Merkel como problema
La nostalgia por el viejo marco. Los traumas del pasado. La disciplina, el rigor, la estabilidad, el culto por la austeridad, el fetichismo del d¨¦ficit. Hay un buen pu?ado de razones para explicar el golpe de mano de Alemania, un severo recorte del gasto p¨²blico en plena crisis fiscal, en pleno marasmo de dudas sobre el futuro del euro. Todas esas razones se resumen en una: la ortodoxia. La constituci¨®n germana proh¨ªbe el d¨¦ficit p¨²blico en un pa¨ªs que tiene siempre presente -siempre- que los alemanes perdieron todos sus ahorros dos veces en el ¨²ltimo siglo, y lo ¨²nico que hace la canciller Angela Merkel (cuyo extra?o parecido con Margaret Thatcher empieza a ser no solo f¨ªsico) es cumplir a rajatabla la norma. ?A qu¨¦ precio? Con esa jugada -l¨ªcita: al fin y al cabo el resto de pa¨ªses hacen lo mismo- amenaza con condenar a Europa a una reca¨ªda en la recesi¨®n, a un largo estancamiento; puede truncar de ra¨ªz una recuperaci¨®n que apenas asoma la cabeza. Es un viejo error reducir el gasto p¨²blico y subir los impuestos antes de que la econom¨ªa salga de la crisis. Es contraproducente. Pero los viejos errores tienen esas cosas: la mala costumbre de regresar.
Una vez m¨¢s, Europa tiene un problema con Alemania, el pa¨ªs que m¨¢s se ha beneficiado del euro y el que m¨¢s provecho ha sabido sacar del proyecto europeo en los ¨²ltimos a?os. Una vez llegada la crisis (y no cualquier crisis), este ¨²ltimo gesto pone de relieve que los intereses nacionales siguen siendo lo primero. Todo lo dem¨¢s son palabras. Grecia, Portugal, Irlanda y Espa?a han aprobado planes de austeridad por obligaci¨®n: los mercados mandan, los Gobiernos obedecen, esa es la cruda realidad cuando un pa¨ªs ha vivido por encima de sus posibilidades, cuando la pol¨ªtica econ¨®mica es tan discutible. El caso alem¨¢n es diferente. Alemania se ha beneficiado de la crisis fiscal de la periferia de Europa. Los tipos de inter¨¦s de su deuda est¨¢n en m¨ªnimos hist¨®ricos. Su posici¨®n fiscal no requer¨ªa ese tipo de medicina. Con esa decisi¨®n, los intereses del bund alem¨¢n bajar¨¢n a¨²n m¨¢s, pondr¨¢n m¨¢s presi¨®n sobre la deuda de los dem¨¢s. En otras palabras: Merkel condena al resto de dirigentes pol¨ªticos a aprobar nuevos -y dolorosos- planes de recorte del gasto, o a acelerar reformas estructurales a la alemana si no quieren ver el riesgo pa¨ªs a¨²n m¨¢s arriba. El ¨¢rea euro convertida en ¨¢rea marco. Menos gasto p¨²blico, menores sueldos para los funcionarios, menos inversi¨®n, esas cosas. Esas cosas que no suelen ser una alfombra roja para la recuperaci¨®n.
Alemania es la China de Europa: ahorra mucho, su econom¨ªa se basa en las exportaciones, tiene un abultado super¨¢vit comercial. Y traslada esos desequilibrios al resto (cuando un pa¨ªs tiene super¨¢vit, otro debe tener d¨¦ficit). Los organismos internacionales apuntaban hacia una posible salida de la crisis: Alemania deb¨ªa incentivar su an¨¦mica demanda interna para que toda Europa pudiera salir del pozo. Llegada la hora de la verdad, Berl¨ªn hace justamente lo contrario. Y obliga a todos los dem¨¢s a tomar la misma medicina si no quieren probar el l¨¢tigo de los mercados. La f¨®rmula alemana lleva 20 a?os funcionando, pero tiene un problema: si los dem¨¢s la copian no habr¨¢ forma de salir del t¨²nel y se confirmar¨¢ eso de que es un mal de esta ¨¦poca que los locos gu¨ªen a los ciegos.
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