Afganist¨¢n. No hay salida
"Es esto", profiri¨® impert¨¦rrito el general de cuatro estrellas Stanley McChrystal, m¨¢xima autoridad militar en Afganist¨¢n, cuando contempl¨® el pasado 3 de junio a un grupo de legionarios espa?oles y de soldados afganos jugando al f¨²tbol en Sang Atesh, un poblado perdido en la provincia de Badghis, al oeste del pa¨ªs. En ese partido "hombro con hombro" se materializaba su particular concepci¨®n de las operaciones militares del futuro y la propia estrategia de Obama para ganar la guerra. Al menos para no perderla. Los an¨¢lisis estrat¨¦gicos de un aluvi¨®n de laboratorios de ideas y las doctrinas de los nuevos supermanes del Ej¨¦rcito americano, capitaneados por el general m¨¢s carism¨¢tico de su generaci¨®n, David Petraeus, tomaban cuerpo en esa veintena de individuos cansados y polvorientos corriendo tras un bal¨®n. "Solo los afganos pueden ganar esta guerra contra la insurgencia, pero necesitan nuestro apoyo", sentenci¨® McChrystal, c¨¦lebre por haber capturado en 2003 y enviado al pat¨ªbulo a Sadam Husein. "No triunfaremos matando insurgentes; lo haremos dando seguridad a los afganos; protegi¨¦ndoles de la intimidaci¨®n, la violencia y los abusos, y respetando su cultura y religi¨®n. Debemos cambiar la forma en que pensamos y actuamos", sentenci¨® el fibroso centuri¨®n.
"El enemigo es invisible; una nebulosa de talib¨¢n, l¨ªder tribal, narcotraficante?"
"No triunfaremos matando insurgentes, sino dando seguridad a los afganos"
"En conflictos asim¨¦tricos, la clave es quitarle al enemigo el apoyo de la poblaci¨®n"
"Al final del d¨ªa, un soldado debe preguntarse: ?cu¨¢ntos amigos afganos he hecho?"
La seguridad del mundo se dirime en uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres e impenetrables
El verano ha sido una sangr¨ªa. La unidad de los aliados ha saltado por los aires
"Nadie nos dijo que iba a ser f¨¢cil. Esto es afganist¨¢n, y nosotros, la legi¨®n"
Ganarse a los afganos es el ¨²ltimo cartucho de la coalici¨®n internacional para resolver el interminable conflicto que padece el pa¨ªs desde que fue invadido por EE UU en 2001 para deponer al r¨¦gimen talib¨¢n durante la onda expansiva de los atentados del 11 de septiembre. "Se ha acabado el concepto de guerra total", explica un oficial de la Legi¨®n que ha permanecido cuatro meses en Qala-i-Naw. "Es imposible ganar un conflicto asim¨¦trico con un componente militar. La soluci¨®n no llega por la aplicaci¨®n de la fuerza. Los militares aportamos un elemento de reacci¨®n r¨¢pida, de seguridad, pero los nuevos conflictos tienen actores civiles, policiales, gente de narc¨®ticos, diplom¨¢ticos, analistas, ong? Es un trabajo de equipo, y todo bajo el escrutinio del Parlamento, la prensa y la opini¨®n p¨²blica".
-?Y el enemigo?
"El enemigo no es un se?or con uniforme al que le ves la cara y se rinde cuando pierde. El enemigo es invisible; es una nebulosa de talib¨¢n, l¨ªderes tribales, terroristas, narcotraficantes, contrabandistas y delincuentes. Los del nivel m¨¢s bajo se buscan la vida; no est¨¢n ideologizados. Por la ma?ana recogen pistachos por un euro, y llega un talib¨¢n y les ofrece 2.000 y les proporciona un artefacto explosivo; lo colocan al paso de nuestros veh¨ªculos y vuelven con los pistachos. Esa es la realidad en este pa¨ªs donde el 75% de la poblaci¨®n tiene menos de 25 a?os, es analfabeta, est¨¢ en paro y no conf¨ªa en el Gobierno de Hamid Karzai, al que consideran corrupto e ineficaz. Nuestro objetivo no es tanto derrotar a un adversario como lograr la vuelta a la normalidad del pa¨ªs. Que su Gobierno extienda justicia, seguridad y bienestar a cualquier punto del territorio. Y que haya desarrollo socioecon¨®mico. Los soldados espa?oles hemos tenido que aprender a interactuar con la poblaci¨®n civil, las ong y las autoridades nativas. Somos gente cercana; y tenemos suficiente templanza para no ponernos a pegar tiros a la primera de cambio. Sabemos aguantar una provocaci¨®n. Y eso que nos pegan fuerte todos los d¨ªas. La poblaci¨®n afgana no puede vernos como una amenaza. Les pintamos la madraza y les hemos construido conducciones de agua, un hospital, una carretera; les estamos ayudando en su desarrollo agr¨ªcola y patrullamos sus caminos para que no les extorsionen. Estamos con los afganos. No venimos a cambiar su forma de vida. No tenemos objetivos militares propios. Estamos para ayudar. Ellos son los que deben solucionar sus propios problemas con su Ej¨¦rcito y su polic¨ªa".
"Al final del d¨ªa, un soldado debe preguntarse: ?cu¨¢ntos amigos afganos he hecho hoy? Debe irse siempre a la cama con menos enemigos que cuando se levant¨®", es la definici¨®n de la contrainsurgencia desarrollada por el general de cuatro estrellas David Petraeus, jefe de las tropas internacionales en Afganist¨¢n desde el fulminante cese del general McChrystal por Barack Obama, el pasado 23 de junio, tras haber criticado agriamente en la revista Rolling Stone la direcci¨®n pol¨ªtica de la guerra de Afganist¨¢n. Petraeus, al que muchos ven como futuro candidato republicano a la Casa Blanca, redact¨® en 2006 el manual FM 324 Contrainsurgencia, en el que se recog¨ªa la experiencia acumulada en los primeros conflictos asim¨¦tricos de la historia contempor¨¢nea; muchos de ellos unidos al fin del colonialismo: la derrota de EE UU en Vietnam, de Francia en Argelia y de la URSS en Afganist¨¢n. Y los cinco primeros a?os de la guerra de Irak, cuando mor¨ªan cada a?o mil soldados americanos y miles de civiles. Hasta que Petraeus tom¨® cartas en el asunto en 2007.
Hoy ese manual se ha convertido en la Biblia para las nuevas intervenciones militares de EE UU en el mundo y ha sido aceptado como dogma de fe por sus aliados. Se basa en que las grandes potencias deben tomar conciencia de que no todas las guerras son ya susceptibles de ser ganadas. "Se pueden ganar todas las batallas y no ganar la guerra". "En los conflictos asim¨¦tricos, la cuesti¨®n no es derrotar al enemigo, sino quitarle el apoyo de la poblaci¨®n". Es la clave.
El teniente coronel John A. Nagl, uno de los oficiales de think tank que intervino en su elaboraci¨®n, sentencia en el pre¨¢mbulo del FM 324: "En 2003, en Irak, el Ej¨¦rcito americano estaba organizado, dise?ado, entrenado y equipado para derrotar a un ej¨¦rcito convencional. Ah¨ª no ten¨ªa rival. Pero no estaba preparado para luchar con un enemigo que ten¨ªa claro que no pod¨ªa derrotar al Ej¨¦rcito de EE UU en un campo de batalla convencional y prefer¨ªa hacerlo desde las sombras". Hab¨ªa que cambiar de estilo. Y al clan Petraeus le gusta recordar una frase de Lawrence de Arabia, aquel exquisito brit¨¢nico educado en Oxford que levant¨® a las tribus ¨¢rabes contra el imperio otomano durante la Primera Guerra Mundial inaugurando el moderno concepto de insurgencia: "No se puede comer sopa con cuchillo". O lo que es lo mismo: un ej¨¦rcito convencional, por muy poderoso que sea, no tiene nada que hacer en Afganist¨¢n.
Seg¨²n el t¨¢ndem Petraeus/McChrystal, para obtener la victoria hay que contar con los afganos. "Hablarles con caridad y escucharles con respeto". Conocer su cultura; comprender el terreno que pisan; chapurrear su idioma; no ofenderles; no meterse en sus cuitas y tradiciones; respetar a los detenidos. "Comer, dormir y trabajar juntos", resum¨ªa McChrystal. "Nosotros tenemos mejores armas y t¨¦cnicas de guerra. Pero los afganos hablan la lengua de los insurgentes, conocen sus costumbres y tienen mejores fuentes de informaci¨®n. Por eso es tan importante vivir y luchar a su lado".
Ganarse el coraz¨®n y las mentes de los afganos. Para conseguirlo, es primordial no hacerles da?o. Evitar los bombardeos sobre civiles y reducir al m¨ªnimo las incursiones nocturnas de los escuadrones de la muerte de las Fuerzas de Operaciones Especiales norteamericanas. Los cazadores de cabelleras de la Task Force 373 que husmean sin descanso el rastro de los l¨ªderes de Al Qaeda para eliminarlos sin juicio previo. Aunque se lleven por delante a una decena de inocentes en el empe?o. Esos soldados con licencia para matar son inconfundibles en este escenario afgano de galones, disciplina castrense y uniformes occidentales.
Recuerdo contemplar hace solo un a?o a esos equipos de eliminadores movi¨¦ndose con arrogancia por los aeropuertos de Kabul y Mazar-e-Sharif portando bolsas de lona cargadas de armas autom¨¢ticas. Y llegando de madrugada a bordo de Toyota Land Cruiser blindados, dotados de complejos sistemas de guerra electr¨®nica y cubiertos de polvo, a Kabul, al cuartel general de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganist¨¢n), procedentes de las monta?as, exhibiendo su agresiva est¨¦tica guerrillera: manojos de m¨²sculos, gafas oscuras, barbas de muyahidin, pa?uelos palestinos, vaqueros ce?idos, botas militares y tambi¨¦n el atuendo t¨ªpico afgano, el shalwar kameez, bajo cuyas t¨²nicas sobresal¨ªan los ca?ones de sus fusiles M4.
Hoy, su presencia no es tan evidente. No es pol¨ªticamente correcta. Aunque 20.000 soldados americanos de la Operaci¨®n Libertad Duradera siguen haciendo la guerra por su cuenta al margen de la ISAF, la coalici¨®n internacional de la OTAN (en la que participan otros 80.000 soldados americanos, estos s¨ª, con reglas de enfrentamientos) en el sur y el este del pa¨ªs. ?Cu¨¢l es la diferencia entre la ISAF y Libertad Duradera? Un coronel americano veterano de Irak nos lo explicaba en The Garden, el club de oficiales del cuartel general aliado en Kabul, con un enorme habano entre los dientes y el fusil bajo la silla: "En Libertad Duradera buscamos acabar con el terrorismo. Capturar y matar a los talibanes; localizar sus redes e instalaciones y destruirlas. Queremos hacer de Afganist¨¢n un pa¨ªs estable y libre de los terroristas que nos atacaron el 11-S. Ellos empezaron esta guerra. Nos jugamos la seguridad de nuestros hijos. Y en el otro lado, la ISAF tiene un mandato de la ONU para dar seguridad y estabilidad al pa¨ªs y hay cosas que no pueden hacer, como acabar con los narcotraficantes. Libertad Duradera no pregunta, dispara. Somos distintos".
La nueva estrategia de Petraeus ya no se basa, sin embargo, en cazar a los malos (Al Qaeda y los talibanes), sino en proteger a los buenos (el pueblo afgano); conseguir su confianza; proporcionarle seguridad; cooperar en su desarrollo; formar y organizar y entrenar a su ej¨¦rcito y polic¨ªa hasta 400.000 efectivos en 2014, y acabar juntos con los insurgentes. Para un general espa?ol que exige anonimato, "se trata de la estrategia de la anaconda: asfixiar a los terroristas antes de romperles los huesos; igual que una anaconda. Les cortas la financiaci¨®n internacional e impides que les lleguen suministros y combatientes extranjeros. Les arrebatas el apoyo de las tribus y con ello la posibilidad de que creen santuarios en ciertas ¨¢reas de Afganist¨¢n. A continuaci¨®n convences a los talibanes moderados que no nos combatan, pactas con los que puedas y les reinsertas en la sociedad. Es un trabajo de reconciliaci¨®n. Una mesa de paz. Y al mismo tiempo vas contra Al Qaeda a sangre y fuego, como est¨¢ haciendo la coalici¨®n en Helmand y Kandahar, en el sur del pa¨ªs. Limpias la zona de insurgentes y, cuando la has estabilizado, transfieres el control al presidente Karzai y sus fuerzas de seguridad. Y te vas a otra provincia. As¨ª sucesivamente. El d¨ªa que su ej¨¦rcito y polic¨ªa se hagan cargo del pa¨ªs, podremos dar por finalizada la misi¨®n y retirarnos con honor".
-?Cu¨¢nto tiempo puede llevar esa estrategia?
-Una d¨¦cada.
Sencillo sobre el papel. Irrealizable por el momento. La realidad no coincide con las doctrinas estrat¨¦gicas. La situaci¨®n en Afganist¨¢n va de mal en peor. El verano ha sido una sangr¨ªa. Militar y de imagen. La confianza de la coalici¨®n se tambalea. Obama ha cesado en dos a?os a dos generales que estaban a cargo de las operaciones: a David D. McKiernan, por cavern¨ªcola, y a Stanley McChrystal, por indisciplinado. Todo un riesgo cambiar de jinete a mitad de la carrera. Su ¨²ltima carta es Petraeus. Su cortafuegos. Obama tiene en contra a los congresistas republicanos y al ala izquierda del Partido Dem¨®crata. Unos le tachan de paloma; otros, de halc¨®n.
Obama se ha tenido que enfrentar este verano a la humillante filtraci¨®n por parte de la organizaci¨®n Wikileaks de 92.000 documentos confidenciales de la Administraci¨®n americana sobre la guerra de Afganist¨¢n. En ellos se desvelan las mentiras y errores de la guerra: el doble juego de Pakist¨¢n, la muerte de civiles, el asesinato de inocentes. Ante ese panorama, pocos creen en una victoria. Al menos con may¨²sculas. La unidad de los aliados ha saltado por los aires. Los l¨ªderes occidentales observan inquietos sus calendarios electorales. Se ha perdido la batalla psicol¨®gica. La de las percepciones. Abunda el pesimismo. Los afganos piensan que es inevitable el retorno de los talibanes. Y los occidentales, que no pintamos nada en Asia central; que es una misi¨®n in¨²til. Un sondeo del pasado mes de agosto realizado para EL PA?S conclu¨ªa que el 51% de los encuestados opina que no es necesaria la presencia de tropas espa?olas en Afganist¨¢n. Mueren a diario soldados de la coalici¨®n en rincones tan rec¨®nditos e infernales como el valle de Korengal, el valle de la muerte, cuyas im¨¢genes captadas por el fot¨®grafo Tim Hetherington ilustran este reportaje.
Pocos recuerdan que EE UU invadi¨® Afganist¨¢n en 2001 con todas las bendiciones de la ONU para acabar con el feudo terrorista donde se fraguaron los atentados del 11-S. Dos a?os m¨¢s tarde, la comunidad internacional dio un paso adelante: decidi¨® transformar este orgulloso pa¨ªs de clanes, tribus e islam a machamartillo, machacado por 30 a?os de invasiones y guerras civiles y anclado en la Edad Media, en una democracia de estilo occidental; en un pa¨ªs din¨¢mico, avanzado y con una estructura gubernamental centralizada; respetuoso con los derechos humanos y de la mujer; libre del narcotr¨¢fico y en convivencia con sus vecinos. No ha sido posible.
Las potencias occidentales se conformar¨ªan hoy con una soluci¨®n de m¨ªnimos: que la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Afganist¨¢n se gobierne sola, se defienda sola y sea su aliado contra el terrorismo. Punto. Ya no se trata de meterles la democracia con calzador ni de construir una naci¨®n moderna, sino de salir del pa¨ªs de la forma m¨¢s digna posible. Cunde el des¨¢nimo entre los ocupantes y el enojo entre los ocupados.
La seguridad del mundo se dirime en uno de los territorios m¨¢s pobres e impenetrables del planeta. Sin carreteras, aeropuertos ni medios de comunicaci¨®n. Sin Internet. Donde cada individuo vota lo que le indica su jefe de tribu. Y el burka es el atuendo de la mujer. Aqu¨ª juegan una partida mortal Rusia, China, Pakist¨¢n, India, Ir¨¢n y las ex rep¨²blicas sovi¨¦ticas, con la OTAN y EE UU como actores invitados e Israel afilando sus garras. Una regi¨®n repleta de armas nucleares, opio, petr¨®leo, materias primas, extremismo religioso, rivalidad entre chi¨ªes y sun¨ªes y multitud de intereses internacionales. Afganist¨¢n es el tablero de juego en el que se libra un conflicto ya m¨¢s largo que Vietnam y que ha costado a EE UU y la comunidad internacional la vida de 2.000 soldados, m¨¢s de 7.000 heridos y m¨¢s de 300.000 millones de euros. Donde cada a?o mueren un millar de polic¨ªas afganos y dos millares de civiles. Y que se encuentra empantanado. Sin salida aparente. "Lodazal" es la palabra m¨¢s repetida en la prensa estadounidense.
Es un buen s¨ªmil. Tras nueve a?os de guerra, Afganist¨¢n sigue siendo una tierra de miseria y analfabetismo; sin luz ni agua potable; donde las mujeres mueren al parir y los habitantes viven con un euro al mes; en el que los insurgentes dominan un tercio del territorio donde han implantado su autoridad y justicia; el Gobierno de Karzai navega entre la inoperancia, el descr¨¦dito y la corrupci¨®n; lugar de origen de la mayor¨ªa de la hero¨ªna que se consume en Occidente y donde un centenar de soldados de la OTAN ha muerto cada mes este verano. Los Gobiernos occidentales buscan una salida desesperada para sus 150.000 soldados sobre suelo afgano. Holanda, Canad¨¢ y Polonia ya han fijado calendario para la retirada. Reino Unido, con m¨¢s de 330 muertos, no quiere mantener sus tropas m¨¢s all¨¢ de 2014. Francia y Alemania aguardan. En cuanto a Espa?a, en un viaje a Kabul a finales de julio, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel ?ngel Moratinos, afirm¨® que la actual cifra de 1.500 soldados es suficiente y que no se contempla fecha de retirada para nuestras tropas: "Estamos en un periodo de transici¨®n para lograr la estabilidad". Un general espa?ol opina sobre la retirada: "Pase lo que pase, esta vez no podremos irnos por las bravas como hicimos en Irak; esta vez tendremos que coordinarnos con nuestros aliados".
-?Qu¨¦ pasar¨ªa si la OTAN se retirara ahora de Afganist¨¢n?
-Los talibanes retomar¨ªan el poder y Afganist¨¢n volver¨ªa a ser un santuario terrorista financiado con dinero del opio que desestabilizar¨ªa la regi¨®n, empezando por Pakist¨¢n.
Mientras tanto, Obama pone una vela a dios y otra al diablo. "Se encuentra atrapado entre el poderoso complejo militar industrial de su pa¨ªs y la inexperiencia de su Administraci¨®n", explica un veterano diplom¨¢tico espa?ol. "Petraeus ha demostrado en su manual que hoy podr¨ªa ganar en Vietnam. Lo que est¨¢ por ver es si puede ganar en Afganist¨¢n". En diciembre de 2009, Obama afirm¨® en la academia militar de West Point (cuna de generales pretorianos) que desplegar¨ªa este a?o 30.000 soldados m¨¢s para retomar la iniciativa contra los talibanes y limpiar de insurgentes el sur del pa¨ªs, el reino del opio; sin embargo, a?adi¨®, comenzar¨ªa a retirar esos refuerzos en julio de 2011. Una de cal y otra de arena. En estos momentos ya hay 100.000 soldados americanos en Afganist¨¢n. El doble que hace un a?o. Tres veces m¨¢s que cuando Obama lleg¨®. Pero quiz¨¢ m¨¢s importante en su discurso fue el mensaje que lanz¨® a Karzai para que se pusiera las pilas en la gobernaci¨®n y el juego limpio: "Los afganos deber¨¢n asumir la responsabilidad de su propia seguridad porque EE UU no est¨¢ interesado en librar una guerra interminable". Con Occidente inmerso en la cuenta atr¨¢s de una retirada precipitada, cobran sentido el reto con aroma a profec¨ªa del mul¨¢ Omar, el veterano l¨ªder talib¨¢n, a sus enemigos occidentales: "Vosotros ten¨¦is los relojes; nosotros, el tiempo". La prensa americana habla del Vietnam de Obama. El presidente intent¨® conjurar tambi¨¦n esa maldici¨®n en su discurso: "A diferencia de la guerra de Vietnam, en Afganist¨¢n nos acompa?a una extensa coalici¨®n de 43 pa¨ªses que reconocen la legitimidad de nuestros actos. (?) Si no creyera que la seguridad de EE UU est¨¢ en juego en Afganist¨¢n, con gusto dar¨ªa la orden de que cada uno de nuestros soldados regresara ma?ana a casa".
Cuando el H¨¦rcules C-130 de la Fuerza A¨¦rea se aproxima a Kabul describiendo complicadas fintas con el objeto de ser imprevisible para cualquier insurgente determinado a derribarnos (los documentos filtrados por Wikileaks afirman que cuentan con misiles tierra-aire Stinger, algo que la coalici¨®n siempre neg¨®), me vuelvo a encontrar con el mismo paisaje desolado de Afganist¨¢n. Nada ha cambiado: la luz lechosa; el calor; las monta?as inabarcables; caminos polvorientos; descampados; edificios acribillados; una marea inacabable de casuchas de adobe a medio construir; burros y motocicletas. Escasos occidentales en las calles. Mucha desconfianza. El producto de tres d¨¦cadas de guerra. La d¨¦cada de invasi¨®n sovi¨¦tica se sald¨® con dos millones de muertos. Muchos afganos ven en EE UU y sus aliados un ej¨¦rcito de ocupaci¨®n. Otro m¨¢s.
El cuartel general de la ISAF en Kabul, el llamado Yellow building, un vetusto edificio colonial en el distrito de Dasht-e-Taiyara desde el que Petraeus dirige las operaciones, es un buen relato de d¨¦cadas de batalla sin tregua. A comienzos de los setenta, este palacete albergaba un elegante club militar frecuentado por el rey Mohammed Zahir Shah y su corte; tras la invasi¨®n por la URSS, en 1979, se convirti¨® en cuartel general sovi¨¦tico; a mediados de los noventa, tras la toma del poder por los talibanes, prest¨® el mismo servicio al r¨¦gimen del mul¨¢ Omar. Hoy es cuartel general de la ISAF. Un decorado buc¨®lico para dirigir una guerra inacabable. Desde el siglo XIX se denomina a Afganist¨¢n "la tumba de los imperios".
Llegar hasta la localidad de Sang Atesh, la posici¨®n m¨¢s peligrosa en la que opera el Ej¨¦rcito espa?ol, no es f¨¢cil. Se encuentra apenas a 40 kil¨®metros de Qala-i-Naw, centro de operaciones de Espa?a en la provincia de Badghis, en cuya base Ruy Gonz¨¢lez de Clavijo se concentran m¨¢s de mil militares y un equipo de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo (AECID), pero el trayecto por tierra es largo y peligroso. Durante el invierno, Sang Atesh queda aislada durante semanas. La temperatura desciende a 15 bajo cero. El centenar de soldados espa?oles all¨ª destacados sufre a diario los ataques de la insurgencia. Precisamente en esta base, el mi¨¦rcoles de la semana pasada fueron asesinados dos guardias civiles y un int¨¦rprete. Los ¨²ltimos de los 92 espa?oles muertos en esta misi¨®n.
El helic¨®ptero CH-47 Chinook oscila de uno a otro lado del desfiladero como una atracci¨®n de feria; parece derrapar en el aire como un monopat¨ªn. Volamos a ras del suelo desde Qala-i-Naw a Sang Atesh. A trav¨¦s de los dos portones situados a cada lado de la cabina, dos tiradores cubiertos con cascos estilo Darth Vader mueven sincopadamente sus ametralladoras M-60 en direcci¨®n al terreno que vamos dejando atr¨¢s. Un tercer tirador va colgado con su ametralladora en el port¨®n trasero de la nave, que permanece abierto todo el trayecto. Sobrevolamos reba?os de ovejas y cabras y las primitivas tiendas de campa?a de los kuchis, los n¨®madas de la regi¨®n. Cuando algo se mueve all¨ª abajo, el cabo Mendoza apunta su arma en esa direcci¨®n y el helic¨®ptero hace un quiebro. Y se te ponen los pelos de punta.
En Sang Atesh se jug¨® en junio aquel partido de f¨²tbol entre espa?oles y afganos que hizo exclamar con admiraci¨®n al duro general McChrystal: "Es esto". Lo relata un oficial que particip¨® en el encuentro: "Hab¨ªamos repelido por la ma?ana un ataque de la insurgencia; hubo un tiroteo muy fuerte. Se retiraron a las monta?as. Lo pasamos mal. Necesit¨¢bamos soltar adrenalina. Y echamos un partido a nuestros compa?eros del Ej¨¦rcito afgano, la gente con la que trabajamos, comemos y dormimos. No puedes estar con ellos durante el combate y luego marcharte a una base herm¨¦ticamente cerrada y dejarles colgados. Sabes que si les dejas solos habr¨¢ represalias. Tenemos que estar juntos. Demostrarles que estamos con ellos. Que no apagas la luz cuando todo acaba, como hicieron con ellos los sovi¨¦ticos en 1989".
La bofetada de calor que recibes al tomar tierra en Sang Atesh es dif¨ªcil de describir. Abrasa; se pegan al cuerpo el casco de kevlar y el chaleco antibalas. El aire es seco como la lija. 50 grados. Cuesta respirar. Los fuertes vientos levantan una densa cortina de polvo que ciega y se adhiere al rostro. Se mastica. La base operativa avanzada Bernardo de G¨¢lvez es una explanada desolada, rodeada de sacos terreros y b¨²nkeres de la firma brit¨¢nica Hesco Bastion, en la que los espa?oles han excavado trincheras protegidas por ametralladoras y morteros. Bajo tierra, como ratas, vive un centenar de militares durante periodos de tres semanas junto a militares y polic¨ªas afganos. Un par de grandes tiendas de campa?a verde oliva son zarandeadas por el viento como hojas. Es un paisaje lunar. La nada. No hay en qu¨¦ emplear el tiempo. "Lo ¨²nico que puedes hacer es prepararte la comida con tres amigos o echar una partida de PSP", explica un legionario.
Desde esta peligrosa posici¨®n y desde la de Moqur, los espa?oles defienden y garantizan la circulaci¨®n por la Ruta Lithium, una pista sin asfaltar que conecta las dos principales capitales de la provincia de Badghis, Qala-i-Naw y Bala-Murghab (el feudo talib¨¢n) y que durante a?os ha permanecido inactiva por los ataques terroristas. La misi¨®n del Ej¨¦rcito espa?ol es que el tr¨¢nsito aqu¨ª recupere la normalidad cueste lo que cueste. Es un paso fundamental para el comercio y el desarrollo de la zona. Para el futuro del pa¨ªs. "Dar seguridad en Lithium supone promover la libertad de movimientos de la gente, el comercio, el progreso. Ah¨ª nuestro trabajo es tangible; eso es estabilizar", nos explica en Qala-i-Naw el teniente coronel Juan Luis Sanz y Calabria. Otro teniente coronel, Miguel Ballenilla, el jefe del batall¨®n de maniobra, con el fusil bajo el hombro, nos confirma en Sang Atesh los continuos ataques que recibe la posici¨®n de la insurgencia y las octavillas que lanza en la zona "amenazando de muerte a la poblaci¨®n si colabora con nosotros. Es un trabajo complicado. Pero nadie nos dijo que iba a ser f¨¢cil; esto es Afganist¨¢n, y nosotros somos la Legi¨®n".
Espa?a ha hecho un buen trabajo en Afganist¨¢n. Todo ha funcionado. Siempre bajo la idea de seguridad y reconstrucci¨®n. Por este pa¨ªs perdido en la geograf¨ªa y la historia han pasado m¨¢s de 18.000 cooperantes, soldados y polic¨ªas espa?oles. Desde el primer d¨ªa con la filosof¨ªa de afganizar; es decir, trabajar para que el pa¨ªs se haga cargo de su futuro. El Ejecutivo espa?ol ha tenido siempre claro que no es posible liberar un pa¨ªs sin la colaboraci¨®n de sus ciudadanos. Algo que los americanos acaban de descubrir. "No estamos en Afganist¨¢n para quedarnos, ni para decirles c¨®mo tienen que vivir, sino para que ninguna organizaci¨®n terrorista pueda preparar aqu¨ª sus ataques", resum¨ªa la ministra de Defensa, Carme Chac¨®n, durante un viaje a Afganist¨¢n el pasado julio. Es la clave. El Ej¨¦rcito ha cumplido su misi¨®n: estabilizar Badghis. Y la AECID, lo propio: colaborar en su desarrollo. Espa?a ha gastado en esta provincia 133 millones de euros. Adem¨¢s del mill¨®n de euros que consume a diario la operaci¨®n. Ha financiado y dirigido la renovaci¨®n de la red de aguas; ha asfaltado calles y aceras; renovado hospitales, escuelas y red el¨¦ctrica. Adem¨¢s de realizar decenas de proyectos de impacto r¨¢pido, bajo coste y r¨¢pida realizaci¨®n, para ganarse a la poblaci¨®n. Ahora su objetivo es asegurar la construcci¨®n a lo largo de esta provincia de la Ring Road, la carretera de circunvalaci¨®n de 3.000 kil¨®metros que unir¨¢ y vertebrar¨¢ Afganist¨¢n y la comunicar¨¢ por primera vez con el resto de Asia. Y entrenar una brigada del nuevo Ej¨¦rcito afgano que deber¨¢ hacerse con el control del pa¨ªs. Cuando se consigan ambos objetivos, se podr¨¢ exclamar: "?Misi¨®n cumplida!".
El futuro de Afganist¨¢n es imprevisible. El pr¨®ximo noviembre, en Lisboa, los socios de la OTAN deben decidir qu¨¦ hacer, c¨®mo y cu¨¢ndo. En qu¨¦ condiciones abandonar¨¢n Afganist¨¢n y en qu¨¦ plazo. El pasado julio, en una conferencia internacional en Kabul, el presidente Karzai fij¨® la transferencia de la seguridad al Ej¨¦rcito afgano y la retirada de las fuerzas militares extranjeras en 2014. Una fecha que a la vista del verano catastr¨®fico que ha vivido la coalici¨®n, pre?ado de bajas, filtraciones y derrotas, est¨¢ a¨²n por ver.
La realidad es terca. No siempre coincide con las previsiones de pol¨ªticos o generales. Por eso quiz¨¢ lo mejor sea preguntar a un oficial de los que se han jugado la vida en este terreno durante cuatro meses.
-?Cu¨¢ndo saldremos de Afganist¨¢n?
-Cuando el Gobierno lo decida. Es una decisi¨®n pol¨ªtica. Seg¨²n donde pongamos el list¨®n. Ahora les toca a los afganos. Nosotros hemos hecho nuestro trabajo. Les hemos abierto una puerta que llevaba siglos cerrada y ense?ado un camino. Les hemos proporcionado instrumentos de desarrollo; les hemos abierto y asegurado v¨ªas de comunicaci¨®n; creado un m¨ªnimo tejido industrial; proporcionado luz y agua potable; sanidad, educaci¨®n y libertad de movimientos. Y estamos entrenando a las fuerzas militares y policiales que les dar¨¢n protecci¨®n futura. A partir de ahora, tienen que ser ellos. Ellos ver¨¢n hasta d¨®nde quieren llegar. Solo ellos.
Nueve a?os de conflicto duradero
El 11-S marca un punto de inflexi¨®n en la historia de Afganist¨¢n. La supuesta presencia en su suelo de Bin Laden y la negativa del r¨¦gimen talib¨¢n a entregar al responsable de los atentados, tal y como le pidi¨® la ONU, desata una acci¨®n militar internacional, Operaci¨®n Libertad Duradera, el 7 de octubre de 2001. Tropas estadounidenses y brit¨¢nicas inician operaciones para invadir este pa¨ªs de unos 30 millones de habitantes y derrocar a los talibanes. El 7 de diciembre cae en manos aliadas Kandahar, ¨²ltimo basti¨®n talib¨¢n.
2001. El 22 de diciembre se constituye un Gobierno interino presidido por Hamid Karzai y comienza una normalizaci¨®n pol¨ªtica marcada por la dificultad para desarrollar grandes zonas del pa¨ªs. Los aliados, bajo mandato de la ONU, contin¨²an operaciones militares tras talibanes y Al Qaeda.
2002. En septiembre, Karzai sobrevive a un atentado en Kandahar. Sufre otros: septiembre de 2004 (lanzan un misil contra su helic¨®ptero que no impacta), junio de 2007 y abril de 2008.
2003. En agosto, la OTAN toma el control de la seguridad en Kabul a trav¨¦s de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) y, por vez primera en su historia, se embarca en una operaci¨®n militar fuera de Europa. En octubre, la ISAF ampl¨ªa a todo el territorio afgano su ¨¢mbito de responsabilidades para ayudar al Gobierno afgano a conseguir mayor seguridad. Entre sus integrantes se encuentra un contingente de militares espa?oles.
2004 y 2005. En enero de 2004 se aprueba la nueva Constituci¨®n del pa¨ªs, que celebra elecciones presidenciales el 9 de octubre. Triunfa Karzai. El 18 de septiembre de 2005, Afganist¨¢n celebra las primeras elecciones parlamentarias en 30 a?os, para crear nueva Asamblea Nacional y consejos regionales en las 34 provincias.
2006. A?o muy negativo pese a que en febrero una conferencia de donantes en Londres compromete 10.000 millones de d¨®lares para reconstruir el pa¨ªs durante cinco a?os. Entre mayo-julio se realiza la Operaci¨®n Empuje a la Monta?a. Su objetivo: extender el control del Gobierno al sur. Se salda con cientos de muertos, muchos civiles. El panorama visible es de descontrol y fortaleza talib¨¢n. En Kabul se registran en mayo violentas manifestaciones antinorteamericanas por la muerte accidental de numerosos civiles causada por un veh¨ªculo militar. No hab¨ªa sucedido algo as¨ª desde la ca¨ªda talib¨¢n.
2007. En marzo se lleva a cabo la Operaci¨®n Aquiles. 5.500 efectivos de la OTAN y el Ej¨¦rcito afgano participan en la m¨¢s ambiciosa operaci¨®n militar hasta el momento con el objetivo de expulsar a los talibanes de la regi¨®n de Helmand. En mayo, tropas de la OTAN matan al mul¨¢ Dalul¨¢ Lang, m¨¢ximo jefe militar talib¨¢n, responsable de numerosas decapitaciones de rehenes secuestrados y de atentados suicidas. Uno, cometido el 6 de noviembre, mata a 42 personas en la delegaci¨®n parlamentaria de Baghlan, al norte. Fue el m¨¢s tr¨¢gico hasta esa fecha; poco antes, el 17 de junio, hubo al menos 35 muertos al estallar un autob¨²s frente a los cuarteles de polic¨ªa de Kabul. La OTAN reafirma su compromiso a largo plazo de pacificaci¨®n de Afganist¨¢n, lo considera su mayor prioridad.
2008. El 13 de junio, los talibanes consiguen la evasi¨®n de m¨¢s de mil presos, 400 de ellos guerrilleros, de una c¨¢rcel de Kandahar. Ese mes, Karzai amenaza a Pakist¨¢n con el env¨ªo de tropas para luchar contra los talibanes. Pakist¨¢n suscitaba recelos respecto a su actitud con ellos, y, de hecho, el Gobierno afgano responsabiliza a los servicios secretos paquistan¨ªes de estar tras el atentado suicida del 7 de julio contra la Embajada de India en Kabul, con m¨¢s de 50 muertos. Los aliados incrementan sus tropas para intentar cambiar el curso de los acontecimientos. En diciembre, Karzai y su hom¨®logo paquistan¨ª, Zardari, firman un acuerdo estrat¨¦gico para combatir a los talibanes a ambos lados de la frontera. Poco antes, los talibanes rechazan una oferta de negociaciones de paz formulada por Karzai con el argumento de que no habr¨ªa negociaci¨®n mientras hubiera tropas extranjeras en el pa¨ªs.
2009. Un nuevo giro. Llega a la Casa Blanca Obama y coloca el foco de su pol¨ªtica en el conflicto afgano, pero la espiral de violencia no se detiene. EE UU anuncia el env¨ªo de 17.000 soldados y los aliados se comprometen a incrementarlos. Obama anuncia una nueva estrategia. En mayo designa al general Stanley McChrystal como comandante de las tropas americanas. Declara que se necesitan nuevas ideas en la lucha. En julio, tropas americanas y afganas desencadenan una ofensiva en Helmand para arrebatarles este basti¨®n, donde cultivan la mayor parte del opio con que se financian. En agosto, elecciones presidenciales y regionales, saldadas con serias acusaciones de fraude electoral. La controversia acaba en octubre con la proclamaci¨®n de Karzai, que es investido presidente en noviembre. Pero en el ¨²ltimo a?o sus relaciones con EE UU se deterioran tras declarar que este desea en Afganist¨¢n un gobierno t¨ªtere. En septiembre, controversia por un bombardeo ordenado por el mando alem¨¢n en el que mueren 142 personas. Y un octubre sangriento para los americanos: 58 soldados muertos. En diciembre, Obama decide ampliar en 30.000 sus tropas (hasta 100.000) y anuncia que iniciar¨¢n la retirada de Afganist¨¢n en julio de 2011. El 30 de diciembre, un terrorista suicida mata a siete agentes de la CIA en una base militar afgana.
2010. En febrero, los aliados lanzan otra ofensiva en Helmand. En junio, el general norteamericano McChrystal renuncia tras un pol¨¦mico art¨ªculo de la revista Rolling Stone en el que critica la direcci¨®n pol¨ªtica que EE UU hace de la guerra afgana. Le sustituye el general David Petraeus. El 20 de julio se celebra en Kabul una conferencia internacional (60 pa¨ªses) para sentar las bases de la afganizaci¨®n, paulatina recuperaci¨®n de la soberan¨ªa afgana, que culminar¨¢ en 2014 (fecha prevista para la total retirada de tropas extranjeras). La conferencia sirve de espaldarazo a Karzai. La violencia o cesa. Las dos preguntas de fondo siguen siendo las mismas: si es posible ganar la guerra y c¨®mo hacerlo. El 25 de agosto, dos guardias civiles y su int¨¦rprete mueren tiroteados por un polic¨ªa afgano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.