Aportaciones culturales
Aunque es m¨¢s bien parca la dotaci¨®n espa?ola a la cultura universal, algo hemos hecho, aunque poco. Aparte de las Universidades de Salamanca, Alcal¨¢, Sevilla y alg¨²n otro punto m¨¢s, estaba bien entrado el siglo XVII cuando empezaron a ense?ar la cresta algunos focos de sabidur¨ªa, empecatados entre las bander¨ªas jesu¨ªticas, benedictinas y franciscanas por prevaler sus m¨¦todos caseros de entender la Divinidad. La verdad es que alcanzadas las cimas de la fregona y los chupa-chups y alguna idea acerca de los barcos sumergibles es globalmente pobre nuestra aportaci¨®n.
Con leg¨ªtima satisfacci¨®n podemos ufanarnos de haber descubierto la tapa, compa?era de barra de los bares espa?oles, olvidado el higi¨¦nico origen de impedir que las moscas cayeran en el vaso, protegido por la rodaja de chorizo. Hoy podemos presumir de que los grandes chefs compitan haciendo de ello una rama descollante de la gastronom¨ªa. Ha habido congresos, simposios, asambleas para magnificar ese vulgar aperitivo que, en el m¨¢s escueto de los casos, contribuye a despertar la sed en el parroquiano, de ah¨ª el ¨¦xito de las almendras saladas, los manises y las patatas fritas a la inglesa. Hoy se puede desestructurar un caracol, con una ramita de hinojo efervescente, como escolta de un c¨®ctel de champ¨¢n.
Alcanzadas las cimas de la fregona y los chupa-chups es globalmente pobre nuestra aportaci¨®n
Nos llevan casi 10 a?os los ingleses, que consiguieron la prohibici¨®n de fumar en los 'pubs'
Reservemos un altar para la fregona, hito en la cultura universal que han desde?ado las feministas y que manumiti¨® de la postura servil a nuestras mujeres, al menos las de la limpieza. Descubrimiento homologable con la rueda o el fuego casi podr¨ªa mantenerse la idea de que las f¨¦minas de humilde condici¨®n alcanzaron la postura erecta gracias a la fregona. ?Loor a ella!
Otro descomunal segmento humano, el de los ni?os preferentemente, se ha visto favorecido con la idea del chupa-chup, genial como todo lo sencillo, que resguarda los dedos de los pegajosos caramelos y convierte en gesto casi elegante degustar sabores hasta ahora envueltos en un papel y liberados por el providencial palito. Genio espa?ol sin g¨¦nero de duda.
En otro orden, alterando costumbres muy arraigadas, damos al mundo el gregario hallazgo del botell¨®n, que permite la ingesti¨®n de alcohol de mala calidad administrado comunitariamente y liberando al adicto de la amarga tristeza de la borrachera solitaria. Desde ahora triunfa la diversi¨®n tumultuosa e incluso el s¨ªncope, el colapso card¨ªaco, el v¨®mito singular, las restricciones de la vejiga por causa de seculares inhibiciones. Una ola euforizante recorre la pen¨ªnsula Ib¨¦rica y se instala, poco a poco, en tierras extra?as entonando un canto a los viernes por la noche, alarg¨¢ndolo hasta el domingo si es preciso. ?Puro genio ib¨¦rico!
A otras muchas evoluciones llegamos con retraso. Nos llevan casi 10 a?os los ingleses, que consiguieron la prohibici¨®n de fumar en los pubs por la revuelta de camareros y barmans, resueltos a no morir de c¨¢ncer de pulm¨®n originado por la recalcitrante clientela. Aqu¨ª, tras tiquismiquis sanitarios, se impone el criterio de los empleados que, por extra?a idiosincrasia, parecen militar en el campo de los no fumadores, o fumadores pasivos. De esto hace ya ese tiempo y, sin embargo, los ingleses siguen yendo a sus bares, porque parece haber triunfado la tesis de que a esos establecimientos se va a beber, no a fumar, como no se hace en las capillas evang¨¦licas o sus infinitas variantes.
Se pronostic¨® la ruina de esos entra?ables y t¨ªpicos establecimientos, como cuando se dictaron sever¨ªsimas leyes de apertura y cierre de las tabernas en todo Reino Unido. A ra¨ªz de un movimiento de mayor permisividad pude enterarme del origen de la prohibici¨®n, que era muy cierta. Entre determinadas horas era imposible e ilegal consumir alcohol, ni siquiera en los trenes al sonar el reloj fat¨ªdico. La causa fue muy simple: Las f¨¢bricas de armamento, durante la I Guerra Mundial, constataron que los obreros reanudaban la tarea pr¨¢cticamente borrachos, tras la pausa de mediod¨ªa. Ello trajo la severa y punible prohibici¨®n de abrir las tabernas en las horas previas a la jornada laboral. Como muchas disposiciones de car¨¢cter general, estuvo vigente m¨¢s de medio siglo, sin que disminuyera el crecido n¨²mero de dips¨®manos al servicio de Su Graciosa Majestad.
Modesta cooperaci¨®n pero quien da lo que tiene no est¨¢ obligado a m¨¢s.
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