?Por qu¨¦ somos tan il¨®gicos?
Imaginemos que vamos al m¨¦dico y nos puede informar sobre nuestra enfermedad de dos maneras: 1. El 80% de las personas se curan. 2. El 20% mueren. ?Cu¨¢l de las dos elegir¨ªamos? En general, los humanos preferimos la primera, pero a un ordenador le dar¨ªa absolutamente igual porque ambas contienen exactamente el mismo mensaje.
Este tipo de sesgo se denomina enmarcamiento. Twersky y Kahneman lo acu?aron para denominar c¨®mo las personas responden de manera diferente a descripciones distintas, pero objetivamente equivalentes.
En 1982 se llev¨® a cabo una investigaci¨®n en Estados Unidos que mostr¨® que los cirujanos (como humanos que son) tambi¨¦n sucumben al efecto del enmarcamiento. Los participantes en el experimento, bas¨¢ndose en datos cl¨ªnicos reales, informaron sobre una intervenci¨®n quir¨²rgica de una determinada manera a un grupo de ellos y de otra distinta a un segundo grupo. Concretamente, se les dijo esto: "La supervivencia media para esta intervenci¨®n es del 93%". "La mortalidad media para esta intervenci¨®n es del 7%". Los cirujanos informados en positivo (sobre la supervivencia) se mostraron m¨¢s dispuestos a recomendar esta operaci¨®n a sus pacientes.
"?C¨®mo es posible que en las rebajas todav¨ªa cuelen los precios de 19,90 euros o 39,90 euros, si sabemos que es una estrategia de ventas?"
"Si alguien nos diera a elegir entre dos n¨²meros de loter¨ªa: 44.444 o 63.425, ?a que escoger¨ªamos el segundo?"
Si fu¨¦ramos l¨®gicos, no deber¨ªa haber diferencias. Pero las hay.
El enmarcamiento lo podemos ver cada d¨ªa si analizamos peri¨®dicos de distinta tendencia pol¨ªtica. Los mismos datos son presentados de manera opuesta. ?C¨®mo interpretamos esos datos? Si nos anuncian que un 55% de los espa?oles est¨¢n a favor de la medida X, nuestro cerebro lo resume y se queda con la idea de que la mayor¨ªa de los conciudadanos est¨¢n a favor. Este reduccionismo se debe a un tipo de econom¨ªa mental, o dicho de otra forma, de pereza mental. No nos paramos a pensar que el 45% de los espa?oles est¨¢n en contra.
Adem¨¢s del enmarcamiento, veamos otros fen¨®menos il¨®gicos.
el orden de las palabras
El orden de los factores?
s¨ª altera el producto
Existe un tipo de experimento en el que se presenta, a dos grupos de personas, una descripci¨®n de un supuesto individuo con los mismos adjetivos, pero con el orden cambiado. Una es: "Pedro es inteligente, habilidoso, impulsivo, critic¨®n, empecinado y envidioso". La segunda: "Pedro es envidioso, empecinado, critic¨®n, impulsivo, habilidoso e inteligente". ?A qui¨¦n caer¨¢ mejor Pedro?, ?a los que han le¨ªdo la primera o la segunda? Normalmente, los sujetos que leen la primera descripci¨®n punt¨²an mejor a Pedro. Cuando leemos o escuchamos informaci¨®n, no lo hacemos de forma pasiva; nuestro cerebro, de manera autom¨¢tica, va anticipando lo que vendr¨¢ a continuaci¨®n. Si el primer adjetivo es positivo, prevemos inconscientemente que lo siguiente tambi¨¦n lo ser¨¢, y si no lo es, lo matizamos autom¨¢ticamente para que se acerque lo m¨¢s posible a nuestra primera impresi¨®n.
Si no lo hemos hecho nunca, es interesante reflexionar un rato sobre la palabra pero. Supongamos que tenemos un jefe y nos dice: "Me gusta mucho tu trabajo, pero eres impuntual con las entregas". O bien: "Eres impuntual con las entregas, pero me gusta mucho tu trabajo". ?Qu¨¦ nos gustar¨ªa m¨¢s? Sin duda, el segundo comentario. Nos est¨¢ diciendo exactamente lo mismo, pero cuando hay un pero, el ¨¦nfasis siempre lo ponemos en la parte final.
As¨ª que vayamos con mucho cuidado con los peros. Si alguien nos explica un problema y al acabar le decimos: "Te entiendo, pero?", ?se sentir¨¢ comprendido? Pues no mucho. Quiz¨¢ podr¨ªamos cambiar el pero por un y, por ejemplo: "Te entiendo y, adem¨¢s, pienso?". O simplemente cambiar el orden, darle nuestra opini¨®n, y al final, "pero te entiendo". Peque?os matices de grandes resultados.
Daltonismo num¨¦rico
"Una pizca de probabilidad tiene tanto valor como una libra de quiz¨¢" (James Thurber)
Al igual que las palabras, los n¨²meros tambi¨¦n los interpretamos de forma curiosa. Los estudios demuestran que, bajo un cierto l¨ªmite, las probabilidades nos parecen equivalentes. Por ejemplo, nuestro cerebro interpreta igual una probabilidad del 8% y otra del 1%. Asimismo, nuestra il¨®gica con los porcentajes la podemos detectar en el hecho de que preferimos que la probabilidad de que nuestro avi¨®n se estrelle sea de 0,000001 (1/1.000.000) que de 0,0000009 (9/10.000.000). En este caso, lo de menos es el resultado, la elecci¨®n depende simplemente de que en?el primer supuesto hay un 1 en lugar de un 9, y por este motivo la probabilidad nos parece menor.
La trampa num¨¦rica m¨¢s cotidiana en la que caemos es la de las rebajas. ?C¨®mo es posible que la estrategia de la?camisa de 19,90 euros o el pantal¨®n de ?s¨®lo 39,90 euros! todav¨ªa cuele? No somos tontos y sabemos perfectamente que es una estrategia de ventas y que, en?realidad, si el producto cuesta un c¨¦ntimo menos no influir¨¢ en nuestra decisi¨®n. No obstante, parece que s¨ª lo hace, pues de lo contrario esta t¨¢ctica ya no se utilizar¨ªa.
Conclusiones erradas
"Vivimos en la era de la televisi¨®n. Una sola toma bonita ayudando a?un viejo dice m¨¢s que todas las?estad¨ªsticas sanitarias"(Margaret Thatcher)
Cuando extraemos una conclusi¨®n de cualquier tema, lo hacemos bas¨¢ndonos en la informaci¨®n que tenemos m¨¢s?accesible. Si nos preguntan si consideramos m¨¢s probable que una palabra inglesa empiece por la letra k o que tenga una k en la tercera posici¨®n, probablemente afirmaremos que son m¨¢s numerosas las palabras que empiezan por k. Sin embargo, existen alrededor de tres veces m¨¢s vocablos con una k en tercera posici¨®n. Nuestra respuesta se basa en procesos que tienen que ver con los mecanismos de nuestra memoria. Debido a ellos nos resulta m¨¢s f¨¢cil recuperar y recordar las palabras por las letras que empiezan que por cualquier otra incluida en ellas. Las palabras que empiezan por k son m¨¢s accesibles, pero eso no significa que realmente sean m¨¢s abundantes.
?Y si nos preguntan si en Espa?a hay m¨¢s muertes por suicidios que por accidentes de tr¨¢fico? En general, contestamos que hay m¨¢s muertes en las carreteras, aunque en realidad no es as¨ª. Nuestra respuesta se debe a que se informa much¨ªsimo m¨¢s de las muertes por accidentes. Los suicidios suelen ser silenciados.
Las estad¨ªsticas no tienen nada que hacer comparadas con lo que ven nuestros ojos. Aunque nos informen del elevado porcentaje de muertes por c¨¢ncer de pulm¨®n debidas al tabaco, si nuestro t¨ªo Paco, de 89 a?os, ha fumado toda la vida como un carretero y est¨¢ como un roble, ?qu¨¦ conclusi¨®n sacamos?
Deducciones sesgadas
"Saltar r¨¢pidamente a?conclusiones rara vez conduce a felices aterrizajes" (S. Siporin)
Supongamos que se ha realizado un estudio sobre las familias espa?olas que tienen seis hijos y se ha comprobado que una de cada tres tienen tres chicos y tres chicas. Sigamos imaginando y pensemos que analizamos el orden de nacimiento de los hijos. ?Qu¨¦ orden creemos que es m¨¢s probable?
1. Mujer, hombre, hombre, mujer, hombre, mujer.
2. Hombre, hombre, hombre, mujer, mujer, mujer.
La primera opci¨®n es m¨¢s t¨ªpica o representativa de un orden al azar y por ello se suele contestar que es la m¨¢s probable. Sin embargo, las dos secuencias son igualmente probables estad¨ªsticamente hablando.
El mismo fen¨®meno pasar¨ªa si alguien nos diera a elegir entre dos n¨²meros de loter¨ªa: el 44.444 o el 63.425. ?A que escoger¨ªamos el segundo? El primero nos parece menos probable, porque una cifra con todos los n¨²meros iguales es menos representativa, menos t¨ªpica.
Nos explican que Juan es un chico delgado, lleva gafas, es licenciado en Historia y le encanta leer. Y luego nos preguntan si creemos que es bibliotecario o camarero. Si tuvi¨¦ramos que apostar, la mayor¨ªa dir¨ªamos que es bibliotecario, tal como lo demuestran muchas investigaciones. Nuestra respuesta se vuelve a basar en lo que nos parece m¨¢s representativo o t¨ªpico. Sin embargo, tendr¨ªamos m¨¢s probabilidades de acertar si apost¨¢ramos a que es camarero, simplemente porque existen muchos m¨¢s camareros que bibliotecarios en nuestro pa¨ªs.
imaginaci¨®n contra la l¨®gica
Cuando el r¨ªo suena?quiz¨¢ no lleve agua
El 28 de diciembre, una amiga me llam¨® por tel¨¦fono para contarme un suculento cotilleo. Hab¨ªa pillado in fraganti, muy acaramelados, a un amigo nuestro, casado, con una amiga divorciada. Me sorprendi¨® much¨ªsimo porque son dos personas de ambientes muy diferentes y que aparentemente no encajan. As¨ª que solt¨¦ el t¨ªpico "?No me lo puedo creer!". Entonces ella me ofreci¨® todo lujo de detalles que mi mente recre¨® en profundidad. Al final, ri¨¦ndose, me dijo que era una completa inocente. Entonces, ca¨ª en la cuenta de la fecha en la que est¨¢bamos.
Lo curioso de la an¨¦cdota es que, aunque s¨¦ que no es verdad?, no s¨¦?, ahora no me sorprender¨ªa tanto encontrarlos juntos.
Lo que me pas¨® lo describe a la perfecci¨®n Massimo Piattelli, autor de Los?t¨²neles de la mente: "Los experimentos encuesta, e incluso los casos reales de la vida, nos han demostrado mil veces c¨®mo una historia plausible y bien explicada puede hacer que consideremos objetivamente probables acontecimientos a los que minutos antes no hubi¨¦ramos concedido ni la m¨¢s m¨ªnima probabilidad".
Causalidad donde no la hay
"La vida es el arte de sacar conclusiones suficientes a partir de datos insuficientes" (Samuel Batler)
Nuestra mente tiende a ordenarlo todo. El caos nos incomoda e intentamos darle sentido y explicaci¨®n a lo que ocurre. Podemos encontrar una causa a meras coincidencias. Y al hacerlo, algunas veces incluso podemos caer en el pensamiento m¨¢gico. Por ejemplo, a interpretar hechos a trav¨¦s de un supuesto orden c¨®smico o de ondas invisibles. No entremos en las creencias espirituales de cada uno, en este terreno ser¨ªa absurdo analizar cu¨¢les son m¨¢s l¨®gicas. Lo que puede resultar il¨®gico es recurrir a ellas para explicar hechos que pueden ocurrir muy probablemente por simple azar.
?Cu¨¢l es el n¨²mero m¨ªnimo de personas que hay que reunir en una habitaci¨®n para que haya una probabilidad superior al 50% de que coincidan los cumplea?os de dos de ellas en el mismo d¨ªa del a?o? Una respuesta cl¨¢sica es 183, pero no. La respuesta exacta es ?24! Las coincidencias son mucho m¨¢s probables de lo que nos pensamos.
Como muy bien afirma el biof¨ªsico y qu¨ªmico Massimo Piattelli: "La raz¨®n no es una facultad cong¨¦nita que act¨²a en nosotros de manera espont¨¢nea y sin esfuerzo". As¨ª que, para ser un poco m¨¢s l¨®gicos, debemos esforzarnos mucho, aunque nunca lo vamos a conseguir del todo.
Pero siempre nos queda ser humildes con nuestras deducciones y dejar a un lado nuestras afirmaciones tajantes.
Ideas razonables
1. Pel¨ªculas
- 'Medianoche en el jard¨ªn del bien y del mal', de Clint Eastwood.
- 'Volver', de Pedro Almod¨®var.
- 'Conspiraci¨®n', de Richard Donner.
- 'Babel', de Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu.
2. Libros
'Los t¨²neles de la mente. ?Qu¨¦ se esconde tras nuestros errores?', de Massimo Piattelli. Cr¨ªtica, 2005.
- 'El curioso incidente del perro a medianoche', de Mark Haddon. Salamandra, 2004.
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