"Para nosotros, Ceuta es una c¨¢rcel"
La frustraci¨®n de los inmigrantes atiza las tensiones en la ciudad aut¨®noma
![Fernando J. P¨¦rez](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F63c76102-b506-49c3-9d55-996d3913fb4f.jpg?auth=f89e780cc248a9c413ea877fb3a202139132cbe98bfd1b3363e63d4bec357309&width=100&height=100&smart=true)
Ratty, un m¨²sico sudan¨¦s de 25 a?os y sonrisa indestructible, tiene tatuado en la memoria el d¨ªa en que lleg¨® al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta. "Era el 20 de julio de 2007. Mi mujer, Rose Jean, y yo tardamos cuatro meses en cruzar el desierto y damos gracias a Dios todos los d¨ªas por haber llegado hasta aqu¨ª", afirma. Ratty, hijo de un pastor protestante, cuenta que es el ¨²nico miembro de su familia que ha sobrevivido a las luchas entre cristianos y musulmanes en el sur de su pa¨ªs. El matrimonio tuvo una hija, Natascha, hace dos a?os y medio. En la mesa de la habitaci¨®n que ocupan en el CETI solo hay una Biblia, abierta por una p¨¢gina al azar, y Ratty lleva en la mano otro libro, titulado Our daily bread (el pan nuestro de cada d¨ªa).
Han pasado 1.080 d¨ªas desde su llegada a Ceuta, y la lectura de textos religiosos apenas alivia el ansia de abandonar el limbo fronterizo de la ciudad aut¨®noma y dar el salto a Europa: "Los m¨²sicos necesitamos libertad y aqu¨ª no la tenemos", dice Ratty. Casi todas las personas que viven en el CETI -actualmente hay 470 residentes, de ellas 15 familias con ni?os y otras 12 mujeres gestantes para 512 plazas- relatan historias similares.
El periodo de estancia media en el centro ha pasado a 18 meses, cuando el m¨¢ximo previsto es medio a?o, aunque son numerosos quienes afirman llevar m¨¢s de tres y cuatro a?os. La frustraci¨®n que sienten los residentes por no poder continuar su viaje hacia la Pen¨ªnsula est¨¢ convirtiendo al centro en una olla a presi¨®n que la polic¨ªa teme que pueda reventar en cualquier momento. El pasado septiembre los senegaleses, que son la nacionalidad mayoritaria, con un 25% de residentes, se manifestaron por las calles de Ceuta pidiendo poder continuar su viaje hacia Europa. Posteriormente llevaron su protesta al propio CETI, que vivi¨® momentos de gran tensi¨®n. Ahora, polic¨ªas antidisturbios vigilan a diario las instalaciones, situadas en las afueras de la ciudad. La calma, de momento, se mantiene.
El CETI, gestionado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, es un centro abierto. Los extranjeros all¨ª alojados, en un 70% demandantes de asilo pendientes de resoluci¨®n, pueden salir de ¨¦l con libertad y circular por la ciudad. Sin embargo, no pueden abandonar Ceuta ya que esta ciudad aut¨®noma, al igual que Melilla, est¨¢ excluida del espacio Schengen de supresi¨®n de fronteras interiores de la Uni¨®n Europea.
Por ello, casi todos los d¨ªas, residentes del CETI salen de las instalaciones de la carretera del Jaral y se dirigen al puerto ceut¨ª. En la escollera de La Puntilla se esconden entre las rocas o sobre la monta?a de escombros creada por la ampliaci¨®n del recinto portuario. All¨ª esperan la oportunidad de colarse en los bajos de un cami¨®n que cruce el estrecho en los ferrys hacia Algeciras.
"En la escollera hay un centenar de inmigrantes, la mayor¨ªa magreb¨ªes, muchos de ellos menores adictos a esnifar pegamento, pero tambi¨¦n hay subsaharianos del CETI. No hay d¨ªa en que no pillemos a uno o dos escondidos en camiones y contenedores", afirma una fuente de la Guardia Civil. A veces, los extranjeros lanzan piedras a los agentes para distraerlos y facilitar el embarque de sus compa?eros. El ¨²ltimo incidente conocido ocurri¨® en la madrugada del mi¨¦rcoles. Seg¨²n un portavoz de la Guardia Civil, un peque?o grupo -"no m¨¢s de media docena"- de subsaharianos les atac¨® y los agentes repelieron la agresi¨®n con pelotas de goma. No hubo heridos ni detenidos. La carretera que separa la escombrera del aparcamiento para camiones est¨¢ sembrada aqu¨ª y all¨¢ por casquillos de balas de fogueo.
Musa, senegal¨¦s de 28 a?os y chofer de profesi¨®n, se ha subido junto a otros africanos a la escombrera. Es el ¨²nico que no huye o se esconde de los periodistas, aunque se niega a dejarse fotografiar. Tras ocho meses en Ceuta, el jueves casi consigui¨® su objetivo: "Me col¨¦ en los bajos de un cami¨®n sin que el conductor se diera cuenta, pero ese cami¨®n no entr¨® en ning¨²n ferry", se lamenta con los ojos puestos en el Estrecho. "Para nosotros Ceuta es una c¨¢rcel".
El CETI, construido en la ladera de un monte, se divide en tres niveles. El superior lo ocupan el comedor, las zonas comunes y las oficinas. El nivel medio se dedica a aulas, talleres y zonas deportivas. La parte baja est¨¢ destinada a las habitaciones de los inmigrantes. Junto al cuarto de Ratty y su familia, seis mujeres comparten una estancia de ocho metros cuadrados con literas.
Bibian, de 30 a?os y origen somal¨ª, ha sido madre hace 15 d¨ªas en un hospital de la ciudad. "Llevo tres a?os aqu¨ª. Estoy perdiendo el tiempo", afirma en ingl¨¦s. La congole?a y franc¨®fona Corinne remacha: "No podemos cocinar nuestra comida, ni traer alimentos a las habitaciones, ni nada. Casi todos los d¨ªas acabamos a gritos y hay broncas por cosas tan tontas como las camas. En estas condiciones es muy complicado vivir con educaci¨®n", afirma. Las camas altas est¨¢n atestadas con los enseres que estas mujeres han ido acumulando en estos a?os en Ceuta.
25 nacionalidades bajo el mismo techo
Carlos Bengoechea, diplom¨¢tico de carrera y director del CETI desde hace ocho meses, gestiona un espacio en el que se mezclan 25 nacionalidades, y en el que trabajan 110 personas, la mayor¨ªa procedentes de ONG. "Para todos estas personas, Ceuta no es el fin de su trayecto. Han quedado embolsados en la ciudad. Hasta llegar aqu¨ª han pasado una media de dos a?os en el desierto, y muchos han sufrido graves vejaciones. Al 90% se les ha salvado in extremis del naufragio ps¨ªquico y llegan con situaciones muy complicadas. Lo primero que hacemos es tratar de que recuperen la dignidad personal perdida, aunque el alargamiento de la estancia genera otros problemas".
Bengoechea recuerda que el CETI, por el que han pasado unos 20.000 inmigrantes en sus 10 a?os de existencia, cumple principalmente una funci¨®n social y humanitaria, que no dan ni Marruecos ni Reino Unido, los otros dos pa¨ªses con presencia en el Estrecho de Gibraltar. "Ning¨²n pa¨ªs de la ribera norte de Europa da nuestro nivel de prestaci¨®n", asegura.
En el centro, los extranjeros pueden ocupar su tiempo en talleres de jardiner¨ªa o pintura o aprender espa?ol -"cinco de ellos se examinan ahora del Diploma de Espa?ol como Lengua Extranjera"-, afirma Bengoechea, que es bastante apreciado por los residentes, a los que habla en ingl¨¦s y franc¨¦s, lenguas que domina. Algunos inmigrantes tratan de adaptarse a la situaci¨®n y se emplean como aparcacoches o descargando camiones. "No oculto que algunos acaban ejerciendo la prostituci¨®n", reconoce Bengoechea.
El presupuesto del CETI ceut¨ª supera los cuatro millones de euros al a?o. La religiosa Paula Domingo, de la Asociaci¨®n El¨ªn, que lleva 11 a?os trabajando en la defensa de los derechos de los extranjeros, denuncia que "estar durante tres o cuatro a?os en un sitio en el que solo puedes comer y dormir a la espera de si te expulsan o te dejan ir a Europa es una tortura. Para ellos el futuro se ha roto, y colaboramos con nuestros impuestos a su deterioro personal".
![Un joven marroqu¨ª intenta entrar en el puerto de Ceuta a trav¨¦s de una escollera.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/T3PT2ASBRLJ25NPTLUMK2KRS6Y.jpg?auth=e54df6c1947f44014d3eb83151efba09299de10fe504b038f2f72248a286f843&width=414)
![Un joven marroqu¨ª intenta entrar en el puerto de Ceuta a trav¨¦s de una escollera.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EGR6G4OHQA4YA5P2AP7DTLPHOU.jpg?auth=9ccc206e88b8656ee0c1356b60558a6e688e7b45b818aea87b936b955d32e437&width=414)
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