El problema es de Espa?a
Primera advertencia: siempre he criticado a los gobernantes que est¨¢n permanentemente ojeando sondeos semanales y tomando decisiones a corto en funci¨®n de su contenido. Esto es lo contrario del liderazgo. Podr¨ªamos sustituir a estos gobernantes por un buen programa de ordenador. Pero hay que mantener un contacto cercano con la realidad del pa¨ªs para evitar que las propuestas pol¨ªticas y los actos de gobierno se hagan alej¨¢ndose del sentir general de la sociedad. Hay que leer encuestas.
Segunda: las encuestas tienen un valor relativo, ya que tanto la elaboraci¨®n de los datos como, sobre todo, la formulaci¨®n de las preguntas puede influir bastante en el resultado. Para disminuir este efecto, voy a utilizar ahora dos encuestas recientes elaboradas por dos institutos (Noxa y Gesop), por encargo de dos peri¨®dicos cuyas l¨ªneas editoriales son distintas. Doy la misma credibilidad a una que a otra.
Una malentendida concepci¨®n de la "indisoluble unidad" dificulta el avance hacia f¨®rmulas de corte federal
Recojo algunas respuestas. "?Est¨¢ de acuerdo con la sentencia del Tribunal Constitucional?": no, 68%. "?Apoya la manifestaci¨®n del d¨ªa 10?": s¨ª, 59%. "Si ma?ana se celebrara un refer¨¦ndum sobre la independencia de Catalu?a, ?qu¨¦ votar¨ªa?": s¨ª, 47%; no, 36%. "?Se alegr¨® de la victoria de la selecci¨®n de Espa?a del d¨ªa 11?: s¨ª, 87%.
Una pregunta clave de una de las encuestas: "?Qu¨¦ le conviene ahora a Catalu?a?": independencia, 16%; m¨¢s autogobierno dentro de una Espa?a federal, 47%; quedar como estamos, 29%. Y finalmente, una pregunta que est¨¢ en ambas encuestas y cuyos resultados casi id¨¦nticos refuerzan su valor: "?C¨®mo se siente usted?": s¨®lo catal¨¢n, de 15% a 18%; m¨¢s catal¨¢n que espa?ol, de 22% a 24%; tan catal¨¢n como espa?ol, 41%; m¨¢s espa?ol que catal¨¢n, de 7% a 8%; solo espa?ol, de 7% a 9%.
Algunas conclusiones personales y alguna reflexi¨®n: existe un alto grado de rechazo y de indignaci¨®n con las instituciones del Estado, personificadas en el Tribunal Constitucional, pero va m¨¢s all¨¢ y comprende sobre todo a los dos grandes partidos espa?oles. La indignaci¨®n es mucho mayor con el Partido Popular que con el socialista, pero alcanza a ambos, y a sus l¨ªderes. La sentencia, como colof¨®n de todo lo ocurrido durante estos a?os, tal como ya se hab¨ªa advertido, ha abierto una brecha y ha convertido muchas ilusiones en decepciones.
Esta indignaci¨®n con las instituciones no es paralela a un sentimiento antiespa?ol. Alrededor del 70% se sienten catalanes y espa?oles a la vez, aunque con grados muy diversos de afecci¨®n a uno y otro sentimiento. Por otra parte, los que reclaman m¨¢s autogobierno, pero dentro de una Espa?a federal, triplican a los que preferir¨ªan la independencia. Est¨¢ claro, pues, que los catalanes no estamos contentos con la situaci¨®n actual, estamos indignados por la forma como partes del Estado est¨¢n tratando nuestros sentimientos nacionales, nuestra lengua, nuestros s¨ªmbolos y nuestro esfuerzo de solidaridad econ¨®mica, pero no estamos de forma mayoritaria, por ahora, reclamando la independencia.
Frente a ello, parece incre¨ªble la cortedad de miras de aquellos que, por una rancia y malentendida concepci¨®n de la "indisoluble unidad", ponen dificultades a avanzar hacia f¨®rmulas de corte federal -sea cual sea su nombre- que podr¨ªan desembocar en un Estado m¨¢s moderno y m¨¢s eficiente en su pluralidad. F¨®rmulas que la Constituci¨®n dejaba abiertas, pero que ahora algunos pretenden cerrar.
Hay tres posibilidades en el futuro. Primera: una Espa?a unida, liderada por el PP -y alguna parte del PSOE-, y un progresivo crecimiento del sentimiento independentista en Catalu?a que generar¨¢ grandes tensiones en una y otra parte. Segunda: una Espa?a plural y abierta, liderada por un sector mayoritario del PSOE que acomode las reivindicaciones mayoritarias de catalanes y vascos. Tercera: un acuerdo entre PP y PSOE para apaciguar las aguas y seguir igual que estamos. La combinaci¨®n entre la profunda y mayoritaria indignaci¨®n de los catalanes con la persistencia, tambi¨¦n mayoritaria, de alg¨²n sentimiento espa?ol entre los habitantes de Catalu?a solo permite considerar recomendable la segunda.
La disyuntiva, hay que reconocerlo, est¨¢ m¨¢s en Madrid que aqu¨ª. Si a esto a?adimos la evidencia de que una Espa?a sin Catalu?a pierde mucho m¨¢s que una Catalu?a sin el resto de Espa?a, se hace dif¨ªcil comprender el grado de ceguera pol¨ªtica de una parte importante de los pol¨ªticos espa?oles. Est¨¢n poniendo en peligro nuestro futuro. No el de los catalanes, el de todos. El problema, claramente, lo tiene Espa?a.
Joan Maj¨® es ingeniero y fue ministro de Industria
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