Las siete vidas del emir Osama
Osama Bin Laden, el hombre m¨¢s buscado y temido del planeta, tiene 53 a?os, se alimenta de plantas, pan afgano, sopa, leche de cabra y yogures, no prueba la carne y duerme siempre en el suelo, muchas veces protegido por las estrellas. Cuando viv¨ªa en Arabia Saud¨ª obligaba a sus hijos a descansar los fines de semana sobre la arena del desierto y entre animales. "Tienen demasiadas comodidades", se quejaba entonces el rico empresario saud¨ª.
Ahora en su refugio secreto, probablemente una aldea o cueva perdida de la rec¨®ndita Wazirist¨¢n (Pakist¨¢n), no hay una sola silla, nadie de los que convivieron con ¨¦l las recuerda, ni ducha, televisi¨®n, lavadora, ordenadores, tampoco tel¨¦fonos ni sat¨¦lites. S¨®lo libros y alfombras.
Desde que en 1984 viaj¨® a Afganist¨¢n para unirse a la yihad contra los sovi¨¦ticos, Bin Laden vive como un ermita?o, una costumbre que le ha servido para mimetizarse en el terreno de la misma forma que lo hacen las serpientes venenosas. Para detenerlo, los militares paquistan¨ªes tendr¨ªan que asomar la nariz en las miles de chabolas y cuevas que hay en este inh¨®spito territorio tribal controlado por los talibanes e interrogar a sus habitantes. En especial a los que midan m¨¢s de 180 cent¨ªmetros de altura, la ¨²nica caracter¨ªstica de su f¨ªsico que el barbudo y delgado emir no puede ocultar.
La reciente ofensiva del ej¨¦rcito de Pakist¨¢n en Wazirist¨¢n aliment¨® la esperanza de capturar al hombre que se ha convertido en una enfermiza obsesi¨®n para los responsables de las agencias de inteligencia de EE UU, pero las noticias sobre su muerte s¨®lo fueron especulaciones. Hasta Asif Ali Zardari, presidente de Pakist¨¢n, anunci¨® que "quiz¨¢ Bin Laden ha muerto", pero su vidrioso y sospechoso servicio de inteligencia, el implacable y temible ISI, no ha logrado acreditarlo.
Decenas de audios y v¨ªdeos del jefe de Al Qaeda demuestran que vive y que el tiempo y sus sangrientos ¨¦xitos en la yihad global contra Occidente le han reafirmado todav¨ªa m¨¢s en sus sue?os y objetivos. Las pasadas navidades, Bin Laden asumi¨® el intento frustrado del nigeriano Omar Faruk, entrenado en Yemen, de reventar un avi¨®n que volaba desde Amsterdam hasta Detroit (EE UU). "Nuestros ataques continuar¨¢n mientras contin¨²e el apoyo de EE UU a Israel", anunci¨® una vez m¨¢s. En marzo lanz¨® otro mensaje diferente. En esta ocasi¨®n sali¨® en defensa del hombre que le ofreci¨® y ejecut¨® su ataque m¨¢s brutal, espectacular y universal: la matanza del 11-S en 2001 en el coraz¨®n de su principal enemigo. Tres mil muertos de un solo golpe.
Bin Laden anunci¨® que asesinar¨¢ a cualquier estadounidense que capture si se ejecuta a Kalid Sheikh Mohamed, el cerebro del 11-S, detenido en Pakist¨¢n y preso en Guant¨¢namo.
Dentro de un a?o se cumplir¨¢ una d¨¦cada desde que Osama y Ayman al Zawahiri, su escudero egipcio, se refugiaron en las cuevas de Tora Bora tras los ataques del 11-S y la invasi¨®n norteamericana de Afganist¨¢n. Nadie habr¨ªa apostado entonces por las siete vidas de Osama.
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