'Me gustar¨ªa morir aqu¨ª'
?las largas hebras del sauce susurrando al viento como un vestido, descendiendo para rozarme o azotarme de pronto la cara. Los ¨¢rboles me abrazan torpemente. Me gustar¨ªa morir aqu¨ª y ser enterrado junto a ellos, cerca del viejo campo a orillas del r¨ªo donde antes jugaban al f¨²tbol, el River Field. Corr¨ªa 1922, y para ellos era a¨²n doloroso mirar a las mujeres. La m¨²sica cambia pero el baile? Qu¨¦ cautivadoras nos parecen las seducciones de anta?o, los lugares de encuentro. Lo que los hombres buscan es emocionante: la conquista. Lo que las mujeres buscan es m¨¢s peque?o: un hogar.
La cuesti¨®n es: ?deben satisfacerse todos los deseos de la juventud? ?Eso los echar¨¢ a perder, o es el sentido mismo de la vida lo que estamos plante¨¢ndonos, su centro y lo m¨¢s preciado?
No somos estoicos. Mientras veo la televisi¨®n, me averg¨¹enzo de lo que tomamos por sentimientos, por alma.
22 de octubre. Domingo por la ma?ana. De camino en coche hacia el pueblo. Todas las dem¨¢s ma?anas, las de despu¨¦s del adulterio cuando nunca me sent¨ª mejor, todo en el mundo est¨¢ en su sitio, las amantes, las avenidas, mi casa.
Coroliano, como explic¨® Peter Hall a Olivier, "es un hombre que est¨¢ tan orgulloso que no tolera siquiera ser amado? o elogiado; es como si fuera propiedad de s¨ª mismo".
Olivier dec¨ªa, antes de los ensayos, "debemos eliminar todo eso de la falsa modestia, cuando rechaza todo elogio a su valor. Los isabelinos consideraban eso atractivo, pero para los p¨²blicos modernos es sencillamente aburrido". (?)
escribir ensayo. Peter ha admirado el m¨ªo en Esquire.
Aparece Jay McInerney. ?Llegu¨¦ a recibir su carta? (que escribi¨® con motivo del Esquire de este verano). No.
Cuando salgo, llega Bill Kennedy. Cruzo unas palabras con ¨¦l. Tengo en la mano su tarjeta. Muchas m¨¢s personas. La mesa de billar est¨¢ cubierta de cosas para comer. George se ir¨¢ al campo el fin de semana de Navidad. Confieso a Bill Becker que no he sido muy inteligente.
-?Por qu¨¦ no?
-Nunca he ganado dinero.
En la fiesta del Esquire, en un lugar llamado Belle Epoque. Pero ahora ya no las necesitas -est¨¢n todas aqu¨ª con sus vestidos negros y sus piernas hermosas-, eso era en otros tiempos. Est¨¢n todas aqu¨ª con la m¨²sica a todo volumen como una nave espacial y Dionisos impera: una rubia alta con una blusa de cuello cerrado de seda roja y pantal¨®n negro, camareras, camareros, rostros resplandecientes, chicas con apartamentos peque?os y la ropa apretujada en el armario, fotos de verano abarquilladas, la pila de cintas o revistas.
?Qui¨¦n pens¨® que las cosas estaban cambiando? Ah¨ª est¨¢n todas, ri¨¦ndose, sacudiendo la melena. Y hombres de Harvard, Princeton.
?Son todos los hombres tan desagradables cuando se despiertan en plena noche?, pregunta la morena alta de rostro sensual.
Es Pearson Marx, la heredera de la fortuna (?), me dice Rust. Su novio?
Traducci¨®n de Isabel Ferrer
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