A vueltas con las rotondas
Al menos 2.700 glorietas regulan el tr¨¢fico en la regi¨®n - Los Ayuntamientos tiran de historia, arte e imaginaci¨®n para decorarlas
Adivinanza: ?Qu¨¦ tienen en com¨²n un avi¨®n y una locomotora?, ?y un acueducto lejanamente segoviano con una torre de control? No, no vale que los primeros sirven para el transporte y los segundos son edificios. Y adem¨¢s... ?qu¨¦ tienen que ver todos ellos con una menina, un olivo y una antorcha ol¨ªmpica? Pista: una fuente.
Si usted es buen conocedor de la regi¨®n -o ha empezado el reportaje por los t¨ªtulos- habr¨¢ dado con la respuesta correcta: cualquiera de esos objetos puede estar en mitad del asfalto, a veces muy cerca de casa, y a menudo cuenta con alg¨²n surtidor. Se yergue sobre ese pedestal del paisaje urbano -y viario- llamado rotonda. S¨ª, esa que obliga a ralentizar la marcha a los conductores y da quebraderos de cabeza al peat¨®n que quiere cruzarla. Esa que se reproduce como setas por la geograf¨ªa y cuyo nombre popular suele coincidir con el del comercio de uno de sus laterales, con la figura que representa una escultura o -en el peor de los casos- con el mote que inspira, a veces poco decoroso. Porque a las rotondas se las llama incluso por el ordinal y casi nunca por su nombre oficial -cuando lo tienen.
Tan poco respeto para una presencia tan rotunda. Las rotondas se han ense?oreado de las ciudades: de las poco m¨¢s de 30 en 1988 (sobre todo en carreteras de la zona de Pozuelo) a las 2.700 que hab¨ªa en 2008, seg¨²n el estudio Enmascarando la pobreza del paisaje urbano: rotondas y arte p¨²blico de las profesoras Elia Canosa y ?ngela Garc¨ªa Carballo, de la Universidad Aut¨®noma. "Las rotondas surgieron para regular el tr¨¢fico. Son un invento de los franceses", relata Jos¨¦ Fari?a, catedr¨¢tico de Urbanismo y Ordenaci¨®n del Territorio de la Escuela de Arquitectura de Madrid. Un buen ejemplo fue la parisiense plaza de l'?toile, la madre de todas las rotondas para algunos. Y bien prol¨ªfica."No es que haya una afici¨®n desmesurada a ponerlas. Es que son un sistema eficiente para templar el tr¨¢fico. Obligan a reducir la velocidad", detalla Fari?a. Pero no son siempre la panacea: "Si una rotonda se embotella es muy dif¨ªcil que se vac¨ªe", advierte. Moraleja, para casos de mucho tr¨¢nsito mejor pasos inferiores, tal como ha predicado el Gobierno regional. Pero son mucho m¨¢s caros. La otra alternativa, el sem¨¢foro, suscita divisi¨®n de opiniones entre los expertos. Para unos sirve, para otros ralentiza demasiado la circulaci¨®n. Claro que tambi¨¦n existe la rotonda con sem¨¢foro. Y ojo con salt¨¢rselo pensando que vale con ceder el paso a la izquierda...
Adem¨¢s, las nuevas glorietas ofrecen otras utilidades. "Tienen que servir como referencia al conductor y al peat¨®n, facilitar la orientaci¨®n", prosigue el catedr¨¢tico Fari?a, partidario de que se empleen igualmente para "embellecer las ciudades e introducir la naturaleza en ellas". Adem¨¢s de atemperar el tr¨¢nsito, las glorietas sirven como sello de identidad, y los alcaldes lo saben. "Son un espacio de oportunidad para poner cosas", resume este experto antes de advertir: todas esas ventajas tambi¨¦n pueden ser inconvenientes.
Las "cosas" que los Ayuntamientos -a veces las constructoras- colocan encima de las rotondas conforman un muestrario variado. Hay quien apuesta por reforzar la identidad local -y de paso a?ade el nombre del pueblo en grandes letras-, como Colmenar Viejo. Un par de canteros -maza y botijo incluidos- en una glorieta y otro de pastores con media docena de reses dan la bienvenida a la localidad. Cerceda, pocos kil¨®metros despu¨¦s, repite la primera idea, aunque con estilo menos figurativo y hierro en lugar de bronce. Es lo que tiene compartir tradiciones.
De eso sabe el alcalde de Brunete, F¨¦lix Gavilanes. Su colega de Navalcarnero le pis¨® la recreaci¨®n de sus or¨ªgenes segovianos. "Iba a imitar los arcos del acueducto...", relata el regidor. La arcada, en acero corten y con fuente, luce en la localidad vecina, que alterna la historia con el arte conceptual: en una rotonda muestra el Chrystal Garden, obra del estadounidense Dennis Oppenheim. El conjunto sali¨® por 600.000 euros y hay quien lo apoda Kriptonita. Otros Ayuntamientos han hecho dispendios similares.
La competencia es dura y el regidor de Brunete no se arredra. Mejor que tirar de la historia -de la m¨¢s reciente, la batalla de la Guerra Civil, solo quiere acordarse como ejemplo de "lo que nunca debi¨® ocurrir"-, Gavilanes recurre a la imaginaci¨®n y a la actualidad. Eso explica la glorieta del Aeropuerto -con reproducci¨®n de la torre de control y una peque?a silueta de la T-4 de Barajas- y la Ol¨ªmpica 2012, con una antorcha de 8,5 metros. La primera festeja la ampliaci¨®n aeroportuaria y la segunda, el sue?o deportivo de la capital. "Cuando se inauguraron se habl¨® mucho de ellas", dice Gavilanes, padre de estas "rotondas propagand¨ªsticas". Para cuando prospere de nuevo la construcci¨®n, tiene preparada "una glorieta de La Prensa" y otra "de Ifema".
Todo cabe sobre una rotonda. Desde las piezas de artistas consagrados como Manolo Vald¨¦s (Alcobendas) o Rafael Canogar (Legan¨¦s) hasta banderas de Espa?a (Pozuelo) pasando por una profusi¨®n de motivos rurales (tinajas, olivos, carros, norias...) o de identidad local (aviones en un Getafe con base a¨¦rea o un barco para la vocaci¨®n na¨²tica de San Mart¨ªn de Valdeiglesias). As¨ª hasta llegar a los pirul¨ªes (Rivas) o los jardines japoneses.
Esta profusi¨®n, independiente del color pol¨ªtico de los equipos de gobierno, tambi¨¦n tiene sus cr¨ªticos. "Las rotondas se han convertido en un negocio para las constructoras y en un medio de autobombo para los pol¨ªticos", lamenta la ge¨®grafa Elia Canosa. Considera que "la confluencia de intereses" de autoridades, constructores -hay quienes las ofrecen con adorno incluido-, medios de comunicaci¨®n y artistas han acabado por convertirlas "en panacea de un paisaje que se estandariza y empobrece". "Este tipo de arte urbano no est¨¢ pensado para el ciudadano y no se integra en el paisaje. Adem¨¢s, solo puede verse desde el coche", afirma esta cr¨ªtica de "la rotonditis", que define como "una plaga y un despilfarro".
"Son un buen sitio. Las rotondas permiten sacar el arte a la calle y democratizarlo", defiende un artista habituado a este terreno, Eladio de Mora, dEmo, autor del oso que campea en Boadilla o de la ¨²ltima rotonda de Legan¨¦s acabada ya en un barrio a¨²n sin construir.
Con o sin arte, inaccesibles para los peatones, las glorietas componen el paisaje cotidiano de millones de madrile?os. "Reflejan la ciudad hecha a la escala del coche", reflexiona Jos¨¦ Antonio Corraliza, catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Ambiental de la Universidad Aut¨®noma. Y lanza una propuesta: "Ya que no podemos vivir sin ellas, llen¨¦moslas de referentes que nos ayuden a orientarnos, que nos cuenten algo y tengan nombre".
"Menos mal que ya no caben m¨¢s", se consuela Canosa.
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