La revoluci¨®n de los colchones
En fin, que s¨ª, que me alegro mucho del triunfo colchonero, que tengo entendido que ya era hora, que no hay rosa sin espinas, que el que la sigue la consigue, que un gusto que la gente sea feliz con motivo o sin ¨¦l. S¨ª. Pero es que casi nos atropella un descerebrado que hac¨ªa caballitos con la moto Gran V¨ªa arriba Gran V¨ªa abajo, emitiendo un ruido tan desagradable que resulta un misterio que se enorgulleciera de ¨¦l y salt¨¢ndose los sem¨¢foros en rojo, incluido el que cruz¨¢bamos nosotros y un se?or con bigote, que proclam¨®: "?A ese hab¨ªa que pegarle un tiro!" (rug¨ªa como si tambi¨¦n ¨¦l le hubiera quitado el silenciador al tubo de escape de su garganta). No, hombre, no, tampoco es eso, no se ponga usted as¨ª. Pero s¨ª, lo dejamos atr¨¢s farfullando sobre pistolas mientras los coches de la hinchada rojiblanca inquietaban a su vez la calle pisando a fondo el acelerador y pretendiendo con los cl¨¢xones una melod¨ªa que, al parecer y seg¨²n me descubrieron sobre la marcha, procede de una de las consignas estrella de Mayo del 68: "Ce n'est qu'un d¨¦but, continuons le combat (Esto no es m¨¢s que el principio, continuemos el combate)". Ah, me cruz¨® el pecho una punzada de melancol¨ªa, ut¨®pica como el socialismo aquel: se dir¨ªa que los coches que pasaban a nuestro lado cual r¨¢fagas de entusiasmo fueran a coger sitio en las mejores barricadas (La barricade ferme la rue mais ouvre la voie / La barricada cierra la calle, pero abre la v¨ªa); se dir¨ªa que las banderas que ondeaban a trav¨¦s de sus ventanillas, rojas como claveles, fueran la ense?a de los mejores sue?os colectivos (Sous les pav¨¦s, la plage / Bajo los adoquines, la playa). Pero no, eran los colchoneros. Pi pi pipip¨ª pipipipi pip¨ª: para eso han quedado las revoluciones, ya ves, para tocar el pito, que est¨¢ prohibido. Okey, okey, mejor los goles de los del Atl¨¦tico que las pistolas de los del mostacho. Pienso esto y cuando ya estoy a punto de sentir otra punzada, mucho m¨¢s dolorosa porque es muy parecida a la verg¨¹enza (pero "la verg¨¹enza es un sentimiento revolucionario", consigna Gamoneda), o acaso porque, de pronto, me he acordado de Franco; cuando en realidad ya estoy a punto, digo, de ser atropellada, recuerdo el t¨ªtulo del ¨²ltimo libro de Quim Monz¨®, una recopilaci¨®n de art¨ªculos publicada por El Acantilado, y recupero un poco la compostura hist¨®rica y emocional: Esplendor y gloria de la Internacional Papanatas. Ya dec¨ªa yo: okey, okey. Pues alegr¨ªa.
Hay d¨ªas y noches en que el azar decide que se condensen las part¨ªculas de nuestra vida
Porque el caso es que, bueno, nosotros est¨¢bamos euf¨®ricos tambi¨¦n. Ven¨ªamos, iron¨ªas del destino, de la calle de Ferraz, que estaba asimismo muy agitada porque hay d¨ªas y noches en que el azar decide que se condensen en el aire las distintas part¨ªculas elementales de nuestra vida, y a la calle de Ferraz le toc¨® en el calendario que el 12 de mayo de 2010 fuera un d¨ªa movidito: en el n¨²mero 70, sede del PSOE, la ejecutiva sudando la gota gorda para convencer al personal de la necesidad de lo que Pepe Blanco denomina "un esfuerzo nacional"; en el n¨²mero 38, sala Ramdall, los ejecutantes sudamos la slim bead, convencidos por el fabuloso ritmo londinense de los We Have Band, en un concierto que ser¨¢ memorable, algo as¨ª como haber asistido en su d¨ªa a uno de los primeros directos de The Smiths. Porque as¨ª son las cosas, compa?eros, de la revoluci¨®n colchonera, camaradas: el mundo hace como que se desmorona cuando en realidad todo es tan sencillo como recuperar la econom¨ªa tomando medidas para recortar el gasto p¨²blico, principalmente el relativo a jubilaci¨®n y pensiones, y haci¨¦ndonos as¨ª con un colchoncito para caer mejor, ?cuidado con las cervicales!; el mundo, digo, hace como que desfallece cuando en realidad todo es tan sencillo como bailar sin parar durante horas, hasta caer rendida en tu colch¨®n (a fin de cuentas generales del estado de la cuesti¨®n: L'ennui est contre-r¨¦volutionnaire / El aburrimiento es contrarrevolucionario).
Cuando acab¨® el concierto de We Have Band, la calle de Ferraz, qui¨¦n lo dir¨ªa, estaba como muerta, a excepci¨®n de los que salimos de la sala Ramdall, que nos sent¨ªamos vitalistas sin necesidad de hacer simulacros de atropello. Es lo que tiene el baile: que salva al cuerpo y al alma que el cuerpo lleva dentro. Lo digo yo, pero es m¨¢s f¨¢cil creer a To?o, un rapero mexicano que en el documental Presunto culpable, presentado el otro d¨ªa en Documenta Madrid, cuenta admirablemente c¨®mo el baile parec¨ªa sacar su cuerpo de la c¨¢rcel cuando fue acusado sin pruebas y condenado a 20 a?os por un homicidio que ¨¦l nunca cometi¨®. Un colch¨®n para el alma. En el n¨²mero 70, sin embargo, quiz¨¢ conten¨ªan la respiraci¨®n, sobrecogidos por su mismo ser, noqueados por un golpe propio: "la doctrina del shock" lo llama Naomi Klein. Conten¨ªan la respiraci¨®n, se miraban unos a otros de reojo, trataban de enfriar alg¨²n ¨¢nimo, se mordisqueaban las u?as, beb¨ªan demasiado caf¨¦, algunos fumaban sin parar en esos rincones donde confabulan los fumadores, ya me entiendes. A ver qu¨¦ pasa ahora, deb¨ªa de ser la atm¨®sfera general (?huelga?). Pero me apuesto el colch¨®n de l¨¢tex que nadie bailaba. Mientras, nosotros, que nos encamin¨¢bamos a la Gran V¨ªa y a¨²n no conoc¨ªamos el resultado rojiblanco, o¨ªmos una explosi¨®n: "Bomba o triunfo", pronostic¨® el ¨²nico interesado en el asunto. Un colchonero, un revolucionario, un marxiste tendance Groucho.
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