Juez severo, juez sensible

Jos¨¦ Saramago fue la conciencia de la literatura, una voz con consecuencia. En una ¨¦poca en que la palabra compromiso ha perdido todo su significado, ¨¦l se lo sigui¨® dando, haci¨¦ndonos recordar que detr¨¢s de las palabras del escritor hay una responsabilidad con lo que se dice y con lo que se hace. Y para comprometerse de esa manera, ten¨ªa que ser un inconforme, inconforme hasta la impertinencia, capaz de aguarle la fiesta a cualquiera porque no ten¨ªa pelos en la lengua. ?l dec¨ªa que su oficio era levantar piedras, y no era su culpa si debajo de esas piedras hab¨ªa monstruos que quedaban al descubierto. Un juez severo de su ¨¦poca, de sus iniquidades e injusticias, pero un juez sensible y amoroso al mismo tiempo, como lo fue con las palabras, que fueron su pasi¨®n. No hay palabra mal colocada en las p¨¢ginas de sus novelas, ni alguna que sobre, ni alguna que falte. Un seductor gracias a las palabras, como me sedujo a m¨ª desde la lectura de El Evangelio seg¨²n Jesucristo. Un escritor de su tiempo, y para la posteridad que ya lo aguardaba desde hace ratos. Y un amigo entra?able, de sonrisa dulce y acogedora, un tanto ir¨®nica siempre, viejo rebelde con causa que me har¨¢ tanta falta.

Sergio Ram¨ªrez es escritor.