"Pude haber matado a Bin Laden"
Nasser al Bahri, apodado 'Abu Jandal' ('El Asesino'), fue guardaespaldas del l¨ªder de Al Qaeda durante tres a?os. Su jefe le ten¨ªa encomendada la misi¨®n de que le ejecutase antes de ser apresado por los norteamericanos
Si un d¨ªa los americanos nos sitian, quiero que me mates con esta arma". Y Osama Bin Laden sac¨® de su t¨²nica una pistola que entreg¨® a su guardaespaldas. "Conf¨ªo en que Al¨¢ nunca lo quiera, pero si alg¨²n d¨ªa el enemigo nos rodea y si estamos seguros de que seremos apresados, prefiero que me incrusten dos balas en la cabeza antes que caer preso". "?Quiero morir como un m¨¢rtir y no acabar en la c¨¢rcel!".
Meses antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 que derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, el m¨¢ximo jefe de la organizaci¨®n terrorista Al Qaeda preve¨ªa que alg¨²n d¨ªa la CIA o el Pent¨¢gono ir¨ªan a por ¨¦l en las monta?as de Afganist¨¢n. El hombre en el que Bin Laden confiaba para que le disparase antes de que cayese preso se llama Nasser al Bahri, apodado Abu Jandal (El Asesino), y fue su guardaespaldas durante tres largos a?os (1997-2000). Una disputa tras un viaje puso fin, hace ya casi una d¨¦cada, a esa estrecha relaci¨®n entre ambos saud¨ªes de origen yemen¨ª.
"Les vi (a miembros del comando que atentar¨ªa el 11-S) jugar a la PlayStation en una casa en Pakist¨¢n"
Amenazaba con azotar, por su mal comportamiento, a los nueve hijos que viv¨ªan con ¨¦l
Bahri, de 38 a?os, vive ahora en Sanaa (Yemen), est¨¢ casado y es padre de cinco hijos. Trabaja en una empresa privada que intenta mejorar la formaci¨®n de los funcionarios. "Llevo una vida normal, si no fuera porque he recibido amenazas de Al Qaeda en el m¨®vil por haberles traicionado", explica a EL PA?S, por tel¨¦fono, a trav¨¦s de un int¨¦rprete. "Esos avisos me obligan a estar atento".
El ex guardaespaldas acaba de publicar un libro sobre el terrorista al que protegi¨®. Ha escrito La sombra de Bin Laden (Par¨ªs, editorial Michel Lafon) en colaboraci¨®n con el periodista Georges Malbrunot, del diario Le Figaro, que en 2004 estuvo secuestrado cuatro meses por Al Qaeda en Irak. "Es el primer testimonio p¨²blico detallado desde el interior, desde la c¨²pula de Al Qaeda", resalta el periodista. Bahri "es m¨¢s importante que cualquiera de los presos que transferimos a Guant¨¢namo porque ten¨ªa un acceso directo a Bin Laden", declar¨®, tras dejar el cargo, Michael Scheuer, ex responsable de la Alec Station, la unidad de la CIA encargada de capturar a Bin Laden. Fue desmantelada en 2005.
Bahri era demasiado joven para incorporarse, en los a?os ochenta, a la lucha en Afganist¨¢n contra la URSS, pero en 1993 s¨ª lleg¨® a tiempo para combatir en Bosnia con sus correligionarios musulmanes contra los serbios. "Aquello fue mi breve bautismo de fuego", explica. Lleg¨® justo antes de que se firmasen los acuerdos de Dayton que pusieron fin a la contienda. "Despu¨¦s me fui a Somalia, a Tayikist¨¢n y, en 1996, a Afganist¨¢n".
Conoci¨® al que iba a ser su jefe en la provincia de Kandahar. "En aquel momento tuve la impresi¨®n de estar ante un hombre excepcional, con un ideal y principios a los que se aten¨ªa", prosigue Bahri. "Adem¨¢s, incluso en situaciones complicadas o con interlocutores dif¨ªciles, no perd¨ªa nunca la calma; predicaba la unidad de los musulmanes frente al enemigo com¨²n. Me apunt¨¦ a su causa".
Para mejorar su formaci¨®n militar, Bahri fue enviado a un campamento cerca de Khost. All¨ª era uno m¨¢s entre los j¨®venes ¨¢rabes que se entrenaban en el manejo de las armas hasta que Bin Laden se fij¨® en ¨¦l. "Visit¨® el lugar", recuerda. "Hubo un altercado y un hombre se dej¨® llevar por la ira contra ¨¦l. Parec¨ªa amenazarle. Le desarm¨¦ en un pisp¨¢s".
El l¨ªder de Al Qaeda le reclut¨® entonces como guardaespaldas. "Cada vez que se desplazaba dec¨ªa: Abu Jandal debe venir con nosotros", afirma Bahri. "A partir de entonces no le perd¨ª de vista. Adem¨¢s de mis cualidades como escolta, creo que le gustaba mi personalidad. Dec¨ªa que era transparente, que no trataba de esconderle nada". "Es verdad que siempre fui honesto con ¨¦l".
Con apenas 25 a?os, Bahri empez¨® a codearse con la c¨²pula de la organizaci¨®n terrorista, en la que no ten¨ªa ning¨²n poder. "Carec¨ªa de cualquier informaci¨®n sobre las operaciones terroristas", asegura. "Un comit¨¦ militar se encargaba de planificarlas". Un a?o antes del 11-S, el guardaespaldas coincidi¨® con algunos de los miembros del comando que perpetr¨® el mayor atentado de la historia, pero no supo lo que estaban preparando.
"Les vi jugar pac¨ªficamente a la PlayStation en una casa de hu¨¦spedes de Al Qaeda en Pakist¨¢n", recuerda. "M¨¢s tarde les reconoc¨ª por sus fotos en la prensa". El 11-S "era un secreto muy bien guardado, pero Bin Laden hac¨ªa algunos comentarios que entonces nos intrigaban y que meses despu¨¦s comprendimos. Nos dec¨ªa que a partir de 1999 se producir¨ªa un acontecimiento que nos dejar¨ªa a todos at¨®nitos".
"Mi papel consist¨ªa en proteger a Bin Laden, sobre todo cuando se desplazaba", prosigue Bahri. Y por desempe?ar bien esa tarea gozaba del gran aprecio de su jefe. Prueba de ello es que cuando el guardaespaldas fue herido de bala en una pierna en 1998, durante una batalla contra los hombres del comandante Ahmed Shah Massud, fue el propio Bin Laden quien se tom¨® a veces la molestia de llevarle la comida o cambiarle las vendas. "?Hasta esparc¨ªa miel por la herida para que cicatrizase!", rememora.
La misi¨®n del guardaespaldas abarcaba incluso la vida privada de Bin Laden. "Me encarg¨® en 2000 que viajase a Yemen para pagar la dote a Asmaa, la que iba a ser su cuarta esposa", asegura Bahri. "Ascendi¨® a 5.000 d¨®lares junto con los billetes de avi¨®n para que ella y sus familiares volasen a Afganist¨¢n". Cuando lleg¨® all¨ª, las dem¨¢s mujeres del jefe terrorista "se molestaron al descubrir que la prometida era una yemen¨ª de s¨®lo 17 a?os". "Me dijeron que ten¨ªa 30", les respondi¨® su marido.
Antes de que apareciese Asmaa, las mujeres de Bin Laden ya andaban a la gre?a. La primera, Najwa, una siria atractiva, pero inculta, ten¨ªa celos de la segunda, una saud¨ª algo mayor y m¨¢s erudita con quien su marido sol¨ªa departir de teolog¨ªa isl¨¢mica. Todas ellas sab¨ªan manejar un fusil de asalto K¨¢lashnikov por si en alg¨²n momento se ve¨ªan obligadas a usarlo.
Najwa, la esposa siria que se cas¨® con 16 a?os, public¨® el a?o pasado, junto con su hijo Omar, un libro (Creciendo con Bin Laden, editorial Oneworld) en el que narra su vida con el jefe terrorista en Arabia Saud¨ª, Sud¨¢n y Afganist¨¢n. Lo redactaron con la ayuda de la escritora estadounidense Jean Sasson. Su relato de la intimidad familiar es mucho m¨¢s demoledor que el del escolta.
?ste recuerda, no obstante, que Bin Laden amenazaba con azotar, por su mal comportamiento, a los nueve hijos que conviv¨ªan con ¨¦l, "pero lo hac¨ªa en raras ocasiones". A ojos de su prole, era un avaro. "Mi fortuna no es para vosotros, sino que pertenece al islam", les contestaba cuando le ped¨ªan dinero. "No vais a heredar ni un c¨¦ntimo".
El islam o, mejor dicho, su profeta Mahoma eran tambi¨¦n invocados cuando los aprendices de terroristas que se entrenaban en los campamentos se quejaban de la mala pitanza. "Bin Laden les exhortaba entonces a seguir el ejemplo de la asc¨¦tica vida del profeta y de sus seguidores", asegura su ex guardaespaldas.
De Bin Laden, su ex custodio da la imagen de un "moderado", si se le compara con su lugarteniente "el integrista Ayman Zawahiri". Le describe tambi¨¦n como un hombre relativamente culto, que cita, por ejemplo, frases de las memorias del mariscal de campo brit¨¢nico Bernard Law Montgomery y del presidente franc¨¦s Charles de Gaulle. Segu¨ªa la actualidad internacional a trav¨¦s de una revista de prensa que le enviaban desde Pakist¨¢n con art¨ªculos traducidos al ¨¢rabe. Le apasionan adem¨¢s las carreras de caballos, jugaba al f¨²tbol de delantero centro y tambi¨¦n al voleibol. "Es tan alto que no necesitaba saltar para rematar con la pelota".
Bahri dice que discrep¨® de su jefe en 1998, tras los atentados contra las embajadas de EE UU en Nairobi y Dar es Salam que causaron 263 muertos, muchos de ellos musulmanes inocentes. Se lo dej¨® caer. "Me contest¨® de la siguiente manera: ?Crees que los americanos tuvieron en consideraci¨®n los da?os colaterales cuando soltaron la bomba at¨®mica sobre Hiroshima y Nagasaki?", se?ala el ex escolta.
Tres a?os despu¨¦s, cuando se produjeron los atentados de Washington y Nueva York, Bahri ya no estaba en Afganist¨¢n. Rompi¨® con su jefe tras un viaje a Somalia. "Bin Laden me mand¨® all¨ª para averiguar si pod¨ªamos utilizar un aeropuerto para enviar a combatientes y reforzar la lucha", recuerda. "Cuando regres¨¦, me critic¨® por haber sido poco discreto antes incluso de escuchar mi versi¨®n".
Aun as¨ª, Bahri sabe, a trav¨¦s de sus ex compa?eros de armas, c¨®mo vivi¨® el jefe terrorista aquella jornada hist¨®rica del 11-S: "Unos d¨ªas antes se puso a salvo, con su familia, en un escondite en la ciudad de Kandahar, seg¨²n me contaron". "Cuando lleg¨® el momento, mand¨® que le instalaran una antena parab¨®lica para ver en directo los atentados por televisi¨®n, pero la t¨¦cnica fall¨® y se qued¨® con las ganas".
El ex escolta estaba entonces encarcelado en Yemen y sometido a un severo r¨¦gimen de aislamiento. Hab¨ªa regresado all¨ª con su esposa yemen¨ª en 2000, poco antes de la voladura del buque de guerra estadounidense USS Cole. Cuando intent¨® salir del pa¨ªs, fue detenido por su posible implicaci¨®n en ese atentado del puerto de Aden. "No sab¨ªa nada del asunto", repite proclamando su inocencia.
D¨ªas despu¨¦s del 11-S recibi¨® en la prisi¨®n la visita de agentes del FBI que le interrogaron d¨ªa y noche. Colabor¨®. Para el FBI supuso "el hallazgo de un tesoro de informaci¨®n de inteligencia muy valiosa" sobre las redes terroristas de Bin Laden, declar¨® uno de sus ex agentes, Ali Soufan, ante una comisi¨®n del Senado de EE UU.
Despu¨¦s Bahri se someti¨® a un programa de rehabilitaci¨®n religiosa dirigido por el magistrado yemen¨ª Hamoud al Hitar. "?l dice que cambi¨® nuestra forma de pensar, pero no lo hizo", asevera. "Yo hice mi propia evoluci¨®n". "Ahora s¨¦ que puedo vivir mi fe de otra manera". "Lamento haber pertenecido a Al Qaeda". "A los j¨®venes les digo que no vayan a la yihad". Su acto de contrici¨®n al tel¨¦fono no tiene l¨ªmites: "Pude haber matado en Bin Laden. Pens¨¦ en hacerlo en una ocasi¨®n. Si lo hubiera hecho, habr¨ªamos evitado otros muchos muertos", afirma.
Pero su arrepentimiento no convence aparentemente del todo. Las autoridades francesas le han denegado el visado para poder presentar su libro en Par¨ªs. "Vamos a intentar que lo pueda hacer en Suiza", se consuela el periodista Georges Malbrunot.
?Cree que Bin Laden est¨¢ vivo? "S¨ª", responde Bahri sin titubear. "Si no lo estuviera, las webs yihadistas lo acabar¨ªan contando de una manera u otra. No se puede sepultar una noticia as¨ª". "Est¨¢ protegido por las tribus del Wazirist¨¢n (noreste de Pakist¨¢n). Su sometimiento a Bin Laden obedece, ante todo, a razones religiosas, pero tampoco olvidan las casas y las carreteras que ¨¦l les construy¨® hace ya m¨¢s de veinte a?os".
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