Aguas profundas
Uno de los supervivientes m¨¢s destacados de esa ya a?eja "Nueva figuraci¨®n madrile?a", ahora arqueol¨®gicamente travestida como grupo "esquizo", no parece que el paso de los a?os afecte al modo de producci¨®n de Guillermo P¨¦rez Villalta (Tarifa, 1948), pues, igual que en sus comienzos, all¨¢ por el inicio de la d¨¦cada de 1970, ahora mismo sigue con el caudal de parecida cota y pautado con casi matem¨¢tica escanci¨®n de exhibici¨®n p¨²blica bienal de su trabajo. Y es que avanza por una avenida recta, que adem¨¢s ¨¦l razona, como suelen hacerlo los que arrastran una corriente de profundos baj¨ªos; esto es: con una superficie n¨ªtida y tranquila, pero con una peligrosa orquestaci¨®n de fondos tortuosos; vamos: simple por fuera, pero complej¨ªsimo por dentro. Algo as¨ª, en fin, como un ge¨®metra empe?ado en bru?ir y lustrar pasiones.
Guillermo P¨¦rez Villalta
Galer¨ªa Soledad Lorenzo
Orfila, 5. Madrid. Hasta el 24 de julio
El despliegue de la presente exposici¨®n 2008-2010 es abrumador, porque su contenido abarca casi un centenar de obras, cuyo n¨²mero ha obligado a su galer¨ªa a dividirlo en dos presentaciones sucesivas, siendo la primera de ¨®leos sobre lienzo, y la segunda, de dibujos y acuarelas sobre papel. Esto ya nos revela, de nuevo, la importancia que tiene para P¨¦rez Villalta el dibujo, que es la clave de b¨®veda de todo lo que realiza, siempre que lo entendamos como los italianos del renacimiento entend¨ªan lo que nombraban como disegno; o sea: dar una plasmaci¨®n f¨ªsica al pensamiento que no solo se limita a las ideas, sino que tami¨¦n es emocional. El r¨ªo imaginativo de P¨¦rez Villalta ha recorrido ya un largo trecho, pero su pulida superficie sigue dejando entrever, en efecto, pozas y remolinos de un trazado cada vez m¨¢s irregular y misterioso, con extra?as refracciones luminosas, plenas de espejismos. El dinamismo de su corriente fluvial est¨¢, como siempre, articulado con la dial¨¦ctica que conjuga lo org¨¢nico y lo cristalino, la palpitante sangre y lo v¨ªtreo, el cuerpo y el alma, como si fuera un reto?o de Paul Klee, pero al que se le hubiera trocado el orden del horizonte, porque P¨¦rez Villata pone en su punto de mira la creciente complicaci¨®n en vez de la simplificaci¨®n. As¨ª lo revela la querencia de P¨¦rez Villata por los momentos de la historia del arte cr¨ªticos, como los siglos XVI, XVIII y XX, donde se enredan hasta el paroxismo los di¨¢fanos ¨®rdenes heredados, a los que no se ceja de buscar sus vueltas y revueltas, pero sin quebrar su plantilla. Reconocemos por aqu¨ª y por all¨ª gui?os a Luca Cambiaso, a Watteau o a De Chirico, esos endiablados revoltosos de adem¨¢n impasible, esos ortodoxos de la locura, esos top¨®grafos del abismo. No se priva ni de un toque japon¨¦s, pues lo suyo es lo privado, no la privaci¨®n.
?Nos puede sorprender que la tela de ara?a que escreta P¨¦rez Villata sea la de una ret¨ªcula melanc¨®lica, una cartograf¨ªa del env¨¦s de lo real, donde acechan los monstruos del sue?o de la raz¨®n? Como caen las hojas de un calendario, se suceden las im¨¢genes de P¨¦rez Villalta, pero, a trav¨¦s de esta prolija novela visual, los guarismos cambian, como con el paso de las estaciones, transform¨¢ndose los paisajes avistados que reorganizan la arquitectura y las luces. Combina la invenci¨®n y la magia. Es un gran mistagogo, un mit¨®grafo, un mas¨®n. Con soberano desd¨¦n hacia lo que peri¨®dicamente se publicita, Guillermo P¨¦rez Villalta va a su aire. La procesi¨®n va por dentro.
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