Diarios de escritores
Alguien, al reconocer lo ef¨ªmero de la vida, plasma esa sensaci¨®n en alguna parte sin saber que hacia el a?o 2010 esa pr¨¢ctica de apuntes y anotaciones privadas sobre su vida y la vida ser¨¢ muy popular, seducir¨¢ a los lectores y mostrar¨¢, como pocos g¨¦neros, las pulsiones y pulsaciones de su tiempo.
D¨ªa primero. "12 de junio de 1942. Espero poder confi¨¢rtelo todo como a¨²n no lo he podido hacer con nadie, y espero que seas para m¨ª un gran apoyo". As¨ª empieza Ana Frank a los 13 a?os su Diario, ejemplo por antonomasia de un g¨¦nero que, en su caso, siendo el registro de su encierro y el de su familia huyendo del nazismo, se convertir¨¢ en testimonio clave de una ¨¦poca tr¨¢gica.
Entre aquel tiempo y hoy hay un arco donde el yo no ha cesado de conquistar territorios literarios. El origen de tantos diarios como diaristas, divididos en dos grupos: los de continuidad (a lo largo de la vida) y los de crisis (en momentos puntuales, sobre todo al final de la existencia).
El riesgo de manipulaci¨®n es latente, advierte el brit¨¢nico William Boyd, autor de Bamboo (Duomo), un ensayo sobre la escritura de diarios: "Hay escritos que tienen el prop¨®sito de una publicaci¨®n, e incluso de que esta sea p¨®stuma. Los grandes diarios literarios han sido escritos sin ninguna expectativa de ser le¨ªdos. Algunos ejemplos son los de James Boswell y Samuel Pepys".
Ya sea como diarios puros o no, su expansi¨®n imparable estar¨ªa en el descr¨¦dito de la ficci¨®n, asegura Andr¨¦s Trapiello, que lleva un diario que ya va por el tomo 16, Sal¨®n de pasos perdidos (Pre-Textos), y es autor de El escritor de diarios (Pen¨ªnsula).
D¨ªa segundo. Carlos Garc¨ªa Gual, experto en literatura griega y romana, recuerda que "los antiguos no escrib¨ªan (o no publicaban) diarios, aunque s¨ª nos dejaron interesantes apuntes autobiogr¨¢ficos, como los que hay en la famosa Carta s¨¦ptima de Plat¨®n, en las Cartas familiares de Cicer¨®n y, m¨¢s extensamente, en las Meditaciones o Notas para s¨ª mismo del emperador Marco Aurelio. Conservamos dos autobiograf¨ªas en griego, la del historiador jud¨ªo Josefo y la del orador Libanio, y, en lat¨ªn y con otro enfoque espiritual, las Confesiones de San Agust¨ªn. Las Meditaciones del estoico Marco Aurelio se asemejan ciertamente a un diario, pero no tienen fechas".
D¨ªa tercero. Viajeros, exploradores y conquistadores que ensanchan el mundo dejan escritos de sus experiencias. En las grandes embarcaciones surge el m¨¢s claro antecesor de los diarios: el cuaderno de bit¨¢cora. Entre los registros y testimonios de viajeros y descubridores destaca el Diario de a bordo de Crist¨®bal Col¨®n en 1492.
D¨ªa cuarto. La aparici¨®n de la imprenta en 1440, el advenimiento de la Ilustraci¨®n y la conquista de los Derechos Humanos y las libertades sociales e individuales alientan los diarios como se conocen hoy. Los libros de cuentas y los libros de familia derivan en anotaciones de car¨¢cter personal y expresivo, explica Manuel Alberca, de la Universidad de M¨¢laga y autor de La escritura invisible. Testimonios sobre el diario ¨ªntimo (Sendoa).
D¨ªa quinto. Tras el Romanticismo, el siglo XX deja a su paso cada vez m¨¢s diarios de autores como Fernando Pessoa, Katherine Mansfield, Giorgio Seferis, Thomas Mann, Virginia Woolf, Robert Musil, Franz Kafka, Julien Green, Andr¨¦ Gide, Josep Pla, George Orwell, Witold Gombrowicz, Cesare Pavese, Ernst J¨¹nger, Susan Sontag...
Confesiones que seducen a lectores. ?El secreto? Virginia Woolf desvela una parte: "El diario es tan privado y tan instintivo que incluso permite que otro yo se desgaje del yo que escribe, que se separe y observe al primero cuando escribe. El yo que escribe es un yo extra?o; a veces nada le induce a escribir".
Otra parte del secreto de seducci¨®n la revela Truman Capote: "Cuando repasas tu diario, lo que abre un surco en tu memoria son los apuntes m¨¢s intrascendentes". Una idea que completa Antonio Mu?oz Molina, que aunque no se declara un autor de diarios sino "alguien que a veces anota cosas que le ocurren", lo hace por la curiosidad de comprobar c¨®mo al poco tiempo esas cosas se le han olvidado.
D¨ªa sexto. En medio de esta bonanza hay una inflexi¨®n en 1939: Andr¨¦ Gide empieza, con 70 a?os, la publicaci¨®n de sus diarios. Infidencias esparcidas de reflexiones como la plasmada en el mes de julio de hace cien a?os: "Situar la idea de perfecci¨®n, el anhelo, ya no en el equilibrio y la mesura, sino en el extremo, en el qui¨¦n da m¨¢s, es eso quiz¨¢ lo que mejor se?alar¨¢ nuestra ¨¦poca y la distinguir¨¢ de forma m¨¢s enojosa".
D¨ªa s¨¦ptimo. La segunda mitad del siglo XX llega con preguntas: ?qu¨¦ es un diario?, ?por qu¨¦ se escriben?, ?son sinceros?
Un diario es la huella dactilar de quien lo escribe, asegura Trapiello. Lo escriben "llevados por el s¨ªndrome del fl?neur, del transe¨²nte, tal como lo formula Walter Benjamin: llegan demasiado tarde al lugar de los hechos o se van de all¨ª demasiado pronto. El hombre moderno es un ser desplazado que adem¨¢s est¨¢ roto en mil pedazos. S¨®lo la literatura parece darnos la posibilidad de recomponer la vida".
Una literatura confesional que lo impregna todo. "Muchos escritores vienen experimentando en torno a esos nuevos par¨¢metros de subjetividad y antificci¨®n, extrayendo de una escritura cotidiana, como la diar¨ªstica, una modulaci¨®n literaria", explica Anna Caball¨¦, de la Universidad de Barcelona, responsable de su Unidad de Estudios Biogr¨¢ficos, y autora de la biograf¨ªa Carmen Laforet, una mujer en fuga (RBA). Para Caball¨¦, los autores "juegan con la fragmentaci¨®n, la deriva, la libertad de una forma que no est¨¢ condicionada por un cierre".
El fil¨®sofo Jos¨¦ Luis Pardo aclara: "Es un error pensar que lo ¨ªntimo es incomunicable, pero tambi¨¦n lo es confundirlo con el cotilleo sobre la vida privada, aunque sea la de escritores. Que unos vendan sus chismorreos, incluso en forma de libro o de diario, es una diversi¨®n a menudo penosa pero no punible. Lo criminal comienza cuando a ese negocio se le quiere llamar periodismo o literatura, pues el arte es el elemento privilegiado en el que la intimidad se desvela sin pervertirse por ello ni degradarse en privacidad".
Los diarios tambi¨¦n inspiran libros mestizos. Como los de las hijas de Le¨®n Tolst¨®i y Jos¨¦ Donoso: Tatiana Tolst¨®i con Sobre mi padre (Norte Sur) y Pilar Donoso con Correr el tupido velo (Alfaguara), ambos se editan en oto?o. O como ha hecho Justo Navarro con su poemario Mi vida social (Pre-Textos) salido de su propio diario.
D¨ªa octavo. El imperio del yo en el siglo XXI est¨¢ garantizado por un aliado: el ciberespacio y los blogs. Para el argentino Alan Pauls, el crecimiento de este g¨¦nero "tiene que ver con la pretensi¨®n de escribir una cotidianidad en vivo. El escritor mata (o cree matar) tres p¨¢jaros de un tiro: la relaci¨®n con la actualidad (c¨®mo ser contempor¨¢neo), la relaci¨®n con el lector (c¨®mo saber que me leen) y la relaci¨®n con la propia imagen (c¨®mo constituirme en escritor visible)".
D¨ªa noveno. 25 de julio de 2010. Los escritores James Salter, Alma Guillermoprieto, Alan Pauls y Justo Navarro comparten con El Pa¨ªs Semanal pasajes de sus diarios, mientras John Banville hace aqu¨ª este ejercicio por primera vez. Una muestra, como dice Mu?oz Molina, de que los diarios se hacen para combatir la desmemoria. Y recuerda el poema de Jos¨¦ Emilio Pacheco Los d¨ªas que no se nombran: "En vano trato / de recordar lo que pas¨® aquel d¨ªa. / Estuve en alg¨²n lado, / habl¨¦ con alguien, / le¨ª alg¨²n libro... / Lo he olvidado todo. / A tan s¨®lo unos meses de distancia / parece que las cosas sucedieron /en el siglo XIV antes de Cristo".
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