Comienzo sin Rodiezmo

El curso pol¨ªtico que se inicia no ser¨¢ f¨¢cil para el presidente del Gobierno. Con el trasfondo de una situaci¨®n econ¨®mica que no da signos concluyentes de remontar, Zapatero se enfrenta al resultado de una forma de hacer pol¨ªtica para la que no ha contado tanto la visi¨®n de conjunto, ni la anticipaci¨®n de los problemas, como la b¨²squeda de respuestas caso por caso y su inmediata explotaci¨®n en t¨¦rminos de imagen. La ausencia de Zapatero en los actos sindicales de Rodiezmo, que intent¨® convertir en tradici¨®n lo mismo que Aznar las comidas en silencio en Santo Domingo de Silos y las partidas de domin¨® en Quintanilla de On¨¦simo, es una significativa ilustraci¨®n de los riesgos que esta estrategia generaba y que la crisis ha materializado: cunde la sensaci¨®n de que ha defraudado a todos. Tal vez el aspecto positivo de la cancelaci¨®n de la visita a Rodiezmo sea la posibilidad de que acaben estos inanes espect¨¢culos presidencialistas para marcar el comienzo del curso, gobierne quien gobierne.

Las dificultades a las que se enfrenta Zapatero no derivan solo de la gravedad de los asuntos que le aguardan, por lo dem¨¢s de tanta trascendencia como una huelga general, unas decisivas elecciones catalanas, la negociaci¨®n de los Presupuestos en minor¨ªa y las primarias de Madrid, en las que est¨¢ en juego su liderazgo. Como resultado de su forma de hacer pol¨ªtica, las respuestas a unos asuntos se solapan o entran en colisi¨®n con las de otros, de tal manera que el presidente parece preso de un laberinto que ¨¦l mismo ha creado. Para salvar las cuentas del Estado, Zapatero necesita el apoyo de los nacionalistas catalanes o de los vascos. Pero esta salida parte de la derrota electoral de los socialistas en el caso del Catalu?a y, en el del Pa¨ªs Vasco, exige un eventual debilitamiento del Gobierno de Patxi L¨®pez. Con el agravante de que la gesti¨®n de L¨®pez, con el apoyo del PP vasco, se trata de una de las pocas experiencias esperanzadoras de los ¨²ltimos a?os.

La pugna entre Tom¨¢s G¨®mez y la ministra de Sanidad, Trinidad Jim¨¦nez, para encabezar el cartel de las elecciones auton¨®micas en Madrid no es un episodio aislado; es un s¨ªntoma. Lejos de reprochar a G¨®mez el haber dicho no a Zapatero, no pocos militantes, y muchos m¨¢s ciudadanos, estiman que es lo que los dirigentes socialistas tendr¨ªan que haber hecho al menos desde que comenz¨® la crisis y el Gobierno dio signos de afrontarla con frivolidad. Si hoy se enfrenta a una huelga general es, en buena medida, porque ninguno lo hizo, conform¨¢ndose con secundar una ret¨®rica m¨¢s destinada a contentar emocionalmente a los sindicatos que a promover las reformas econ¨®micas que hubieran podido sostener las promesas. La gran baza de Zapatero desde que lleg¨® a La Moncloa ha sido Rajoy. Sigue si¨¦ndolo, y quiz¨¢ de manera acrecentada. Solo que el principio de realidad impuesto por la crisis econ¨®mica ha mostrado con ins¨®lita crudeza los problemas que atraviesa el pa¨ªs, y todav¨ªa corresponde a Zapatero darles respuesta.