La bandera del h¨¦roe
Los derroteros por los que la vida me ha llevado me han permitido ver de cerca a Marcelino Camacho. Me han permitido hablar muchas veces con ¨¦l y me han obligado, bastantes veces, a hablar de ¨¦l.
Ahora debo escribir algo. No voy a relatar su vida. Es conocida. Tampoco voy a glosar sus hechos. Son relevantes para todos sus contempor¨¢neos y para las generaciones siguientes. No puedo, ni lo pretendo, ser original. As¨ª que, pensando en ¨¦l y en los que esto lean, repetir¨¦ dos cosas que he dicho quiz¨¢ demasiadas veces.
La primera. Mucha gente de mi generaci¨®n amaneci¨® a lo que ahora se llama pol¨ªtica en el periodo final de la dictadura del general Franco. En ese amanecer brillaban algunas luces. Eran obreros, que encabezaban la resistencia contra la dictadura. Desde sus policiales y patibularias fotograf¨ªas en blanco y negro su mirada que nos advert¨ªa, nos interpelaba y nos reclamaba, estaba configur¨¢ndonos a nosotros. Muchos no ¨¦ramos obreros ni ten¨ªamos esa perspectiva vital. Ellos nos construyeron a muchos una red de creencias y (no lo sab¨ªamos entonces) nuestro futuro no solo colectivo sino personal. Fueron, y lo repito una vez m¨¢s, nuestros h¨¦roes. Y en el centro de todos ellos siempre estaba Camacho. Tal fue la fuerza de la atracci¨®n que yo ca¨ª, tras una especie de recorrido espiral, justo al lado del h¨¦roe. Cosas de la vida y de la condici¨®n humana. Era tal el brillo de estos h¨¦roes que casi todos los dem¨¢s (y no todos lo eran) nos parec¨ªan villanos.
Lo que m¨¢s me gusta es su valent¨ªa a la que tantos llaman coherencia
La segunda. Dimos muchas vueltas, la gente de mi generaci¨®n, al pasado, presente y futuro del comunismo. Camacho era y es comunista. Yo creo que tard¨¦ demasiado tiempo en dar con un texto que expresaba mis consideraciones sobre este asunto. Era de Claudio Magris y lo le¨ª cuando yo ya conoc¨ªa de cerca al h¨¦roe, cuando hab¨ªa ca¨ªdo el muro de Berl¨ªn y tantos muros, cuando hab¨ªa le¨ªdo a Hannah Arendt y su descripci¨®n implacable del totalitarismo.
Dice Claudio Magris hablando de estas cosas: "Esa herencia moral debe ser recogida incluso por quien no ha compartido su bandera; ay, si, cuando cae la fe en 'el dios que ha fracasado', desaparecen con ella los atributos humanos -la consagraci¨®n a un valor suprapersonal, la fidelidad, la valent¨ªa- que esa fe hab¨ªa contribuido a forjar".
Conclusiones sobre la atracci¨®n de los h¨¦roes: son necesarios para configurarnos si son consistentes y fuertes y quiz¨¢ por ello cuando hablo de Camacho debo hablar algo de m¨ª. Y sobre las virtudes de Camacho: creo que son claramente las tres citadas en el texto de Magris y que deben seguir escritas en cualquier bandera que merece y merezca ser enarbolada.
Pero a m¨ª, como la primera vez que vi la fotograf¨ªa de Camacho, lo que m¨¢s me gusta de ¨¦l es su valent¨ªa, a la que tantos -y ¨¦l mismo- llaman coherencia.
Discurso de Jos¨¦ Mar¨ªa Fidalgo, entonces secretario general de CC OO, en un homenaje a Marcelino Camacho en octubre de 2007.
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