Hurst y 'Pickles', el f¨²tbol y sus h¨¦roes inesperados
El ariete, novato y suplente en el 66, tumb¨® a Alemania en la final con un 'triplete' del que no se enter¨® hasta horas m¨¢s tarde - El perro que, tras haber sido robada, encontr¨® la Copa en un matorral de Londres, pudo lamer los platos del banquete ingl¨¦s
"La gente piensa que el partido se ha acabado, pero... Ahora s¨ª". Kenneth Wolstenholme, el popular comentarista de la BBC, no advirti¨® desde su cabina en Wembley que tambi¨¦n Geoff Hurst, el inesperado h¨¦roe ingl¨¦s de la final de 1966, pensaba que el encuentro hab¨ªa finalizado en el momento de anotar su tercer gol ante Alemania. El ¨¢rbitro, el suizo Gottfried Dienst, hab¨ªa pitado una falta en el minuto 120. La hinchada brit¨¢nica interpret¨® que se hab¨ªa bajado el tel¨®n y se ech¨® al c¨¦sped. Hurst, no obstante, avanz¨® y pate¨® la pelota con fuerza. "Solo quer¨ªa alejarla lo m¨¢s posible para ganar tiempo, el bal¨®n entr¨® pero pens¨¦ que no val¨ªa por la invasi¨®n de campo", confesar¨ªa m¨¢s tarde el propio Hurst, poco despu¨¦s Sir y miembro de la Orden del Imperio Brit¨¢nico. Suplente y novato al inicio del campeonato, su cuento de hadas a¨²n no ten¨ªa fin.
Hurst se fue a la ducha convencido de que hab¨ªa marcado dos goles. Algunas versiones de la ¨¦poca apuntaban que no supo de su triplete -el primero y ¨²ltimo en la historia de las finales- hasta el banquete posterior. ?l contar¨ªa recientemente que se enter¨® de forma mucho m¨¢s buc¨®lica. Tras los fastos en la caseta, Hurst pis¨® de nuevo Wembley, ya esquel¨¦tico, en silencio, en b¨²squeda de nuevas emociones, esta vez en la intimidad. En su paseo por el campo le sobresalt¨® ver el marcador: 4-2, tres goles de Hurst. De hecho, el ariete ingl¨¦s ni siquiera se llev¨® el bal¨®n, el bot¨ªn que siempre se lleva el autor de tres o m¨¢s tantos en un partido. A?os despu¨¦s de aquella final, el alem¨¢n Haller, que hab¨ªa anotado seis tantos en el Mundial, tres menos que el portugu¨¦s Eusebio, lo devolvi¨®. El bal¨®n est¨¢ hoy en el Museo Nacional del F¨²tbol de Preston. A Hurst no debi¨® importarle un r¨¢bano. Al d¨ªa siguiente de la final que le glorific¨® de por vida, cuando los periodistas invadieron su casa, ¨¦l estaba cortando el c¨¦sped, como un vecino cualquiera en una rutinaria ma?ana dominical.
Geoff Hurst hab¨ªa nacido en Ashton-unde-Lyne, en Lancashire, al noroeste de Inglaterra el 8 de diciembre de 1941. Era hijo de un ex modest¨ªsimo jugador ingl¨¦s y, pese a ello, dio sus primeros pasos en el cr¨ªquet, con p¨¦simos resultados. En el f¨²tbol le fue mejor, aunque nadie pod¨ªa vaticinar su celebridad. Entre 1959 y 1972 jug¨® en el West Ham United, donde compart¨ªa vestuario con Bobby Moore, el gran capit¨¢n ingl¨¦s, inmortalizado con una estatua a la entrada de Wembley, y Martin Peters, autor del 2-1 en la final ante los alemanes. Hurst era un extremo al que Ron Greenwood, m¨ªtico entrenador de los hammers, convirti¨® en ariete, en un delantero fortach¨®n y algo tosco. No llam¨® la atenci¨®n de Alf Ramsey, seleccionador ingl¨¦s, hasta cinco meses antes de iniciarse el Mundial brit¨¢nico. Alemania siempre fue una constante en la carrera de Hurst, que debut¨® ante los germanos (23-2-66) y cerr¨® su carrera internacional frente a ellos (29-4-72). Para Ramsey, Hunt, del Liverpool, y Jimmy Greaves, el prodigioso goleador (422 tantos en 604 partidos profesionales) entonces en el Milan, eran los titulares.
Hurst lleg¨® al Mundial como un subalterno. No jug¨® los tres primeros partidos, ante Uruguay, M¨¦xico y Francia, pero una lesi¨®n de Greaves ante los galos le abri¨® las puertas. Le toc¨® debutar en un encuentro volc¨¢nico, con un cruce de navajas constante. Inglaterra se med¨ªa a Argentina, un partido selv¨¢tico resuelto por un gol de Hurst de cabeza. "No nos intercambiamos las camisetas con animales", proclamar¨ªa Ramsey, fuera de s¨ª, tras el choque. Durante el mismo, el argentino Ratt¨ªn, tras unos ocho minutos de bronca con el ¨¢rbitro, solo pudo ser expulsado por la polic¨ªa. Sentado a pie de campo, le cay¨® de todo desde las gradas. Ni se inmut¨®: "No me gusta la cerveza inglesa". En la semifinal ante la Portugal de Eusebio, Hurst, que segu¨ªa iluminado, asisti¨® a Bobby Charlton para que este marcara su segundo gol (2-0). Greaves se recuperaba de un ataque de ictericia, pero Ramsey se hab¨ªa encontrado una mina de cara a la final. A Hurst le sal¨ªa todo, los remates que entraban y los que no. Estaba pose¨ªdo por el gol. Marc¨® el 1-1 de cabeza, antes de que con el 2-2 el partido se fuera a la pr¨®rroga m¨¢s controvertida de la historia. A los 101 minutos, Hurst remat¨® con la derecha un centro de Alan Ball. La pelota rebot¨® en el larguero y parpade¨® sobre la l¨ªnea. Hunt, su compa?ero, levant¨® los brazos, el ¨¢rbitro llam¨® a consultas al linier mejor colocado, un azerbayano bigotudo y ya canoso que certific¨® sin titubeos la mayor pifia en una final mundialista. En 1995, la Universidad de Oxford despej¨® las pocas sospechas que exist¨ªan. Mediante un programa inform¨¢tico demostr¨® que la pelota no hab¨ªa traspasado totalmente la raya de gol. "Tengo una gran deuda con Tofik Bakharamov", que as¨ª se llamaba el linier, reconoci¨® a?os despu¨¦s Hurst. Para m¨¢s recochineo, en 2004, ante un partido entre Azerbay¨¢n y Alemania, la FIFA, junto al propio Hurst y Franz Beckenbauer, asisti¨® a la inauguraci¨®n de un busto en honor del asistente en el estadio nacional de Bak¨², que, por supuesto lleva el nombre del azerbayano m¨¢s popular del f¨²tbol. Bakhramov no pudo verla, muri¨® en 1993.
Hurst continu¨® su carrera en el West Ham United y jug¨® el Mundial de 1970, donde arranc¨® con un gol a Rumania. En cuartos, Alemania se tom¨® la revancha e hizo descarrilar a Inglaterra (3-2). Ingleses y alemanes se cruzar¨ªan otras dos veces en los Mundiales: en Madrid, en 1982, empataron sin goles y en Italia 90, los germanos se impusieron en la semifinal por penaltis tras un error de Stuart Pearce. El desconsuelo de Paul Gascoigne, ese ni?o grandote de vida extraviada, fue la imagen del torneo. En la Eurocopa 96, en Wembley, Alemania volvi¨® a vengarse. Esta vez fue Southgate quien fall¨® el penalti decisivo. Desde Bakharamov, Inglaterra sospecha de la maldici¨®n alemana de los penaltis.
A Hurst tampoco le fue mejor tras su glorificaci¨®n. Dej¨® el West Ham, se alist¨® en el Stoke City y se retir¨® en el West Bromwich Albion en 1976, un a?o despu¨¦s de que su hermano Robert se tirara a las v¨ªas del tren. Prob¨® sin fortuna como t¨¦cnico del Chelsea (1979-1981) y, desde entonces, su vida ha sido bacheada.
En febrero de este a?o denunci¨® haber sido objeto de una estafa inmobiliaria en Marbella y dos meses despu¨¦s ofreci¨® a la casa de subastas Bonhams, de Londres, la camiseta de la final del 66. Se adjudic¨® en 10.000 euros. Ahora vive de actos promocionales y como director de f¨²tbol de la cadena de hamburgueser¨ªas McDonalds. Como vendedor tampoco le fue bien. "Practicaba el oficio y un d¨ªa lo hice con mi mujer, Judith. Llam¨¦ al timbre y antes de imitar a un vendedor me dijo: 'Vete a...".
En el f¨²tbol, ni saber que has marcado el hat-trick m¨¢s legendario, aunque te enteres tarde, te da la eternidad. Ni siquiera en un pa¨ªs que venera a sus h¨¦roes. Incluso a los m¨¢s inesperados, como Hurst y Pickles, el perro que encontr¨® en un matorral al sur de Londres la Copa Jules Rimet, robada al inicio del campeonato. Pickles la rescat¨® y Hurst se la dio a Inglaterra. Como recompensa, al animal le dejaron lamer los platos del banquete tras la final. Tuvo peor suerte que Hurst: muri¨® estrangulado por su correa mientras persegu¨ªa a un gato.
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