El sacerdote intocable
La Iglesia cat¨®lica y el Gobierno brit¨¢nico encubrieron a un cura sospechoso de terrorismo en el Ulster
A media ma?ana del 31 de julio de 1972, Kathryn Eakin estaba limpiando los cristales del colmado familiar cuando explosion¨® la primera bomba en el pueblo de Claudy. Ten¨ªa ocho a?os y se convirti¨® en la v¨ªctima m¨¢s joven de un atentado en cadena (tres coches bomba) que asesin¨® a nueve vecinos, cinco cat¨®licos y cuatro protestantes, en aquel enclave de Irlanda del Norte de apenas 1.300 habitantes. Ning¨²n grupo paramilitar reivindic¨® el que fuera uno de los ataques m¨¢s salvajes en la historia de los Troubles (el conflicto norirland¨¦s), y tampoco nadie fue nunca detenido.
Solo 38 a?os despu¨¦s, un informe oficial acaba de confirmar que la polic¨ªa de la ¨¦poca ten¨ªa en su mira a un cura cat¨®lico como principal sospechoso, pero su identidad fue encubierta con la connivencia de los poderes del Estado y la Iglesia. Los supervivientes y los familiares de los fallecidos se preguntan ahora por qu¨¦ James Chesney se erigi¨® en el sacerdote intocable.
Las familias de los 9 muertos en el atentado de Claudy piden explicaciones
Las conclusiones de una segunda investigaci¨®n iniciada en 2002, difundidas el pasado martes por Al Hutchinson, ombudsman [defensor del ciudadano] de la polic¨ªa norirlandesa, revelan c¨®mo los servicios de inteligencia estaban convencidos de que Chesney era nada menos que el director de operaciones del IRA (Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s) y estuvo implicado en la planificaci¨®n del atentado. Los detectives incluso hallaron restos de explosivo en su veh¨ªculo, pero el mando policial les deneg¨® el permiso para detener e interrogar al religioso. La antigua polic¨ªa del Ulster (RUC) y el propio Gobierno conservador brit¨¢nico tem¨ªan que ese paso diera pie a acciones de venganza por parte de los paramilitares protestantes y a las consiguientes represalias del IRA. Que inflamara todav¨ªa m¨¢s las tensiones en el seno de una comunidad al borde de la guerra civil. Durante aquel turbulento 1972, casi medio millar de personas murieron de resultas de la espiral de violencia pol¨ªtica.
En este contexto, el nuevo informe sobre el triple atentado de Claudy da cuenta de un concili¨¢bulo entre el entonces responsable del RUC, Graham Sillington, el secretario de Estado para la provincia, William Whitelaw, y el jefe de la Iglesia cat¨®lica de Irlanda, el cardenal William Conway, quienes acordaron trasladar al padre Chesney a una parroquia del condado de Donegal (Rep¨²blica de Irlanda), fuera del alcance de la justicia norirlandesa. Los tres protagonistas est¨¢n hoy muertos y, por tanto, los motivos ¨²ltimos de aquella decisi¨®n quedan circunscritos al terreno de las especulaciones. Hutchinson ha concluido que no hubo ninguna "intenci¨®n criminal" por parte de la polic¨ªa, el Gobierno o el clero, y considera probable que la detenci¨®n del sacerdote habr¨ªa "agravado la situaci¨®n de seguridad" en la provincia. Tan solo seis meses antes de aquel suceso, se hab¨ªa registrado la matanza de Londonderry, segunda ciudad norirlandesa, donde los disparos indiscriminados de paracaidistas brit¨¢nicos contra un grupo de manifestantes acabaron con la vida de 13 personas.
El salom¨®nico veredicto del ombudsman subraya tambi¨¦n que esos c¨¢lculos pol¨ªticos acabaron "defraudando la memoria de los muertos, a los heridos y a todos los desconsolados por el atentado". ?D¨®nde est¨¢ la moralidad en el acto de ayudar y encubrir a un sospechoso de terrorismo?, claman afectados como Mark Eakin, el hermano de la ni?a Kathryn, o James Miller, quien perdi¨® a su abuelo en la explosi¨®n de la tercera de las bombas. Al igual que los restantes familiares de las v¨ªctimas, ambos exigen al Gobierno brit¨¢nico que el caso se plantee en el Parlamento de Westminster e inquieren al primer ministro que "no acabe escondiendo el asunto debajo de la alfombra".
La reacci¨®n del actual secretario de Estado para Irlanda del Norte, Owen Patterson, b¨¢sicamente lamentando que "el atentado no fuera investigado adecuadamente", les resulta a todas luces insuficiente y reclaman respuestas a tantos interrogantes que siguen pendiendo en el aire. Una vez refugiado el sacerdote en Donegal, ?por qu¨¦ se le permiti¨® cruzar la frontera y desplazarse a territorio norirland¨¦s en repetidas ocasiones, cuando se le consideraba un miembro destacado del IRA?
"A m¨ª me ha defraudado el Gobierno brit¨¢nico, al que pago mis impuestos, pero tambi¨¦n me dan pena los cat¨®licos que se sienten abandonados por su propia Iglesia", afirma Eakin sobre el papel de la jerarqu¨ªa cat¨®lica en aquel acuerdo secreto. Miembros de esa confesi¨®n han criticado que el m¨¢ximo responsable eclesial no solo contribuyera a proteger al padre Chesney, sino ante todo que se le permitiera seguir ejerciendo como sacerdote. Otros sectores cat¨®licos han defendido, sin embargo, la posici¨®n que adoptara el cardenal Conway. ?Qu¨¦ alternativa ten¨ªa cuando la propia polic¨ªa y el Gobierno le transmitieron sus reticencias a actuar contra el p¨¢rroco? "Su traslado no impidi¨® la posibilidad de que fuera posteriormente detenido e interrogado", subrayaba en un comunicado emitido esta semana el primado de la Iglesia de Irlanda, Sean Brady, negando que esta instituci¨®n fuera encubridora de las supuestas acciones del cura.
James Chesney, quien cuestionado en aquel momento por sus superiores sostuvo que era inocente, falleci¨® en 1980 a causa de un c¨¢ncer cuando contaba 46 a?os. Incluso si se acabara atendiendo a demandas como la de Marjorie Leslie, una de las heridas en el atentado de Claudy, para que se investigue la implicaci¨®n de otras personas, resultar¨¢ muy dif¨ªcil establecer si realmente ese sacerdote cat¨®lico pudo cometer un crimen execrable con toda impunidad.
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