Voces silenciadas
La reuni¨®n es ruidosa. M¨²sica, conversaciones, risas, choque de copas? Hasta que de repente Nayereh, una de las invitadas, entona una melod¨ªa y se hace el silencio. Su voz cristalina se eleva entonces sobre el humo del tabaco y los vapores del alcohol como un hechizo. Enseguida, varios hombres le hacen los coros. El resto contiene el aliento. La suya no es una canci¨®n protesta o de contenido pol¨ªtico, pero en Ir¨¢n supone un desaf¨ªo a la prohibici¨®n de que las mujeres canten ante una audiencia masculina. Una restricci¨®n m¨¢s entre las muchas que les imponen los cl¨¦rigos musulmanes.
"Consideran un pecado cualquier gesto que pueda estimular sensorialmente a los hombres, por eso lo proh¨ªben", explica Nahid, una iran¨ª que ha renunciado a cantar a pesar de su talento para ello. Y sin embargo no siempre ha sido as¨ª. Aunque Soltan, la primera cantante de cuya voz se guarda una grabaci¨®n, ya sufri¨® esas restricciones en la corte Qajar, la apuesta por la modernizaci¨®n a principios del siglo XX ampli¨® los horizontes. Los a?os setenta de ese siglo fueron la edad de oro de las cantantes iran¨ªes. Nombres como Gugush, en el pop, o Fatemeh Vaezi (de nombre art¨ªstico Parisa), en la m¨²sica cl¨¢sica persa, llenaban teatros. Sus voces se apagaron tras el triunfo de la revoluci¨®n isl¨¢mica de 1979. Los nuevos gobernantes consideraron pecaminosa la m¨²sica y prohibieron todas sus expresiones, desde la pop hasta la tradicional. Poco a poco, el paciente esfuerzo de los maestros de la m¨²sica cl¨¢sica persa logr¨® que se volviera a autorizar, pero con restricciones: solo los hombres pod¨ªan interpretarla y estudiarla. Las mujeres quedaban excluidas. La m¨²sica de Parisa, Sima Bina o Ghashang Kamkar qued¨® prisionera en sus casas.
Seg¨²n la interpretaci¨®n de los ulemas, la prohibici¨®n de que las mujeres canten se desprende de una aleya del Cor¨¢n dirigida a las esposas de Mahoma. El texto, tan ambiguo como todos los religiosos, reza: "Mujeres del Profeta, vosotras no sois unas mujeres cualesquiera. Si tem¨¦is a Dios, no se¨¢is tan complacientes en vuestras palabras que llegue a anhelaros el enfermo de coraz¨®n. ?Hablad m¨¢s bien como se debe!".
Al igual que Soltan desobedeci¨® en su d¨ªa a los cl¨¦rigos (y lo pag¨® caro), las iran¨ªes contempor¨¢neas tampoco se resignaron. Organizaron clases clandestinas y lograron que algunos maestros las admitieran como alumnas. Tambi¨¦n siguieron cantando en las bodas, donde la segregaci¨®n de sexos garantizaba una audiencia exclusivamente femenina y, en consecuencia, el visto bueno de algunos ayatol¨¢s. Para las cantantes profesionales solo qued¨® el silencio o el exilio. Incluso las que inicialmente permanecieron en el pa¨ªs tras la revoluci¨®n, como Gis¨² Shaker¨ª o Gugush, terminaron por buscar refugio fuera. Pero sus admiradores no las olvidaron. En casetes, primero, y en CD, despu¨¦s, sus voces siguieron sonando en la privacidad de las casas, e incluso en los coches de los m¨¢s osados. En 2001, la primera actuaci¨®n de Gugush en Dubai, tras su vuelta a los escenarios, hizo que miles de iran¨ªes cruzaran el golfo P¨¦rsico para escucharla. Unos a?os antes, la llegada de Mohamed Jatam¨ª a la presidencia hab¨ªa abierto una puerta a la esperanza con la autorizaci¨®n de los primeros conciertos "solo para mujeres". Sin publicidad y sin apenas medios, las salas se llenaron. Parisa actu¨® cuatro noches seguidas con una orquesta exclusivamente femenina. Sima Bina tambi¨¦n ofreci¨® varios recitales de m¨²sica folk. El entusiasmo se tradujo en una valiente portada de la revista Zanan (Mujeres) en la que Ghashang Kamkar aparec¨ªa con un sehtar (la¨²d persa de cuatro cuerdas).
El espejismo dur¨® poco, hasta la elecci¨®n de Mahmud Ahmadineyad en 2005. Una nueva ley prohibi¨® que la radiotelevisi¨®n estatal (la ¨²nica permitida) difundiera m¨²sica occidental, incluida la cl¨¢sica. Aunque muchos iran¨ªes tienen acceso a los (ilegales) canales por sat¨¦lite, la norma anunciaba el nuevo esp¨ªritu. El entonces director de la Orquesta Sinf¨®nica de Teher¨¢n, Al¨ª Rahbari, dimiti¨® en protesta. La denuncia se extendi¨® por el mundo con el ¨¦xito de Niwemang (Media Luna), la pel¨ªcula del director kurdo iran¨ª Bahman Ghobad¨ª en la que se relata la odisea de una banda de m¨²sicos en busca de una cantante a la que tratar¨¢n de esconder para cruzar la frontera con Irak, donde han sido contratados para dar un concierto. La po¨¦tica narraci¨®n en defensa del derecho de las mujeres a cantar en p¨²blico le vali¨® el premio a la mejor pel¨ªcula en el Festival de Cine de San Sebasti¨¢n en 2006.
Solo en Afganist¨¢n existi¨® una prohibici¨®n igual de expl¨ªcita contra el canto femenino. La impusieron en 1992 los fundamentalistas muyahidin y se ampli¨® a toda la m¨²sica durante el r¨¦gimen talib¨¢n. Hubo que esperar hasta 2004, tres a?os despu¨¦s de la intervenci¨®n estadounidense, para que la televisi¨®n estatal rompiera el tab¨² al mostrar un viejo videoclip de Salma, una popular cantante afgana de los a?os setenta. "No hay una ley que lo proh¨ªba, pero la sociedad no ve con buenos ojos a las mujeres que act¨²an en p¨²blico", se?ala desde Kabul Saad Mohseni, director y fundador de ToloTV, la primera cadena privada del pa¨ªs. Mohseni teme, sin embargo, el creciente avance de los radicales.
Es lo que sucede en el vecino Pakist¨¢n, donde la presi¨®n social confina a las cantantes a actos privados y semiclandestinos. La mayor¨ªa de las cantantes han dejado las zonas bajo influencia talib¨¢n, como el valle del Swat. Y con motivo. Shamim Aiman Udas fue asesinada por sus hermanos el a?o pasado "por romper las tradiciones familiares". "La gente no termina de aceptar que las mujeres canten y bailen delante de hombres, pero en televisi¨®n no hay restricciones y muchos canales las muestran", comenta en un e-mail el periodista paquistan¨ª Mohamed Tahir.
Tambi¨¦n en Arabia Saud¨ª la presi¨®n social o religiosa hace innecesaria una ley que les proh¨ªba cantar en p¨²blico a las mujeres. No aparecen en televisi¨®n ni pueden grabar profesionalmente. Pero eso no significa que no canten. Como dice Lisa Urkevich, profesora de m¨²sica de la Universidad Americana de Kuwait, "pueden hacerlo ante sus familias o en reuniones privadas, y quienes cantan en las bodas se las arreglan para grabar sus CD y venderlos discretamente". Los pa¨ªses de la zona aceptan cantantes extranjeras en sus pantallas, pero no a musulmanas nacionales. "Tiene que ver con la familia y la tribu, y c¨®mo uno no solo se representa a s¨ª mismo, sino a toda la tribu. Las mujeres no quieren causarle verg¨¹enza siendo cantantes", explica Urkevich.
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