Un Maragall pl¨²mbeo
Montaje sobre textos narrativos y po¨¦ticos de Joan Maragall como homenaje a su obra y figura para conmemorar el doble aniversario, los 150 a?os de su nacimiento y los casi 100 de su muerte. Estrenado en el festival Temporada Alta de Girona, Joan Maragall, la llei d'amor es una ambiciosa, por extensa, adaptaci¨®n esc¨¦nica de esos textos y es tambi¨¦n el recorrido por la trayectoria vital del poeta, vinculado a los acontecimientos hist¨®ricos del momento, como la Semana Tr¨¢gica. Y estas l¨ªneas son casi las mismas que escrib¨ª para El jard¨ª dels cinc arbres, espect¨¢culo de Joan Oll¨¦ sobre Espriu; me ha bastado con cambiar nombres y aniversarios. Y es que su f¨®rmula para aproximarse a textos literarios, sean de Rodoreda, Andr¨¦s Estell¨¦s, Pla, Espriu, Mishima o, ahora, Maragall, viene a ser la misma, as¨ª como varios de los int¨¦rpretes: cuidada puesta en escena, iluminaci¨®n atenta, milim¨¦trica distribuci¨®n espacial, banda sonora y proyecci¨®n de im¨¢genes como acompa?amiento, desdoblamiento del protagonista en varias voces y textos de hilo conductor del espect¨¢culo.
La naturaleza del poeta marca el tono de los montajes. Pla era ameno y no requer¨ªa relleno extraliterario para que entrara bien; Espriu, m¨¢s cr¨ªptico, necesit¨® de acrobacias y escenas circenses; Maragall, poeta regeneracionista (cre¨ªa que Catalu?a, en plan Fortimbr¨¢s, deb¨ªa ser el instrumento regenerador de Espa?a, representada en la figura de Hamlet), periodista de opini¨®n y prol¨ªfico autor de ensayos, biograf¨ªas y pr¨®logos, estar¨ªa un poco entre los dos. Su poes¨ªa se complementa con lo que expone en los art¨ªculos, de manera que toda su obra gira en torno al papel que le toc¨® vivir como seguidor de tradiciones literarias del XIX y agitador de las del XX. As¨ª, entre cantos espirituales y odas a Espa?a o Barcelona, aparece su versi¨®n del Comte Arnau y la idea de que las leyendas representan los atavismos de una colectividad, por lo que tambi¨¦n hay que interpretarlas. Es decir, al margen de ideolog¨ªas pol¨ªticas, uno tras otro sus textos se hacen algo reiterativos. Es una opini¨®n. Y el montaje de Oll¨¦ refuerza esa reiteraci¨®n. A pesar de los movimientos de la bailarina Rosa Mu?oz, a pesar del numeroso coro que acompa?a los versos musicados, a pesar del despliegue de atrezzo, Joan Maragall, la llei d'amor es aburrid¨ªsimo. No ayuda la solemnidad con la que los int¨¦rpretes dicen o recitan, ni la lentitud de sus acciones. Como ¨²nico contrapunto, unas cartas de Unamuno, que al menos aportan algo de iron¨ªa.
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