La pasi¨®n roja
Madrid sale a la calle en masa para recibir a los jugadores de la selecci¨®n espa?ola, que vivieron una agotadora jornada de agasajos, desfiles y fiesta
Hab¨ªan pasado poco m¨¢s de 12 horas desde el disparo de Iniesta cuando la Copa del Mundo aterriz¨® ayer en Barajas . Lo hizo en las manos m¨¢s famosas de Espa?a, las de Iker Casillas, que apareci¨® en el umbral de la puerta del Airbus 340 que trajo a la selecci¨®n de su periplo sudafricano cuando el reloj pasaba 10 minutos de las dos y media de la tarde. Del fr¨ªo sudafricano los jugadores se sumergieron de golpe en el calor asfixiante de un pa¨ªs dispuesto a poner a hervir su pasi¨®n por la selecci¨®n si hac¨ªa falta. Los m¨¢s de 40 grados a pie de pista no importaron a los centenares de trabajadores del aeropuerto de Barajas que se agolparon en torno al per¨ªmetro de seguridad luchando por ser la primera cara que vieran sus ¨ªdolos en suelo espa?ol. Hubo quien se subi¨® a las escaleras corredizas que dan acceso a los aviones para ver mejor y agitar con fuerza sus banderas o quien, como Leticia, una trabajadora de seguridad de una compa?¨ªa a¨¦rea, prefiri¨® quedarse a pie de pista con su bandera en la mano. "Llevo trabajando desde de las seis de la ma?ana, pero me quedo haciendo horas extra para ver a la selecci¨®n", dec¨ªa.
En el hotel los amigos y familiares se identificaban por el n¨²mero de la camiseta
De las manos de Casillas la Copa del Mundo pas¨® al brazo sereno de Vicente del Bosque , que no abandonar¨ªa ese gesto de satisfacci¨®n contenida, marca de la casa, en todo el recorrido. Las celebraciones tras el partido retrasaron el vuelo tres horas y la agenda de visitas oficiales no perdona. As¨ª que las casi seis horas que ten¨ªa la federaci¨®n previstas para el descanso del guerrero en un hotel de Barajas quedaron reducidas a una comida y aseo r¨¢pidos en algo m¨¢s de 90 minutos. Como peque?os clanes identificables por los n¨²meros de las camisetas, los familiares y amigos de los jugadores fueron llegando al hotel. Abrazos, saludos y mucho afecto de ese que cultivan los a?os y multiplica la distancia se vieron en las salas de Barajas. Ninguno de los jugadores, m¨®vil en mano, descans¨® hasta que tuvo a los suyos acomodados en el hotel. "No le vemos desde que volvimos de Sud¨¢frica tras el tercer partido", dec¨ªa con los ojos vidriosos el padre de Fernando Llorente mientras un familiar le anudaba al cuello un pa?uelo de su pueblo al internacional riojano.
Fuera, bajo un sol que te?¨ªa de rojo m¨¢s de una espalda, centenares de personas aguardaban para ver salir a la comitiva rumbo al palacio Real, donde el Rey recibi¨® a los campeones . Mientras la comitiva visitaba a las instituciones, el recorrido que har¨ªan horas m¨¢s tarde en un autob¨²s descubierto se iba ti?endo de un rojo cada vez m¨¢s intenso, hasta llegar a los centenares de miles de personas que abarrotaron la ciudad. Ayer amaneci¨® pronto para Juan Luis y Miguel, dos j¨®venes de Don Benito, Badajoz, que a las ocho de la ma?ana estaban trabajando en Extremadura y a las seis de la tarde se encontraban en La Moncloa con las caras pintadas de rojo y amarillo y con una bandera a modo de capa. 305 kil¨®metros de pasi¨®n por La Roja, que para Juan Luis estaban hist¨®ricamente justificados. "Esto es un hecho sin precedentes que no sabemos si volveremos a ver, por eso estamos aqu¨ª". Hoy a las diez de la ma?ana les esperan en el trabajo. Quien puede que no llegue a tiempo al suyo hoy es Antonio, un murciano de 34 a?os, que se plant¨® con su cami¨®n, tuneado con la selecci¨®n. Ayudado por sus cu?ados, el viernes, cuando sinti¨® que Espa?a iba a ser campeona del mundo reconvirti¨® su cami¨®n en un homenaje con ruedas a los 23 de Del Bosque. Completamente rojos y amarillos, los laterales del veh¨ªculo eran un retrato gigante de la plantilla. "Quiz¨¢ no vea esto nunca m¨¢s, as¨ª que el esfuerzo ha valido la pena", dec¨ªa orgulloso ante todos los flashes que se llevaba su veh¨ªculo. A pocos metros, la figura delicada de Caterina y de sus tres colegas de una compa?¨ªa de ballet ruso destacaban entre la marea roja. "Estamos desde hace un mes en Madrid y hemos venido a ver a los jugadores porque nos encanta el f¨²tbol", dec¨ªa mientras el "Yo soy espa?ol, espa?ol" sonaba por en¨¦sima vez. Durante un buen rato, los c¨¢nticos de los aficionados estuvieron dirigidos por la trompeta de Jos¨¦ Manuel, un joven madrile?o que a sus 22 a?os ya ha estado en dos finales. "Me arrepent¨ª mucho de no llevarme la trompeta a Viena y, este a?o, me ha acompa?ado a Johanesburgo". No quiere desvelar c¨®mo consigui¨® su entrada, pero el caso es que estuvo 38 horas en Sud¨¢frica.
Todo pod¨ªa esperar. Como el autob¨²s a casa de Mar¨ªa, una mujer de 80 a?os que se vio atrapada por la marabunta colorada cuando intentaba coger el autob¨²s de vuelta a casa. Como pronto comprendi¨® que el enemigo era muy superior en ¨ªmpetu y energ¨ªa, prefiri¨® unirse a ¨¦l. "Ya que estoy, me quedo y a ver si hay suerte y veo a Casillas". Mar¨ªa tuvo que esperar a su autob¨²s, pero a cambio se llev¨® una sonrisa de su portero favorito ense?¨¢ndole esa mole brillante que resulta que es la Copa del Mundo. Y ayer estaba en Madrid. Para ella y para todos.
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