?Hay animales gays?
El albatros Laysa es un ave marina con una envergadura de alrededor de dos metros y pico amarillo. Cada noviembre, una peque?a colonia se re¨²ne en un lugar llamado Kaena Point, a los pies de una cadena volc¨¢nica que domina el Pac¨ªfico en la punta noroeste de Oahu, Hawai. Cada ave ha pasado los seis meses anteriores a solas, volando sobre el oc¨¦ano hasta Alaska, y ahora vuelve al criadero para reunirse con su pareja. Los albatros pueden vivir hasta 70 a?os y suelen emparejarse con la misma ave cada a?o durante toda su vida. Su ¨ªndice de divorcios, como lo llaman los bi¨®logos, es uno de los m¨¢s bajos de todas las aves.
Cuando visit¨¦ Kaena Point en oto?o comenzaban a llegar las primeras aves. La colonia cuenta con unos 120 albatros que cr¨ªan all¨ª. Poco a poco, van llegando todos y buscan entre la multitud al otro albatros concreto con el que quieren volver a acoplarse.
Los delfines macho del Amazonas se penetran unos a otros en sus orificios de aire
En plan solidario, un activista gay pidi¨® poner una bandera arco iris en los nidos de dos hembras
Las hembras de los macacos japoneses se montan unas a otras durante el celo
Muchos bi¨®logos han ca¨ªdo en un enga?o tipo ootsie
En los zoos hay una larga tradici¨®n de parejas de ping¨¹inos del mismo sexo
Una vez juntas, las parejas copulan e incuban un solo huevo durante 65 d¨ªas. Se turnan: un ave tiene que permanecer en el nido mientras la otra se va a pescar y a comer durante semanas enteras. Las parejas se arreglan mutuamente las plumas y exhiben unos elaborados rituales y comportamientos de apareamiento. "Como los humanos", me explica Marlene Zuk, una bi¨®loga que ha visitado la colonia. "?Todas esas cosas empalagosas que hacen las parejas, que dan n¨¢useas a todos los dem¨¢s menos a ellos dos? Las aves hacen lo mismo". Vi muchas parejas juntas, vientre contra vientre, arqueando los cuellos y las cabezas de tal manera que formaban un coraz¨®n. Hace unos a?os, en un discurso que pronunci¨® en Oahu como primera dama estadounidense, Laura Bush elogi¨® a los albatros por emparejarse de por vida. Lindsay C. Young, una bi¨®loga que estudia la colonia de Kaena Point, me dice: "Se supon¨ªa que eran s¨ªmbolos de la monogamia: un macho y una hembra. Pero yo no estoy tan segura de que lo que estemos viendo sean macho y hembra".
Young se dedica a investigar los albatros de Oahu desde 2003; la colonia fue el tema de su tesis doctoral en la Universidad de Hawai, Manoa, que complet¨® la primavera pasada. Durante el trabajo para su tesis, Young y una colega suya descubrieron, casi por casualidad, que la tercera parte de las parejas de Kaena Point estaban formadas, en realidad, por dos hembras, no un macho y una hembra. Los albatros Laysa son una de las innumerables especies en las que los dos sexos tienen un aspecto pr¨¢cticamente id¨¦ntico. Resulta que muchas de las parejas de hembras, tanto en Kaena Point como en una colonia que la colega de Young estaba estudiando en Kauai, llevaban juntas -seg¨²n los datos de los bi¨®logos- cuatro, ocho, e incluso, diecinueve a?os. Las parejas de hembras incubaban huevos juntas, cuidaban a las cr¨ªas y viv¨ªan, en general, como lo que se podr¨ªa llamar parejas hetero.
Young nunca usar¨ªa la expresi¨®n "parejas heterosexuales". Y est¨¢ categ¨®ricamente en contra de llamar a las dem¨¢s aves "lesbianas". Para empezar, las parejas del mismo sexo parecen hacer todo lo que hacen las de machos y hembras, excepto copular, y Young no est¨¢ muy segura de si eso las hace t¨¦cnicamente lesbianas o no, ni se siente muy c¨®moda opinando sobre ello. Adem¨¢s, es una cuesti¨®n que para ella no tiene ninguna importancia, no tiene nada que ver con su investigaci¨®n. "Lesbiana", dice, "es un t¨¦rmino humano", y ella -una cient¨ªfica diligente y cuidadosa que empieza a labrarse un nombre en su campo- est¨¢ empe?ada en utilizar el lenguaje m¨¢s as¨¦ptico posible y resistirse a cualquier atisbo de antropomorfismo.
Un descubrimiento como el de Young puede desorientar de forma apasionante a un bi¨®logo y naturalista; siempre que se lo tome en serio, cosa que no ha solido ocurrir. Est¨¢n documentadas hasta el momento diversas formas de actividad sexual entre miembros del mismo sexo en m¨¢s de 450 especies de animales, desde el flamenco hasta el bisonte. Un koala hembra puede empujar a otra hembra contra un ¨¢rbol para montarla. Y es sabido que los delfines macho del Amazonas se penetran unos a otros en sus orificios de aire. Pero en la mayor¨ªa de las especies, el sexo homosexual est¨¢ documentado s¨®lo de manera espor¨¢dica. Estas observaciones, cuando se inclu¨ªan en los art¨ªculos cient¨ªficos, sol¨ªan a?adirse como mera curiosidad, y no como materia leg¨ªtima de investigaci¨®n. Los bi¨®logos suelen catalogar estos episodios como an¨¦cdotas aisladas en un elegante universo darwiniano en el que todas las facetas de la conducta de un animal est¨¢n orientadas hacia la reproducci¨®n. Un primat¨®logo aventur¨® que el verdadero motivo por el que dos orangutanes macho se hac¨ªan felaciones mutuas era una cuesti¨®n de nutrici¨®n.
Sin embargo, en los ¨²ltimos a?os, cada vez hay m¨¢s bi¨®logos que examinan con objetividad la sexualidad homosexual en animales y adoptan un enfoque verdaderamente cient¨ªfico. Para Young, la existencia de tantas parejas de albatros hembra suscit¨® una cadena de preguntas cada vez m¨¢s complicadas. Una de las m¨¢s delicadas, al parecer, fue c¨®mo se supone que debe hablar un cient¨ªfico de estas cosas, dado lo dispuestos que hemos estado todos a tergiversar las vidas sexuales de los animales para convertirlas en alegor¨ªas de las nuestras. "Esta colonia contiene literalmente la mayor proporci¨®n de?No s¨¦ cu¨¢l es el t¨¦rmino correcto??animales homosexuales? del mundo", dice Young. "Estoy segura de que a mucha gente le parecer¨¢ estupendo y a otra mucha quiz¨¢ no".
Es una afirmaci¨®n que se queda corta. Hace dos a?os, Young decidi¨® escribir un breve art¨ªculo junto con otros dos colegas sobre las parejas de albatros hembra. "En el primer art¨ªculo tuvimos mucho cuidado de limitarnos a contar sencillamente lo que hab¨ªamos visto", explica. "Desde luego, es un tema delicado, con el que hay que tener precauci¨®n". Pero la revista que public¨® el ensayo, Biology Letters, emiti¨® un comunicado de prensa pocos d¨ªas despu¨¦s de que el Tribunal Supremo de California legalizara el matrimonio gay. A las seis de la ma?ana del d¨ªa siguiente, un periodista de Fox News llam¨® a Young. Se cre¨® una avalancha de comentarios en los medios, que, seg¨²n los casos, celebraban los hallazgos de Young como un claro llamamiento a la igualdad o los denigraban, con argumentos como que eran "un ejemplo est¨²pido de pura propaganda y ciencia selectiva" o "un esfuerzo para humanizar a los animales, rebajar a los seres humanos al nivel animal o promover unos intereses determinados". Muchos se?alaron que los animales tambi¨¦n violan o se comen a sus cr¨ªas; ?ten¨ªa que tolerar Estados Unidos que eso tambi¨¦n se extendiera s¨®lo porque era "natural"?
Una revista de Denver para padres homosexuales dio la bienvenida a las nuevas lectoras procedentes de "la amplia comunidad de albatros lesbianas que son madres". El senador conservador de Oklahoma Tom Coburn destac¨® el art¨ªculo de?Young en su p¨¢gina web, bajo el titular C¨®mo se utiliza el dinero de sus impuestos, pese a que el estudio de las parejas de hembras no se hab¨ªa hecho con dinero del Estado. Stephen Colbert advirti¨® en su programa de Comedy Central de que las "albatresbianas" eran una amenaza para los valores familiares norteamericanos con su "agenda safo-aviar". Y un defensor de los derechos de los gays envi¨® un correo electr¨®nico a Young para pedirle que izara una bandera arco iris sobre cada nido de parejas de hembras con el fin de identificarlas y dar muestras de solidaridad.
Un albatros Laysa hembra s¨®lo tiene capacidad f¨ªsica de poner un huevo al a?o; est¨¢ hecho as¨ª. Sin embargo, ya desde 1919, los bi¨®logos han encontrado de vez en cuando nidos de albatros y otras especies de aves similares con dos huevos en ellos, o con un segundo huevo justo fuera, como si se hubiera salido (es inevitable; no hay espacio suficiente en el nido para dos huevos y un albatros). Nunca hab¨ªan obtenido una explicaci¨®n irrefutable.
A principios de los a?os sesenta, un ornit¨®logo intent¨® resolver el misterio explicando que algunas de las aves deb¨ªan de ser capaces de poner varios huevos. En 1968 hubo un avance real, cuando Harvey Fisher, decano del estudio de los albatros de mitad de siglo, inform¨® sobre siete a?os de observaciones diarias en 3.440 nidos distintos del atol¨®n de Midway, en medio del Pac¨ªfico. Fisher lleg¨® a la conclusi¨®n de que "la presencia de dos huevos en un nido es se?al de que dos hembras han usado el nido, aunque en distintos momentos". Estaba hablando de la "postura de huevos en nido ajeno", es decir, cuando una hembra inexperta, por ejemplo, pone su huevo por error en un nido que no es el suyo. A partir de entonces, estas nidadas excepcionales se explicaron siempre con ese argumento.
Zaun, que trabaja como bi¨®loga para el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE UU, empez¨® a estudiar una colonia de Laysas en Kauai 40 a?os despu¨¦s de que Fisher publicara su ensayo. Se dio cuenta de que algunos nidos contaban con dos huevos a?o tras a?o; el reparto de las nidadas mayores de lo normal no era aleatorio, como cabr¨ªa esperar si la causa fuera s¨®lo la puesta de huevos en nido ajeno. Por un golpe de intuici¨®n, a Zaun se le ocurri¨® recoger plumas de unas cuantas parejas de las que criaban en los nidos de dos huevos y se las envi¨® a Lindsay Young, a quien pidi¨® que extrajera el ADN de las plumas para determinar gen¨¦ticamente el sexo de las aves. Cuando las pruebas mostraron que todas las aves eran hembras, Young pens¨® que se hab¨ªa equivocado. As¨ª que volvi¨® a recoger las plumas, con el mismo resultado. Entonces utiliz¨® pruebas gen¨¦ticas para determinar el sexo de todas las aves de Kaena Point. "Cuando no estaba del todo claro, o me preocupaba haber podido mezclar las muestras, regresaba all¨ª y volv¨ªa a extraer sangre para empezar de nuevo", cuenta Young. Al final, hizo la identificaci¨®n gen¨¦tica del sexo de las aves en su laboratorio cuatro veces, para estar segura. Descubri¨® que 39 de los 125 nidos de Kaena Point desde 2004 correspond¨ªan a parejas de hembras. La conclusi¨®n fue que algunas hembras encontraban la oportunidad de copular r¨¢pidamente con machos, pero luego incubaban sus huevos -y hac¨ªan todo lo dem¨¢s que hace un albatros en la colonia- con otras hembras.
En los ¨²ltimos tiempos, varias publicaciones le han pedido que revise de forma confidencial nuevos ensayos de colegas sobre otras especies, en los que se relatan descubrimientos similares. "No puedo decir qu¨¦ especies", explica, "pero me da la impresi¨®n de que, en el pr¨®ximo a?o, vamos a ver muchos m¨¢s ejemplos de esto".
Puede sorprender que los cient¨ªficos, a veces, no conozcan el verdadero sexo de los animales a los que dedican toda su carrera, que puedan caer en un enga?o tipo Tootsie durante tanto tiempo. Pero es f¨¢cil olvidar el caos que intentan interpretar en la naturaleza. A menudo, los bi¨®logos tienen que asignar un sexo a un animal observando lo que hace cuando se empareja. Cuando un albatros, o un jabal¨ª, o un grillo, se alza y monta a otro parece claro cu¨¢l es el sexo de cada uno. Salvo cuando resulta que no es as¨ª.
"En general se sigue dando por supuesta la heterosexualidad", dice el bi¨®logo Bruce Bagemihl. "Se considera que los individuos, las poblaciones y las especies son completamente heterosexuales mientras no se demuestre lo contrario". Aunque ¨¦ste parezca un punto de partida razonable, Bagemihl dice que es un "sesgo heterosexual" y que ha constituido un obst¨¢culo importante a la hora de comprender la diversidad de las acciones de los animales. En 1999, Baghemihl public¨® Biological exuberance, un libro que reun¨ªa un enorme volumen de investigaciones aisladas para demostrar que los prejuicios de los bi¨®logos hab¨ªan marginado la homosexualidad animal durante los ¨²ltimos 150 a?os. Los comportamientos de cortejo entre dos animales del mismo sexo figuraban en la literatura especializada con t¨¦rminos como "falso cortejo" o "seudocortejo", o simplemente "pr¨¢ctica". Un cient¨ªfico interpret¨® las relaciones homosexuales entre avestruces como "una molestia" que "no cesa". Un hombre que estudiaba las mariposas azules en Marruecos en 1987 lament¨® tener que describir "los escabrosos detalles de unos comportamientos morales cada vez m¨¢s bajos y las espantosas escenas sexuales" que "ya aparecen con demasiada frecuencia" en los peri¨®dicos nacionales. Y un bi¨®logo especialista en el carnero de las Rocosas cont¨® en sus memorias: "Todav¨ªa me estremezco al recordar al viejo macho D montando una y otra vez al macho S".
"Lo que hizo el libro de Bagemihl", cuenta el primat¨®logo y psic¨®logo evolutivo canadiense Paul Vasey, "fue concienciar a la gente sobre el hecho de que esto ocurre en la naturaleza, entre animales. Y que se puede estudiar de forma seria y especializada". Pero estudiarlo en serio significa resolver un interrogante. En la base de la biolog¨ªa evolutiva, desde Darwin, est¨¢ la idea de que todos los rasgos y comportamientos gen¨¦ticos que otorgan ventaja a un animal -que le ayudan a tener muchas cr¨ªas- permanecen en una especie, mientras que los que no sirven para eso desaparecen. Es decir, la evoluci¨®n mejora poco a poco a cada animal con un solo objetivo: transmitir sus genes. El ornit¨®logo de Yale Richard Prum me dijo: "Nuestro campo se parece mucho a la econom¨ªa: tenemos una teor¨ªa central, como la teor¨ªa del libre mercado, en la que est¨¢ la mano invisible del mercado que crea orden y todos los productos adquieren exactamente el precio que valen. La homosexualidad es un caso dif¨ªcil, porque parece infringir el principio fundamental, el de que todo el comportamiento sexual est¨¢ orientado hacia la reproducci¨®n. La pregunta es: ?por qu¨¦ va a emprender nadie una actividad sexual que no es reproductiva?". Y mucho menos una actividad que parece claramente contraproducente. Adem¨¢s, si los animales que tienen los genes relacionados con esa conducta tienen menos probabilidades de reproducirse, ?c¨®mo se las han arreglado para no desaparecer?
Bajo este gran paraguas te¨®rico, la mera existencia del comportamiento homosexual en los animales puede parecer una locura imposible de comprender. La dificultad de ese problema -m¨¢s que cualquier homofobia impl¨ªcita o expl¨ªcita- puede ser la raz¨®n por la que, en el pasado, los bi¨®logos han eludido el tema.
En los ¨²ltimos 10 a?os, sin embargo, Paul Vasey y otros han empezado a desarrollar nuevas hip¨®tesis basadas en la observaci¨®n real y prolongada de distintos animales, descifrando las formas que han tenido de evolucionar determinadas conductas homosexuales y el papel que pueden haber desempe?ado en la evoluci¨®n de unas especies concretas. Est¨¢n surgiendo nuevas ideas sobre c¨®mo encajar esas conductas en el marco darwinista tradicional, incluida la de considerar que otorgan ventajas reproductivas indirectas. Por ejemplo, parece que los machos de la mosca del esti¨¦rcol montan a otros machos para cansarlos y deshacerse de ellos porque son su competencia ante las hembras disponibles. Los investigadores opinan que los delfines mulares macho, cuando son j¨®venes, quiz¨¢ se montan unos a otros para establecer una relaci¨®n de confianza y amistad.
Estas ideas, en general, pretenden explicar s¨®lo unos comportamientos concretos en una especie determinada. "Los bi¨®logos desean construir teor¨ªas unificadas para explicar todo lo que ven", dice Vasey. "Pero mi impresi¨®n es que el comportamiento homosexual no es un fen¨®meno uniforme. Aspirar a tener una teor¨ªa ¨²nica que explique por qu¨¦ sucede en todas esas especies puede ser una quimera". Es m¨¢s; tal vez estamos juntando una gran variedad de conductas bas¨¢ndonos s¨®lo en un parecido superficial. La bi¨®loga de Stanford Joan Roughgarden me sugiri¨® que pensase en que todos esos animales est¨¢n haciendo "multitareas" con sus partes ¨ªntimas.
Tambi¨¦n es posible que algunos comportamientos homosexuales no ofrezcan una ventaja evolutiva convencional; pero tampoco dan al traste con todo lo que sabemos de biolog¨ªa. Por ejemplo, desde hace 15 a?os, Paul Vasey estudia los macacos japoneses, una especie formada por monos de 75 cent¨ªmetros y cara rosada. Ha estudiado casi exclusivamente por qu¨¦ las hembras se montan unas a otras durante la ¨¦poca de celo. Y ahora dice que conoce la respuesta: "No es funcional", asegura; "esa conducta no tiene ning¨²n prop¨®sito visible, desde el punto de vista de la adaptaci¨®n. Es una consecuencia derivada de otro comportamiento que s¨ª lo tiene, y la fuerza de la evoluci¨®n, sencillamente, nunca elimin¨® esa derivaci¨®n del banco de genes".
La ventaja de estudiar los albatros Laysa es que, como han evolucionado sin depredadores naturales, no tienen ning¨²n instinto de pelear ni salir huyendo; as¨ª, uno puede acercarse hasta el ave y agarrarla. Young y Marlene Zuk han solicitado una beca de 10 a?os de la National Science Foundation para seguir estudiando las parejas de albatros hembra. Una de las primeras preguntas que quieren contestar es c¨®mo consiguen tener huevos fecundados. Normalmente, los albatros rechazan a los p¨¢jaros que no son sus parejas. As¨ª que Young est¨¢ tratando de averiguar si unos machos que llegan a las colonias antes que sus parejas montan por la fuerza a estas hembras o si ellas se prostituyen con los machos en busca de sexo. En temporada, vigila Kaena Point a diario, tratando de observar alguna de esas c¨®pulas il¨ªcitas. ?ste era su tercer a?o all¨ª y, hasta ahora, s¨®lo hab¨ªa conseguido verlo dos veces.
La actividad homosexual se observa con frecuencia en poblaciones animales en las que escasea uno de los dos sexos, tanto en la naturaleza como, sobre todo, en los zoos. Algunos bi¨®logos, desde una perspectiva antropom¨®rfica, llaman a ese fen¨®meno "el efecto del prisionero". Eso es lo que sucede en Kaena Point: hay menos albatros macho que albatros hembra. Como hacen falta dos albatros para incubar un huevo, dado que se turnan en el nido, cuando una hembra no puede encontrar un macho (o, como dice Young, no puede encontrar "un macho suficientemente bueno") no tiene posibilidades de engendrar una cr¨ªa y transmitir sus genes. Aparearse r¨¢pidamente con un macho que tenga otra pareja y juntarse despu¨¦s con otra hembra soltera para incubar el huevo es una forma de superar esa desventaja.
No obstante, juntarse con otra hembra plantea sus problemas: casi todas las hembras ponen un huevo en noviembre, tanto si est¨¢ fecundado como si no, y los peque?os nidos en forma de cr¨¢ter que construyen los albatros en la tierra no tienen sitio m¨¢s que para un huevo y un ave. As¨ª que Young est¨¢ tratando de descubrir c¨®mo decide una pareja de hembras cu¨¢l de sus dos huevos incubar y cu¨¢l arrojar fuera del nido; si es que son las aves las que lo deciden y no es que arrojan el huevo de forma accidental. Desde una perspectiva darwinista estricta, dice Young, "no compensa que un ave incube el huevo de otra, salvo si su pareja va a dejar que el a?o pr¨®ximo sea el huevo de la primera el que se incube". Pero seguramente ninguna de las dos aves sabe si un huevo es suyo o de la otra, y mucho menos si est¨¢ fecundado o no. Un albatros Laysa s¨®lo sabe que tiene que sentarse sobre lo que tiene debajo. "Incuban lo que sea; tengo una foto de una incubando un bal¨®n de voleibol", dice Young.
Y ¨¦stos no eran m¨¢s que pre¨¢mbulos a m¨¢s preguntas. Cuando el macho de una pareja se ve sustituido por otra hembra, todos los pasos del proceso normal y tradicional de cr¨ªa de un polluelo parecen presentar, de pronto, un dilema nuevo. A la hora de la verdad, o las reglas que rigen la vida de los albatros est¨¢n desmoron¨¢ndose y las parejas lesbianas est¨¢n poniendo en marcha una serie de conductas alternativas, regidas por otras normas, o la ciencia no ha entendido nunca del todo las reglas de comportamiento de los albatros. Y eso es lo importante para Young: lo que le fascina es la complejidad y aparente flexibilidad de la especie, el rompecabezas que crean las parejas de hembras en Kaena Point con su mera existencia. No est¨¢ intentando explicar una conducta homosexual. Est¨¢ intentando explicar el albatros. Y por eso le ha sorprendido tanto la reacci¨®n politizada del resto del mundo.
Muchos de quienes se pusieron en contacto con Young tras la publicaci¨®n de su primer ensayo sobre los albatros supon¨ªan que era lesbiana. No lo es. Su marido, asesor biol¨®gico, fue uno de los autores del art¨ªculo, junto con Brenda Zaun (que tampoco es gay, por cierto). A Young le molest¨® la idea; no que la considerasen gay, sino que la creyeran una mala cient¨ªfica, porque esas personas parec¨ªan pensar que sus investigaciones estaban contaminadas por intereses personales.
Pocos meses despu¨¦s de visitar Kaena Point, dos ping¨¹inos del zoo de San Francisco se convirtieron en el ¨²ltimo caso de una tradici¨®n de parejas de ping¨¹inos del mismo sexo en cautividad y ocuparon los titulares de todo el mundo. Despu¨¦s de seis a?os juntos -en los que las dos aves incluso adoptaron a un hijo llamado Chuck Norris-, los ping¨¹inos se separaron cuando uno de ellos se fue con una hembra llamada Linda. El cuidador de los ping¨¹inos en el zoo, Anthony Brown, me cont¨® que hab¨ªa recibido airados mensajes de correo electr¨®nico en los que le acusaban de separar a la pareja por motivos pol¨ªticos. "En el zoo de San Francisco, los ping¨¹inos toman sus propias decisiones", asegura Brown. Otra pareja de ping¨¹inos macho que adoptaron una cr¨ªa en el zoo de Central Park, Nueva York, qued¨® inmortalizada en 2005 en el libro ilustrado para ni?os And Tango makes three. Seg¨²n la Asociaci¨®n Americana de Bibliotecas, desde hace tres a?os ha habido m¨¢s peticiones de que se retire And Tango makes three que cualquier otro libro.
Lo que hacen los animales -lo que se considera "natural"- parece tener una extra?a fuerza moral: est¨¢ ah¨ª, es irrefutable, como factor que ayuda a legitimar o denunciar nuestra propia conducta. Durante la era victoriana, las observaciones del comportamiento homosexual en cisnes e insectos se utilizaron para alegar que la homosexualidad en los seres humanos no era moral, puesto que, en los primeros tiempos de la era industrial y el darwinismo, la gente quer¨ªa dar una imagen m¨¢s civilizada que la de los "animales inferiores". El mismo razonamiento emplearon los nazis. En el otro extremo, una drag queen australiana conocida como Doctora Gertrude Glossip ha empleado el libro de Bagemihl para crear una gu¨ªa de visitas al zoo de Adelaida, destinada a gays y lesbianas.
James Esseks, director del Proyecto de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales en la Uni¨®n de Libertades Americanas, me cont¨® que nunca ha utilizado datos del comportamiento animal en sus argumentos legales sobre los derechos de los seres humanos. No obstante, aclara, las encuestas muestran que los estadounidenses tienen m¨¢s probabilidades de discriminar a gays y lesbianas si creen que la homosexualidad es "una opci¨®n".
Esseks se ha encontrado con lo que le hab¨ªa parecido desde el principio el problema fundamental: quienes desean discriminar a gays y lesbianas quiz¨¢ han acorralado a los dem¨¢s en un debate sobre lo que es "natural" s¨®lo a base de afirmar durante mucho tiempo que la homosexualidad no lo es. Pero dar la menor importancia a si algo es natural o antinatural es una forma de despistar; es imposible saber lo que significan esas palabras, incluso en un contexto puramente cient¨ªfico; Zuk hace notar que los animales no conducen coches ni ven pel¨ªculas y nadie dice que esas actividades sean "antinaturales".
? 2010 The New York Times Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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