Semestre fiscal
La presidencia belga de la UE ha comenzado esta semana, tras unas elecciones celebradas a principios de junio que no dar¨¢n lugar a un nuevo Gobierno hasta bien entrado el oto?o. En parte por esta debilidad (que se prolonga desde hace tiempo, dadas las dificultades para formar Gobiernos de coalici¨®n) y en parte por la agenda cargada de temas por resolver, el programa de la presidencia belga no tiene ideas fuertes y es muy continuista, dejando en parte la iniciativa al nuevo presidente del Consejo, el tambi¨¦n belga Van Rompuy.
En el apartado econ¨®mico, y dejando a un lado los retos m¨¢s a largo plazo enmarcados en la Agenda 2020 y las ya habituales referencias a la econom¨ªa sostenible y la innovaci¨®n, las tareas m¨¢s urgentes est¨¢n ligadas a los desaf¨ªos fiscales en Europa y a las mejoras institucionales que eviten futuras crisis. La nueva onda de tensiones financieras ha acelerado los planes de ajuste fiscal en los pa¨ªses de la zona euro que levantan m¨¢s sospechas en los mercados (Espa?a y Portugal); el resto est¨¢n anunciando planes que, por mucho impacto social y medi¨¢tico que tengan, solo ponen los detalles a programas de reducci¨®n de d¨¦ficit que ya se anunciaron cuando se presentaron y aprobaron los programas de estabilidad a finales de 2009. El debate sobre un impulso fiscal adicional que se est¨¢ produciendo en EE UU est¨¢ fuera de lugar en Europa, por un lado porque las tensiones financieras est¨¢n asociadas a los altos d¨¦ficit y, por otro, porque Alemania est¨¢ defendiendo fuertemente la necesidad de austeridad.
Hay cierto consenso en reforzar el principio de las sanciones a quienes no cumplan el PEC
Respecto al tema institucional hay varios frentes abiertos, pero el principal es c¨®mo reforzar la gobernanza econ¨®mica, a ser posible sin cambiar el Tratado de Lisboa, para evitar que se vuelvan a producir desequilibrios elevados. En este sentido, el grupo de trabajo constituido por el Consejo y liderado por Van Rompuy preparar¨¢ sus propuestas para octubre, mientras que el BCE y la Comisi¨®n ya han avanzado varias ideas. Ante la imposibilidad pr¨¢ctica de avanzar hacia una mayor uni¨®n fiscal (no tendr¨ªa mucho sentido sin una uni¨®n pol¨ªtica), parece existir cierto consenso en reforzar el principio de las sanciones a quienes no cumplan sus objetivos fiscales, que era la base del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), complement¨¢ndolas con retirada de fondos estructurales, de los derechos de voto y el adelantamiento de los procedimientos. No todas esas propuestas son convincentes, ya que si el PEC se incumpli¨® fue en parte porque no se pudieron imponer sanciones proc¨ªclicas (que agravan la situaci¨®n de un pa¨ªs cuando tiene problemas). Otras ideas que se barajan son el control por la Comisi¨®n o un nuevo organismo independiente de los presupuestos nacionales antes de que se presenten al Parlamento, la vigilancia de desequilibrios en el sector privado (son los que han desencadenado la crisis) o extender las reglas fiscales constitucionales a todos los pa¨ªses de la zona.
Sin embargo, estas propuestas no son soluciones perfectas. El problema que late tras la crisis griega, y que no tiene f¨¢cil soluci¨®n, es la tensi¨®n existente entre la necesidad de salvar financieramente a un pa¨ªs que no cumple para evitar el contagio, y el incentivo que esto genera para no tomarse la disciplina fiscal en serio. La clave de las futuras reglas fiscales es, por tanto, dise?ar un mecanismo de soluci¨®n de crisis que d¨¦ una respuesta al conflicto entre disciplina fiscal y salvamento en ¨²ltima instancia.
Miguel Jim¨¦nez Gonz¨¢lez-Anleo es Economista jefe para Europa, BBVA Research
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