Esculturas como setas
Obras de Alexander Calder, Isamu Noguchi y Henry Moore animan el jard¨ªn de Storm King, centro de arte al aire libre a una hora de Nueva York
Oscar Wilde tuvo hace m¨¢s de cien a?os la intuici¨®n de que no es el arte el que imita a la naturaleza, sino la naturaleza la que imita al arte. Tan convencido lleg¨® a estar que no paraba de ver atardeceres que plagiaban los que hab¨ªa pintado Turner, y a j¨®venes cuyos cuerpos copiaban a los esculpidos por Fidias.
Tal vez los fundadores del Storm King Art Center, a 50 millas de la ciudad de Nueva York, interpretaron a su manera esa visi¨®n wildeana cuando en 1960 decidieron fundar un museo de escultura al aire libre. Sin manifestarse sobre qu¨¦ fue antes, el huevo o la gallina, constituyeron este campestre museo para celebrar las relaciones entre la naturaleza y el arte.
Para llegar a Storm King en coche basta con cruzar el puente de George Washington desde Manhattan a Nueva Jersey y despu¨¦s seguir la pintoresca carretera 9W, que avanza en direcci¨®n norte sin alejarse del r¨ªo Hudson. Tambi¨¦n est¨¢ la opci¨®n del autob¨²s, pues hay un servicio que opera desde la ciudad hasta Storm King.
Vayan como vayan, podr¨¢n disfrutar del cl¨¢sico paisaje de la Costa Este de EE UU, con grandes bosques de robles y arces atravesados por arroyos y cubiertos en buena parte por roquedales de granito. Y tendr¨¢n el aliciente adicional de ver a trechos el estuario del r¨ªo Hudson, por donde no cuesta imaginar los viajes en canoa de los indios y los galeones de los primeros occidentales que lo exploraron.
Hoy en lugar de canoas y galeones podr¨¢n ver los barcos y gabarras que suben hacia el norte del Estado y los Grandes Lagos, ya que el Hudson est¨¢ conectado con el lago de Erie a trav¨¦s de un canal. La carretera pasa relativamente cerca de la famosa academia militar de West Point, un s¨ªmbolo de Estados Unidos que por arte de la cultura popular y del cine se ha convertido en universal. Aqu¨ª se educan los rapados y esforzad¨ªsimos cadetes, futuros oficiales del ej¨¦rcito que han dado lugar a todo un g¨¦nero cinematogr¨¢fico -las pel¨ªculas de cadetes- y varios subg¨¦neros, que van desde el drama de honor hasta el del rom¨¢ntico y caballeresco oficial yanqui. Puede visitarse.
Pero entre unas cosas y otras ya hemos llegado al centro de arte Storm King, que ocupa unas 200 hect¨¢reas de prados y bosques, ca?izares, colinas y sotos en un amplio valle donde se exhiben al aire libre m¨¢s de cien esculturas, todas ellas producidas despu¨¦s de la II Guerra Mundial. Pasada la cancela de entrada a la finca, nos da la bienvenida El arco (1975), un Alexander Calder curiosamente gr¨¢vido y monumental.
El edificio principal es una recia casa de campo de 1935 situada en lo alto de una colina desde donde se llega a ver buena parte del centro de arte. En el parterre delantero, con columnata incluida, se ubicaron las primeras esculturas de la colecci¨®n durante la d¨¦cada de los sesenta. Aqu¨ª se encuentra la undosa y sensual Formas conectadas reclinadas (1969), de Henry Moore, mientras que la pl¨¢stica Momo Taro (1977-1978), de Isamu Noguchi, se halla al otro lado de la casa, y algo m¨¢s all¨¢ de la obra del japon¨¦s est¨¢ Cinco unidades modulares (1971), de Sol Lewitt.
Luz, hora y tiempo
Uno de los atractivos de este museo reside en que los visitantes pueden recorrer el espacio a su antojo, bien a pie o bien subiendo y bajando de los peque?os trenes que recorren la finca. Otros antojos a tener en cuenta son los de la naturaleza que sirve de contexto a las esculturas, ya que seg¨²n las estaciones del a?o, la luz, la hora y el tiempo que haga, cambiar¨¢ nuestra percepci¨®n del paisaje y de las obras. En la zona m¨¢s umbr¨ªa y fresca de la finca, junto a un ca?izar rodeado de ¨¢rboles, no hay que perderse las dos barras de acero en movimiento de Sea change (1996), un trabajo airoso y sutil debido a George Cutts, y muy cerca de la cafeter¨ªa, en la orilla de las praderas, tampoco hay que pasar de largo junto al s¨®lido y anguloso Hombre en cantera (1960), de Josef Pillhofer. Cabr¨ªa seguir citando nombres y obras, pero de todas las que se reparten por Storm King hay al menos tres muestras de land art que destacan por su integraci¨®n en el paisaje. Las tres se encuentran en la zona de los South Fields. Antes de llegar a ellas, si seguimos la avenida llamada Bunny Road, veremos que el regato que corre a la izquierda se embalsa formando una laguna de donde sale la Sirena (1994), de Roy Lichtenstein, con todas las se?as de su colorido estilo desplegadas.
Y ya algo m¨¢s adelante, rodeando inveros¨ªmilmente los ¨¢rboles e intern¨¢ndose bajo el agua de la laguna para despu¨¦s escarpar un talud, se vislumbra el Muro de Storm King (1997-98) de Andy Goldsworthy. El artista brit¨¢nico y un equipo de alba?iles escoceses tardaron dos a?os en completar este s¨®lido muro de piedra que juega con los l¨ªmites y las fronteras, con lo que es interno y externo, y con la eterna paradoja de poner puertas al campo.
Muy cercano al hermoso muro de Goldsworthy se halla el Campo de olas (2007-2008), de Maya Lin, un campo que simula en tierra las olas del mar, aunque tambi¨¦n podr¨ªan ser las dunas de un desierto o las colinas de un territorio. Cambia la materia mientras la forma perdura.
Por fin, la tercera muestra de land art se debe al escultor Richard Serra, quien entre 1990 y 1991 instal¨® en una suave pendiente orientada a levante su Tenedor Schunnemunk, cuatro grandes planchas equidistantes de acero corten que salen del terreno como las cuatro puntas de un inmenso tenedor que se hallase bajo tierra. As¨ª es Storm King, un lugar donde la naturaleza est¨¢ pre?ada de tenedores; donde se imita a s¨ª misma mientras plagia al arte. Puro Wilde.
Gu¨ªa
La visita
? Storm King Art Center (www.stormkingartcenter.org; 001 84 55 34 31 15). Old Pleasant Hill Road. Mountainville, Nueva York. Horarios: hasta el 31 de octubre, de mi¨¦rcoles a domingo, de 10.00 a 17.30. Del 1 al 14 de noviembre, mismos d¨ªas, pero solo hasta las 17.00. Precio: entrada, 9,35 euros. C¨®mo ir: en autob¨²s (www.shortlinebus.com; 001 80 06 31 84 05).
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