Las pensiones, lo f¨¢cil y lo necesario
La primera frase que se oye cuando se habla del grave problema del d¨¦ficit de la Seguridad Social en los pa¨ªses europeos, incluso en Espa?a, donde la protecci¨®n social es m¨¢s d¨¦bil, es que ese d¨¦ficit va a aumentar debido a la prolongaci¨®n de la vida y la disminuci¨®n del n¨²mero relativo de los que cotizan respecto a los que tienen derecho a recibir prestaciones. La pregunta que surge de inmediato es: ?Qu¨¦ hay que hacer? ?Aumentar las cotizaciones, disminuir las pensiones o prolongar la vida activa y, por consiguiente, el periodo de cotizaci¨®n? En general, la conclusi¨®n es que la tercera soluci¨®n es la menos brutal y quiz¨¢ la m¨¢s aceptable. Pero ?no es despachar las cosas demasiado deprisa?
"No es posible reformar pensiones sin lograr antes que los asalariados de 55 a 60 a?os tengan trabajo"
"No siempre quienes llevan a cabo los trabajos m¨¢s dif¨ªciles son los m¨¢s beneficiados al jubilarse
Recordemos que los sistemas de Seguridad parten de considerar poblaci¨®n al conjunto de trabajadores. Son ellos quienes pagan las cotizaciones, a las que se a?aden las de los empresarios; el Estado tambi¨¦n interviene para garantizar el funcionamiento normal del sistema de redistribuci¨®n y la seguridad de la vida personal de esos trabajadores. Sin embargo, hoy vivimos un periodo en el que la proporci¨®n de la renta nacional que representan los trabajadores ha disminuido y la de los ricos, en especial los muy ricos, ha aumentado tanto que hemos pasado en parte de ser una sociedad productiva a ser una rentista.
La primera medida que se debe tomar, ?no es la de ampliar la base imponible de las cotizaciones al conjunto de las rentas y no s¨®lo a las del trabajo? No nos olvidemos de a?adir que, dado que la Seguridad Social -como el impuesto progresivo sobre la renta- desempe?a un papel redistributivo, es normal retener m¨¢s dinero a los m¨¢s ricos, sobre todo a los que usan con habilidad los atajos fiscales, con el fin de garantizar el respeto a las jubilaciones en vez de hacerse demasiadas ilusiones de aumentar la aportaci¨®n de los asalariados. Esta observaci¨®n es fundamental para los sindicatos, que suelen negarse a entrar en un debate directo y restringido sobre la edad de jubilaci¨®n porque, a su juicio, exige a los asalariados que soporten por s¨ª solos el peso de un problema de alcance nacional. S¨®lo despu¨¦s de haber extendido as¨ª el problema podemos examinar la situaci¨®n de los asalariados. Y lo m¨¢s urgente aqu¨ª no es la edad de jubilaci¨®n, puesto que hay varias cuestiones que debemos resolver previamente.
La primera, la que a m¨¢s gente afecta, es aumentar el empleo de las personas mayores, es decir, de m¨¢s de 55 a?os. En Francia, los que llegan a la edad de la jubilaci¨®n ocupando un puesto de trabajo son una minor¨ªa, a¨²n m¨¢s reducida en el caso de las mujeres. Por supuesto, hay algunos que se acogen a jubilaciones anticipadas que pueden ser favorables, pero otros se han quedado sin empleo y no reciben m¨¢s que unos subsidios de paro a menudo insuficientes. ?Por qu¨¦ exigir a unos hombres y mujeres de 62 a?os que sigan en activo cuando la mayor¨ªa de los que tienen 58 no tienen trabajo? Es un problema tan evidente que no es posible reformar las jubilaciones sin lograr antes que los asalariados de 55 a 60 a?os tengan trabajo, salvo aquellos que, despu¨¦s de haber empezado a trabajar muy j¨®venes y en actividades que requieren gran esfuerzo, tengan derecho a recibir una jubilaci¨®n completa antes de los 60 a?os, incluso a los 55 en algunos casos.
Un segundo problema, mucho menos importante, es que todav¨ªa existen profesiones con grandes ventajas -no hablemos de privilegios- en materia de jubilaciones. No siempre los que llevan a cabo los trabajos m¨¢s dif¨ªciles son los que salen m¨¢s beneficiados a la hora de jubilarse. Hay que reflexionar, por ejemplo, sobre la situaci¨®n de dos profesiones tan distintas como las de ense?ante y militar.
El tercer problema es el de la dureza de las condiciones de trabajo. El tema est¨¢ de actualidad, porque hemos visto multiplicarse los suicidios en el lugar de trabajo, por ejemplo en France T¨¦l¨¦com, una empresa p¨²blica que no corresponde al perfil de empresa industrial cl¨¢sica. El estr¨¦s se ha ido extendiendo a medida que se han pretendido adaptar los puestos de trabajo a la situaci¨®n del mercado. El asalariado al que se cambia de puesto, con lo que se le separa de su grupo y se le arrebata la capacidad de iniciativa que hab¨ªa adquirido poco a poco, se siente tratado de manera inhumana y se hunde bajo la presi¨®n de situaciones que no tiene posibilidad de cambiar. No es posible pensar en una prolongaci¨®n de la vida laboral si antes no logramos un conocimiento serio de las situaciones m¨¢s agresivas con las que pueden toparse los trabajadores.
Un ¨²ltimo problema, tal vez el m¨¢s dif¨ªcil de solucionar, es el del c¨¢lculo del periodo de cotizaci¨®n real. Muchos asalariados empiezan a trabajar mediante un contrato de duraci¨®n determinada establecido por una agencia de trabajo temporal o en tareas estacionales. Es preciso evitar que estas formas indirectas de paro perjudiquen una segunda vez a quienes ya las han sufrido en su momento.
Es muy probable que el problema de las pensiones necesite una soluci¨®n que modifique las condiciones de jubilaci¨®n y en especial, quiz¨¢, el aplazamiento de la edad. Pero hay una gran diferencia entre estudiar este problema como si fuera el ¨²nico a resolver y abordarlo s¨®lo despu¨¦s de haber dado respuestas nuevas a los aspectos mencionados. Los sindicatos podr¨ªan estar dispuestos a negociar una reforma general, pero nunca aceptar¨¢n iniciar un debate si la discusi¨®n s¨®lo se refiere hasta el punto de que les parece m¨¢s claramente dirigido contra los asalariados.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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