Recuerdos personales de Juan Marichal
Este peri¨®dico (en los d¨ªas 10 y 21 de agosto) ha dedicado varios obituarios a Juan Marichal. Con dolor los leo al regreso de un primer periodo de vacaciones. Estoy de acuerdo con las afirmaciones de Juan Cruz, Vicente Verd¨², Santos Juli¨¢ y Julia Cela. Quisiera, no obstante, a?adir cuatro recuerdos personales y muy concretos a manera de modesto homenaje adicional al gran catedr¨¢tico de Harvard que fue el profesor Juan Marichal. Reflejan su inmensa talla humana, intelectual y profesional.
1. Le conoc¨ª en uno de sus viajes a Madrid tras la muerte de Franco. Nos un¨ªa la gran admiraci¨®n que ambos profes¨¢bamos por su paisano Juan Negr¨ªn. El libro en que desmont¨¦ algunos de los mitos m¨¢s cori¨¢ceos sobre el papel de este en la financiaci¨®n de la Guerra Civil hab¨ªa sido secuestrado. Sin embargo, me hab¨ªa apa?ado para envi¨¢rselo a algunos de los grandes historiadores que, me constaba, estaban interesados en el tema. Entre ellos a Marichal. Ambos intervinimos en una serie de conferencias que organiz¨® la Fundaci¨®n Pablo Iglesias, entonces bajo la direcci¨®n de Fernando Claud¨ªn. Una se dedic¨® a Negr¨ªn. Yo ten¨ªa muy vivo el recuerdo de la extra?a desaparici¨®n de varios papeles relacionados con el oro de Mosc¨² en lo que parec¨ªa ser en aquella ¨¦poca el archivo reservado del Ministerio de Hacienda. Lamentamos que se volatilizaran los papeles de Estado y se nos ocurri¨® sugerir a Enrique Bar¨®n, asistente a la conferencia, que quiz¨¢ fuese una buena idea introducir en el proyecto de Constituci¨®n alg¨²n art¨ªculo referente a la necesidad de conservar la documentaci¨®n y garantizar el acceso de los ciudadanos a los archivos. Tal vez otros tambi¨¦n la tuvieron. El caso es que en nuestra Carta Magna apareci¨® un art¨ªculo (el 105b) que, de alguna manera, la recogi¨®. Siempre he pensado que el apoyo de Juan Marichal fue providencial.
Su apoyo para la conservaci¨®n de documentos por ley fue providencial
Nos un¨ªa la gran admiraci¨®n que profes¨¢bamos a Juan Negr¨ªn
2. M¨¢s tarde se instal¨® en Madrid en un piso cerca de Rub¨¦n Dar¨ªo, en la misma casa en que viv¨ªa un ex diplom¨¢tico republicano, Vicente Polo, que se encarg¨® durante una semana de quemar los papeles de la embajada en Mosc¨². Por entonces terminaba un nuevo libro basado en documentos conservados por el doctor Marcelino Pascua, ex embajador en la URSS. Juan Marichal me contagi¨® su entusiasmo por los de Juan Negr¨ªn, que guardaba celosamente uno de sus hijos, Juan Negr¨ªn junior, conocido neurocirujano en Nueva York. Desde 1980, cuando encontr¨¦ a este personalmente, a?ad¨ª mis esfuerzos para que nos dejase verlos. Marichal quer¨ªa escribir sobre el padre. Yo deseaba avanzar en el esclarecimiento del tema del oro. Ambos nos quedamos para vestir un santo. Fue una gran desilusi¨®n para Marichal. Mi carrera qued¨® marcada por el af¨¢n de acceder a los mismos. Abel Matutes y Manuel Mar¨ªn recordar¨¢n mi inter¨¦s para que la Comisi¨®n Europea me destinase a Naciones Unidas desde Bruselas. Juan Negr¨ªn junior, ya asentado en Niza, sol¨ªa venir por nuestra residencia. Pero no solt¨® los papeles. Solo despu¨¦s de su fallecimiento, y gracias a la amabilidad de su sobrina Carmen Negr¨ªn, pude empezar a estudiarlos. Hoy, desde el punto de vista espa?ol, pr¨¢cticamente todos los grandes enigmas relacionados con la financiaci¨®n de la guerra por parte republicana est¨¢n m¨¢s o menos solucionados. No s¨¦ si hubiera persistido en ello sin el est¨ªmulo, que nunca me falt¨®, de Juan Marichal.
3. Durante algunos meses, por encargo del entonces ministro de Educaci¨®n, Juan Antonio Ortega y D¨ªaz-Ambrona, me ocup¨¦ de pol¨ªtica universitaria. Una de mis preocupaciones fue rescatar para la Universidad espa?ola a dos grandes maestros: a Juan Marichal y a Manuel Tu?¨®n de Lara. Tambi¨¦n era la preocupaci¨®n de Ra¨²l Morodo, rector de la UIMP. No tuve el menor ¨¦xito. Mis intentos de utilizar las figuras reconocidas entonces en la ley chocaron con la impenetrabilidad de los diversos rectores a quienes consult¨¦. Era evidente que los dirigentes de una Universidad que todav¨ªa no hab¨ªa dejado atr¨¢s la caspa franquista no deseaban incorporar a profesores de la talla de los mencionados.
4. En los obituarios sobre Marichal se ha evocado al profesor de Harvard. Los recuerdos coinciden con los m¨ªos. En mis espor¨¢dicas visitas ¨¦l y su esposa Solita Salinas sol¨ªan invitarme a quedarme en su casa. En largas conversaciones aprend¨ª mucho de ambos. Siempre he lamentado que Marichal no pudiera hacer con Negr¨ªn algo similar a lo que hizo con Aza?a. Ricardo Miralles, Enrique Moradiellos y Gabriel Jackson tomaron el relevo. Tambi¨¦n lo intenta, modestamente, quien esto escribe. La tarea de recuperar a las grandes figuras de nuestro pasado democr¨¢tico no ha concluido. Marichal lo sab¨ªa y su nombre y sus aportaciones destellear¨¢n imborrablemente cuando los historiadores del futuro vuelvan a ellos.
?ngel Vi?as publica En defensa de la Rep¨²blica. Con Negr¨ªn en el exilio, las memorias de Pablo de Azc¨¢rate.
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