Fascinados por la guerra
Cuando se han rebasado siete d¨¦cadas de su comienzo como rebeli¨®n militar contra la Rep¨²blica, la guerra de Espa?a sigue despertando la misma fascinaci¨®n que movi¨® a tantos escritores, periodistas y fot¨®grafos a tomar las plumas o las Leicas para dejar testimonio de lo que viv¨ªan. No ha habido guerra que haya generado m¨¢s cantidad de im¨¢genes memorables, de grandes reportajes, de vibrantes transmisiones radiof¨®nicas, de folletos, carteles, discursos, novelas, poes¨ªas. Fue una enorme masa de pel¨ªculas, de fotos, de papel impreso con una pregunta de fondo: ?c¨®mo es posible?
La rebeli¨®n militar y la resistencia armada, dejadas a sus propias fuerzas, habr¨ªan terminado quiz¨¢ en una gran matanza de la que los espa?oles hubieran tenido que salir, agotadas todas sus reservas a finales de 1936, bajo la tutela de la Sociedad de Naciones. Habr¨ªa quedado as¨ª, para la memoria, como el ¨²ltimo estallido de barbarie de un pa¨ªs que ya hab¨ªa dado ejemplo, en todo el siglo XIX, de una inagotable crueldad: "Son unos b¨¢rbaros", dijo un diplom¨¢tico del Vaticano al embajador de Francia, refiri¨¦ndose al terror desatado en las dos zonas en que se rompi¨® el territorio de la Rep¨²blica.
Pero ese probable destino de una naci¨®n que, como escrib¨ªa Francisco Ayala, no contaba para mucho en el mundo, qued¨® torcido desde las primeras semanas por la aviaci¨®n, las tropas y las armas enviadas a los rebeldes por Alemania e Italia y la posterior intervenci¨®n sovi¨¦tica ante el abandono de la Rep¨²blica por las potencias democr¨¢ticas. A partir de ah¨ª, lo que se ventilaba no era s¨®lo una guerra antigua, de religi¨®n y de naci¨®n, una lucha de clases por las armas; a partir de ah¨ª la guerra de Espa?a comenz¨® a ser una guerra europea en miniatura, un campo de pruebas de la guerra que se cern¨ªa de nuevo sobre Europa.
Fue esta secuencia del terror cara a cara al terror ca¨ªdo del cielo, de guerra de fusiles y ca?ones a guerra de tanques y aviones, lo que mantuvo durante meses y meses a la guerra de Espa?a en las p¨¢ginas de todas las revistas ilustradas: Life, Match, Vu, Regards, L'Illustration. Es una guerra fotog¨¦nica, se dijo de ella: a las im¨¢genes de muertos amontonados en cunetas, de estatuas decapitadas, de campesinos cayendo como abrazando la tierra siguieron las de paisanos destrozados en las calles, tanques despanzurrados, pueblos y ciudades arrasados, desfiles militares, obispos brazo en alto. Fue la ¨²ltima guerra por las grandes causas: por la religi¨®n, por el fascismo, por el socialismo, por el antifascismo, por la revoluci¨®n. Cruce de todos los conflictos, los podridos ya por el tiempo y los a¨²n no llegados a saz¨®n.
Ahora, cuando las grandes ideas han agotado su caudal de muerte y destrucci¨®n, aquella guerra antigua en la que comenzaron a solventarse conflictos modernos sigue mostrando, en el cine, en la literatura, en las fotos de sus muertos sin enterrar, su inagotable capacidad de fascinaci¨®n con id¨¦ntica pregunta al fondo: ?c¨®mo fue posible? Y es entonces el momento de contar otra vez la misma historia revolviendo las viejas fotograf¨ªas.
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