Egos a las finas hierbas
All¨ª est¨¢bamos todos, con nuestros egos revueltos, como los llama Juan Cruz ("los egos son la materia misma de la escritura"). Egos revueltos esplendiendo sobre la hierba en ese backstage al que se refer¨ªa el otro d¨ªa la periodista Lola Huete. ?ramos esos excursionistas que han ido a pasar un d¨ªa de picnic en lo que ella llamaba la trastienda de la Feria del Libro: la parte de jard¨ªn, m¨¢s o menos privilegiado, que hay detr¨¢s de las casetas de editores y libreros. Excursionistas librescos, por as¨ª decir.
Nos hab¨ªa convocado la escritora Alejandra D¨ªaz-Ortiz, que como es mexicana no tuvo dificultad en sobornarnos con promesas de guacamole. All¨ª est¨¢bamos, en la parte de atr¨¢s de la caseta 94, compartida por la editorial Trama y por la joven editorial Veintisiete Letras (cuyo lema son estas palabras, tambi¨¦n mexicanas, de Octavio Paz: "Nos hacen falta obras-puente y hombres-puente. Nos hace falta un pensamiento cr¨ªtico que, sin ignorar la individualidad de cada obra y su car¨¢cter ¨²nico e irreductible, encuentre entre ellas esas relaciones, casi siempre secretas, que constituyen una civilizaci¨®n").
Pens¨¦ que los libros nos han salvado siempre y que acaso sea la ocasi¨®n de salvarlos tambi¨¦n a ellos
En ese backyard nos recibieron Alejandra y Manuel Ortu?o, su admirable editor, un hombre que hace libros porque le gusta, porque quiere y por lo tanto puede, porque ama los libros, porque cree en la literatura. En sus expositores, una delicia, se codean t¨ªtulos raros de grandes escritores (Lady Nicotina, de J. M. Barrie; Diario de Ad¨¢n y Eva, de Mark Twain; Cuentos de una abuela, de Georges Sand) con t¨ªtulos raros de escritores estramb¨®ticos (Par¨ªs Canalla, de Maurice Sachs; Bubu de Montparnasse, de Charles-Louis Philippe) y t¨ªtulos raros de escritores exquisitos (Mi suicidio, de Henri Roorda; El amor es la desgracia, de Joan Rois de Corella).
A su lado, codo con codo, los brev¨ªsimos Cuentos chinos, de Alejandra D¨ªaz-Ortiz (Siete vidas tiene el gato: "Mi primera vida la perd¨ª jugando a la pelota. La segunda me abandon¨® buscando una respuesta que nunca encontr¨¦. La tercera me la rob¨® un cantante de mala fama. De regalo, ofrec¨ª la cuarta, sin raz¨®n. Entre una cena y un te quiero, me apost¨¦ la quinta. La sexta la don¨¦ a Soledades sin Fronteras. La s¨¦ptima, la ¨²ltima que me queda, la quiero ahogar en lo m¨¢s profundo de tu boca"). Y junto a ellos, junto a ella, Los mares detenidos, de Carlos ?lvarez-Ude, editor de la m¨ªtica revista ?nsula, que fue su esposo y pas¨® recientemente a la otra dimensi¨®n, desconocida. El ¨²ltimo regalo de su vida fueron sus poemas, publicados por Trama, escritos por Manuel Ortu?o: "Resucita el Cant¨¢brico. / He llegado y le hablo, de ti, de m¨ª, de cuando el aire / es viento, o solo eso: / aire, tenue caricia del beso".
As¨ª, en familia de sangre y en familia literaria, sobre la hierba, bajo la sombra de cualquier ¨¢rbol (que dir¨ªa la escritora B¨¢rbara Aranguren -quien tambi¨¦n firmar¨¢, ma?ana s¨¢bado, en la caseta de Huerga&Fierro Editores, su nuevo libro de relatos, Madame Ming), en un microclima de frescura y cari?o que combat¨ªa el calor con calor, pasamos el d¨ªa en la Feria del Libro, rodeados de ni?os con un cuento en la mano, de perros sueltos, de familias latinas que compart¨ªan sand¨ªa. Bebimos, re¨ªmos, nos tumbamos: okupamos la Feria. Y me dio por pensar que esta edici¨®n incorporaba m¨¢s que nunca esa parte de atr¨¢s sobre cuyo c¨¦sped se tumban los autores, los editores, los amigos, los lectores; me dio por pensar que la Feria del Libro, de las palabras, era m¨¢s que nunca un pac¨ªfico reducto, un refugio neutral frente a la crispaci¨®n y el miedo que provoca una sola palabra.
Me dio por pensar que esa (esta) crisis maldita nos estaba brindando la ocasi¨®n de recuperar el verde, la brisa, la lectura, el simple estar. Que (m¨¢s all¨¢ del negocio) los libros siempre han sido nuestros aliados frente a la soledad, a la frustraci¨®n, a la incertidumbre, a la confusi¨®n, a la tristeza. Que han sido tambi¨¦n el mejor reflejo de nuestra alegr¨ªa y de nuestro amor. Pens¨¦ que los libros nos han salvado siempre y que acaso esta sea la ocasi¨®n de salvarlos tambi¨¦n a ellos de la especulaci¨®n, de la banalidad, del exceso. Record¨¦ que Carlos Borsani, hombre de teatro, me hab¨ªa dicho que la crisis iba a ser buena para templarnos el car¨¢cter: ?acaso hay una imagen que retrate mejor a un car¨¢cter templado que la de alguien concentrado frente a un libro abierto, enfrascado en su lectura, abstra¨ªdo?
En esas estaba cuando otro editor, Juan Gonz¨¢lez, lleg¨® acompa?ado del m¨¢s pospo¨¦tico de sus escritores, Agust¨ªn Fern¨¢ndez Mallo, cuyo alto y gafapastoso ego esplendi¨® como un paradigma en nuestra fina hierba. Tuve fe, entonces, al recordar la Aclaraci¨®n previa a su libro titulado Postpoes¨ªa: "De la misma manera que las c¨¦lulas act¨²an por duplicaci¨®n de lo m¨¢s peque?o a lo m¨¢s grande, y acogen en su estructura toda la informaci¨®n del pasado para lanzarla al organismo futuro, la poes¨ªa postpo¨¦tica intenta ser ese germen proteico, esa c¨¦lula, que recoja la tradici¨®n, experimente con ella, la ensamble a todos los ¨¢mbitos de la cultura del siglo XXI, y la relance hacia un futuro org¨¢nico, no est¨¢tico, complejo, sin que por ello deba arrastrar proyectos ut¨®picos del pasado". Tal Aclaraci¨®n se subtitula El huevo l¨®gico. Entonces pens¨¦ que nada est¨¢ perdido si existen libros as¨ª, nucleares. (Si existen momentos as¨ª). Feliz lectura, compa?eros de crisis. Va por vuestro ego, l¨®gicamente.
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