispuestos a la agresi¨®n. Recuperada la calma, Mart¨ªn Villa sentenci¨®: es muy duro que os invitemos a cenar para que nos perdon¨¦is la vida. Ese mismo amigo considera que sus procesamientos ante el Tribunal de Orden P¨²blico en 1967 y ante los Tribunales Militares, confirman que estuvo donde deb¨ªa en defensa de las libertades. Para nada quiere su anulaci¨®n.
Deseemos ahora al Juez Campeador que le vaya bien y que tenga un juicio justo con todos los elementos precisos para articular su leg¨ªtima defensa en las mejores condiciones. Pero evitemos la confusi¨®n y reconozcamos, por ejemplo, que dar digna sepultura a quienes fueron v¨ªctimas de la violencia de los alzados en el 36 es un deber pendiente, que todos hemos de honrar con independencia de que Garz¨®n desistiera en su d¨ªa de proseguirlo.
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