Los entrenadores de la NBA no tienen importancia
S¨¦ que estas tres cosas son ciertas: primera, el cerebro femenino fue concebido por un s¨¢dico; segunda, es f¨¢cil decir que no te da miedo morir cuando eres joven, pero resulta mucho m¨¢s dif¨ªcil a medida que te acercas al final, y tercera, los entrenadores de la NBA no tienen importancia.
Es mejor dejar la discusi¨®n sobre el primer punto y el segundo para una larga tarde de s¨¢bado, en una conversaci¨®n con tres amigos, durante cuatro horas y con cinco botellas de Rioja (y conste que escribir¨ªa lo mismo tanto si esto se publicara en un peri¨®dico espa?ol como en una revista eslovena de coches usados; hasta ese punto me gusta el vino que hac¨¦is en Espa?a).
De modo que me queda mucho espacio para discutir la tercera verdad. A medida que los equipos de la NBA son eliminados en los playoffs (o mientras ven esos playoffs desde la comodidad de sus vacaciones caribe?as), el Gran Carrusel de los Entrenadores empieza a girar despacio. En un mundo racional, el carrusel elegir¨ªa a sus nuevos pasajeros para una caprichosa vuelta de cuatro a?os en el parque de atracciones que es la NBA. Pero el mundo de la NBA no es racional. En el mundo de la NBA, los pasajeros ya est¨¢n colocados, listos para que los reanimen como los zombis que son.
En los Suns, el m¨¦rito deber¨ªa ser para los fisioterapeutas, no para el bueno de Alvin Gentry
Mike Fratello tiene una entrevista con los Hornets de Nueva Orleans. Dwane Casey habla con los del 76 de Filadelfia. Los Bulls de Chicago se plantean fichar al entrenador universitario John Calipari.
El rasgo com¨²n que comparten estos hombres: todos han salido escopetados anteriormente de las ciudades de la NBA como un forajido del Salvaje Oeste al que le dicen que tiene 24 horas para irse del pueblo.
Nadie encarna mejor el enfoque miope de la NBA en cuanto a la gloria de los entrenadores que el actual ojito derecho de los medios de comunicaci¨®n, Alvin Gentry, de los Suns de Phoenix. He escrito antes sobre Gentry y he dicho que esperaba que le fuera bien, pero s¨®lo porque verdaderamente es muy buena persona. ?l no es la raz¨®n por la que los Suns de Phoenix siguen jugando partidos de baloncesto en 2010.
Los Suns de Phoenix siguen jugando porque Grant Hill ha rejuvenecido su carrera, porque Amare Stoudemire ha aprendido lo que significa la palabra defensa y porque Steve Nash es Steve Nash. Por esa raz¨®n, realmente, el m¨¦rito deber¨ªan llev¨¢rselo los fisioterapeutas de los Suns, el diccionario de Stoudemire y la madre y el padre de Steve Nash por su ocurrencia de mantener relaciones sexuales por lo menos una vez. Alvin Gentry s¨®lo est¨¢ por lo que pudiera pasar.
Es cierto que en los playoffs de este a?o algunos entrenadores est¨¢n teniendo alguna influencia en los respectivos destinos de sus equipos. Phil Jackson no es la exc¨¦ntrica combinaci¨®n de Buda, Gandhi y Poseid¨®n que ven algunos, pero s¨ª es verdad que tiene cierta propensi¨®n a ganar campeonatos. Gregg Popovich, por otra parte, es probablemente mejor de lo que cree el ciudadano medio; su oscuridad se puede achacar a que se encuentra en un lugar rec¨®ndito como San Antonio y a su reticencia a publicar libros centrados en su persona.
Todos los dem¨¢s son s¨®lo eso, los dem¨¢s. Sus nombres no tienen verdadera importancia. Un a?o, se les aclamar¨¢ como posibles salvadores (2009, Vinny del Negro). El siguiente, habr¨¢ apretones de manos y caras largas y declaraciones como: "Le agradecemos sus servicios y le deseamos lo mejor" (2010, Vinny del Negro).
Mientras tanto, a los tipos afortunados como Mike Fratello y Alvin Gentry les ofrecer¨¢n contratos de millones de d¨®lares que les ayudar¨¢n a pagar los chal¨¦s en primera l¨ªnea de playa desde los que ver¨¢n alg¨²n d¨ªa los playoffs en los que no est¨¦n entrenando.
Mientras lo hacen, el carrusel seguir¨¢ dando vueltas, chirriantes e il¨®gicas.
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