Carlos Hugo, la utop¨ªa rom¨¢ntica carlista
En los veranos, por tierras catalanas, en Garraf o en Sitges, sol¨ªamos vernos, mi familia y yo, con don Carlos y con su hermana do?a Mar¨ªa Teresa, que pasa siempre unos d¨ªas en nuestra casa. Este agosto, Mar¨ªa Teresa, con sus hermanas y sobrinos, vinieron junto a Carlos. Decidimos acercarnos a Garraf y, en un restaurante marinero, almorzar todos, pero ya Carlos no pudo incorporarse: estaba todav¨ªa l¨²cido, pero necesitaba volver a la cl¨ªnica barcelonesa, en donde fallecer¨ªa pocos d¨ªas despu¨¦s.
Conoc¨ª a Carlos Hugo de Borb¨®n-Parma, m¨¢s o menos, hace 40 a?os en Madrid. Desde entonces, lo trat¨¦ con m¨¢s frecuencia, establecida ya la democracia. Aunque en sectores pol¨ªticos distantes, lo encontr¨¦, desde que tuve relaci¨®n con ¨¦l, un hombre digno y sin dobleces: amable y sencillo, inteligente y culto sin afectaci¨®n (graduado en La Sorbona de Par¨ªs y en Oxford; m¨¢s tarde colaborador y gran amigo de Ken Galbraith en Harvard), viajero curioso y atento autor de libros, lector incansable, rara avis en las familias de la Casa Borb¨®n (Pedro Sainz Rodr¨ªguez, con su habitual socarroner¨ªa, sol¨ªa decir que "los Borbones leen solo las actas de nacimiento"). Y algo m¨¢s importante: nunca con rencores y siempre, con su fondo humanista, atento a la amistad que gratifica. Ha fallecido con 80 a?os, pero con juventud de esp¨ªritu y entusiasmo de adolescente intactos: un hombre que, con generaciones tras de ¨¦l, ha representado, despu¨¦s de su padre don Javier -"el viejo Rey", para los carlistas- y como pr¨ªncipe, una ideolog¨ªa y un movimiento, siempre pol¨¦micos, que han estado muy presentes, m¨¢s de siglo y medio, en nuestra historia contempor¨¢nea.
La personalidad de Carlos Hugo, as¨ª como su actuaci¨®n p¨²blica, debe mucho a su padre, don Javier, y a su romanticismo cristiano. Aunque Don Jaime, el m¨¢s heterodoxo y progresista pretendiente carlista, amigo de Blasco Ib¨¢?ez y de Valle Incl¨¢n, que recibi¨® la Gran Cruz de la Legitimidad Proscrita, saludara a la Rep¨²blica instando a "respetar la voluntad nacional", lo cierto es que, poco m¨¢s tarde, falangistas, carlistas y alfonsinos, dirigidos por militares, destruyeron la Republica. Sin embargo, al iniciarse la organizaci¨®n del nuevo Estado vencedor, don Javier se opuso a Franco: los carlistas eran fuertemente cat¨®licos, y cat¨®licos tradicionales, pero no totalitarios. En la Salamanca de la Guerra Civil, con el Decreto de Unificaci¨®n, se produjo la primera tensi¨®n del carlismo con Franco, a la que siguieron muchas. En el campo de concentraci¨®n nazi de Dachau, don Javier ser¨¢ encerrado por su colaboraci¨®n con la resistencia francesa. Junto con Leon Blum, jefe socialista franc¨¦s, lograr¨¢ sobrevivir y ser¨¢ liberado por los aliados, con 39 kilos de peso. Los nazis preguntar¨¢n a Franco qu¨¦ hacer con ¨¦l, y aquel responder¨¢ que es asunto alem¨¢n.
Adaptaci¨®n progresista
Desde este antifascismo radical, por creencias y vivencias paternas, Carlos Hugo, desde los a?os sesenta, como la mayor¨ªa de los grupos emergentes democr¨¢ticos, comenzar¨¢, dentro del marco universitario joven, la revisi¨®n cr¨ªtica del carlismo y su adaptaci¨®n progresista a la realidad espa?ola. El carlismo de don Javier y don Carlos ser¨¢ ya oposici¨®n n¨ªtida y habr¨¢ clara diferenciaci¨®n con el integrismo y tradicionalismo colaboracionistas. Sin duda, existir¨¢n tanteos y ambivalencias, pero la l¨ªnea quedar¨¢ marcada de forma irreversible.
A finales de 1968, es expulsada de Espa?a toda la familia carlista y comenzar¨¢ la etapa de unir esfuerzos con toda la oposici¨®n democr¨¢tica: Asamblea de Catalu?a; activismo reforzado interno y exterior, este dirigido por Mar¨ªa Teresa; Consejo de Europa; Junta Democr¨¢tica; Convergencia Democr¨¢tica. Carlos y Mar¨ªa Teresa, su m¨¢s pr¨®xima colaboradora, lanzar¨¢n dos libros con su proyecto de socialismo democr¨¢tico y humanista, que denominar¨¢n "socialismo autogestionario".
En las primeras elecciones democr¨¢ticas, en 1977, el Partido Carlista no pudo participar con sus siglas, igual que le sucedi¨® a Esquerra Republicana de Catalu?a: creo que por estar cada uno preocupado por sus problemas, debimos, como oposici¨®n que negociaba con el Gobierno, presionar m¨¢s para su legalizaci¨®n.
Superada la Transici¨®n, consolidada la democracia, Carlos se alej¨® de la pol¨ªtica activa: con un silencio consciente y con sosiego distante. Sin perder su horizonte ut¨®pico, se dedic¨® al estudio y la investigaci¨®n. En todas estas ¨²ltimas d¨¦cadas en que disfrut¨¦ de su amistad y conversaci¨®n, incluyendo divergencias, jam¨¢s lo percib¨ª como vencido frustrado, sino como observador animado, cr¨ªtico y pr¨®ximo de la nueva realidad global y sus desaf¨ªos, sin excluir una serena nostalgia: nunca los anticipadores de los cambios son administradores del poder.
Fue, as¨ª, un hombre bueno, comprometido con una democracia progresista y que hizo tambi¨¦n su propio camino al andar. Un largo trabajo al que se sent¨ªa obligado como un deber c¨ªvico: ayudar a fortalecer la tolerancia y la libertad, sin las que, unidas a una solidaridad social, no es posible una real convivencia entre todos los espa?oles.
Ra¨²l Morodo, abogado y catedr¨¢tico, fue embajador de Espa?a en Par¨ªs-Unesco, Lisboa y Caracas.
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