Sin chapines en el m¨¢s all¨¢
Visita al monasterio del Sancti Spiritus, en Toro, y a las tumbas de dos damas misteriosas
Atravieso la vieja Toro, en Zamora, a primera hora de la ma?ana de un d¨ªa de la reci¨¦n estrenada primavera de 2010. Bajo el primer chaparr¨®n visito a las dos damas del tiempo pasado, que duermen en el monasterio del Sancti Spiritus. Las dos damas son Teresa Gil de Riba de Vizela y Beatriz de Portugal. Tan portuguesa esta ¨²ltima como la primera. M¨¢s veterana en su aposento Teresa, casi un siglo de adelanto, que Beatriz. ?sta es hu¨¦sped de la arist¨®crata Gil, que fue quien mand¨® construir el convento. Lo pag¨® en vida con los muchos dones que le otorg¨® su amante, Sancho IV de Castilla.
Setecientos a?os lleva en pie el monasterio del Sancti Spiritus y, durante todos estos siglos, gobernado por monjas dominicas de clausura (la revoluci¨®n de 1868 las confin¨® en Zamora y el convento permaneci¨® cerrado hasta el a?o 1871; poco despu¨¦s, por alg¨²n tiempo, lo regentaron las concepcionistas). Boileau dec¨ªa que quien viv¨ªa contento con nada pose¨ªa todas las cosas. Las hermanas comparten aqu¨ª sus rezos, y entre otros votos, el de pobreza, con el cuidado exquisito de un patrimonio extraordinario. Pero, adem¨¢s, a toda esta riqueza hay que a?adirle otra intangible, el silencio. Aunque no son cartujos -"?vamos a vivir sin hablar, solo sin hablar!", dec¨ªa su regla-, el silencio se palpa como elemento esencial en una vida cotidiana escogida -en gran parte- para la meditaci¨®n.
Los t¨²mulos de mis damas portuguesas est¨¢n colocados en medio del coro. Uno alineado con el otro, pero dejando espacio suficiente entre ambos. El de Beatriz, m¨¢s cerca de la reja que separa el coro de la iglesia; y el de Teresa, a los pies, m¨¢s centrado, pues quien lo ide¨® debi¨® pensar que aquel ser¨ªa el ¨²nico. Desde la infancia ambas padecieron lo que Antonio Machado denomin¨® como "m¨¢gica angustia". Beatriz quiz¨¢ m¨¢s que Teresa. Descendiente de la estirpe de Pedro I de Portugal, ¨²nica hija de Fernando I y la espa?ola Leonor T¨¦llez, Beatriz fue desposada con Juan I de Castilla cuando apenas hab¨ªa cumplido los 10 a?os (Beatriz hab¨ªa nacido en el a?o 1373). Juan y Beatriz se casaron en la catedral de Badajoz, no tuvieron hijos, y aunque ¨¦l vivi¨® muy poco, tuvo tiempo para sufrir una derrota memorable: la de Aljubarrota en 1385. Tras la boda, Fernando I, el padre de Beatriz, muri¨®. La viuda Leonor qued¨® como regente portuguesa y se entabla entonces una guerra civil. Juan I y la ni?a Beatriz entran con tropas castellanas en el pa¨ªs vecino para reclamar los derechos al trono. Incluso Leonor conspira contra su yerno y este tiene que recluirla en el convento de Santa Clara en Tordesillas. Finalmente se produce el desastre castellano y la entronizaci¨®n de Jo?o I de Av¨ªs. Juan I muere poco despu¨¦s y es enterrado en la catedral de Toledo junto a sus padres y su primera esposa, Leonor de Arag¨®n.
Amor¨ªos con Sancho
Teresa qued¨® soltera, y Beatriz, viuda. Ambas yacentes, solas, compartiendo su infortunio. ?Cu¨¢l fue el de Teresa? Los nobles portugueses en la corte castellana y los castellanos en la portuguesa eran habituales durante los a?os de luchas contra los musulmanes. Teresa fue hija de un noble rico, Gil Mart¨ªn, y de Mar¨ªa Anes de Maia. El principal valedor de Teresa fue su hermano, Mart¨ªn Gil, que sirvi¨® a Alfonso X y tom¨® partido por ¨¦l en la guerra con su hijo Sancho IV por la sucesi¨®n del trono castellano. Teresa debi¨® de ser feliz en sus amores con Sancho IV hasta que se cruz¨® por medio Mar¨ªa de Molina, que se cas¨® con el rey castellano en el a?o 1282. La nueva reina, que no deb¨ªa de ser f¨¢cil de trato, fund¨® el monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid (donde tiene un magn¨ªfico sepulcro) y nombr¨® o qui¨¦n sabe si oblig¨® a Teresa Gil a ser la abadesa del mismo. Entre monjas cistercienses pas¨® parte de sus d¨ªas. No tuvo que ser muy feliz all¨ª, pues ni las cita en su testamento. El emplazamiento de Toro no lo eligi¨® Teresa, sino Mar¨ªa, as¨ª como la reina dispuso que, finalmente, se denominara del Esp¨ªritu Santo en vez de El Salvador como as¨ª hab¨ªa estipulado la finada. ?Venganza de mujer? ?Celos? Teresa Gil dej¨® al convento dominico como heredero y este fue protegido por todos los sucesores de Sancho IV. Incluso los Reyes Cat¨®licos lo asistieron tras sufrir las incursiones portuguesas que Toro padeci¨® en la lucha de estos contra Alfonso V de Portugal y su esposa espa?ola Juana la Beltraneja.
De los estudios que se hizo al cad¨¢ver, tras ser exhumado en el a?o 2002, se deduce que la dama fundadora ten¨ªa entonces unos cincuenta a?os y una buena estatura, para aquel entonces, de 1,60. A pesar de las violaciones de las tumbas que se llevaron a cabo en el siglo XIX, no solo por napole¨®nicos, sino tambi¨¦n por espa?oles (la revoluci¨®n de 1868), el ajuar de Teresa estaba intacto, a diferencia del de Beatriz. Posiblemente de ambos t¨²mulos desaparecieron joyas, pero el de Teresa salv¨® los ropajes, que hoy se pueden ver perfectamente conservados y restaurados en el cercano museo. Son las ¨²nicas piezas de indumentaria femenina del siglo XIV que se conservan en Espa?a. Los pies los ten¨ªa desnudos. ?Le robaron los chapines? ?C¨®mo entonces podr¨¢ caminar por el m¨¢s all¨¢?
?Por qu¨¦ la tumba de una reina que fue rechazada en su pa¨ªs y apenas rein¨® en el de su esposo es tan magn¨ªfica? Probablemente la encarg¨® el rey castellano Juan II para mantener vivas las expectativas sobre la corona portuguesa, para mantener la llama a pesar de que, en torno a su muerte, se firm¨®, en 1431, el pacto de la paz perpetua entre ambos reinos. O quiz¨¢ tambi¨¦n por respeto y afecto. Todo se desconoce, incluso el nombre del estupendo escultor que dej¨® una imagen idealizada de la dama en el alabastro de Cogolludo. Veo en el basamento 10 leones echados devorando a humanos y animales separados por escudos con castillos. Veo, en cada una de las esquinas del t¨²mulo, torres coronadas con pin¨¢culos. El bulto yacente de la reina tiene rica vestidura. Con la mano derecha sostiene sobre su pecho un libro de horas abierto, mientras que del izquierdo cuelgan las cuentas de un rosario. La cabeza, cubierta con una rica toca imitando un tejido musulm¨¢n, la reposa en dos almohadones, mientras dos ¨¢ngeles -como en la tumba de In¨¦s de Castro- sostienen una corona sobre la nuca. Calza chapines.
Salgo al claustro principal. Los almendros en flor, los olivos. 48 columnas sobre pretiles sustentan las cuatro galer¨ªas. Los capiteles se asemejan a los d¨®ricos. Entro a trav¨¦s de una portada g¨®tica con arco apuntado en la sala capitular. Colgadas de sus paredes, gigantescas pinturas flamencas del siglo XVI con influencias italianas. El Crucificado entre las Mar¨ªas, San Juan y Pilatos con espada y mitra. Todas las muchas obras valiosas y joyas de arte sacro se conservan en el museo colateral. Las ropas de Teresa Gil, pinturas, c¨¢lices, cofres, pa?os, esculturas, figuras bell¨ªsimas de belenes, as¨ª como libros y documentos, se ofrecen a nuestra vista. Privilegios a la fundadora por parte de Sancho IV, de Fernando IV o de Mar¨ªa de Molina, e incluso su propio testamento.
En el antiguo refectorio compiten el silencio y la penumbra. Pinturas ajadas sobre las paredes, las mesas de nogal comidas por el uso y la limpieza, los asientos corridos, con amplios respaldos que se extienden por tres lados de la estancia. El mismo suelo fregado tantas veces.
Doblemente heroico
Una hermana me dice que nunca fue tan feliz en la vida como aqu¨ª. Y ya lleva enclaustrada m¨¢s de dos d¨¦cadas. Cara alegre y sonriente. La creo, ?por qu¨¦ tendr¨ªa que dudar de su palabra firme? Caminar, caminar, o este quietismo, esta paz. "Venera la facultad intelectiva, que es divina", escribi¨® Marco Aurelio. El emperador romano se asemeja al h¨¦roe del Gita, fue doblemente heroico. Un guerrero y, a su manera, un santo; un hombre de acci¨®n y un fil¨®sofo quietista. Estas monjas est¨¢n para recordar, para recordarnos la banalidad de la vida. Recordar es conocer. ?Por qu¨¦ empe?arnos en conocer el mundo cuando cada uno de nosotros llevamos en nuestro interior un peque?o universo?
Salgo a la calle y, al mirar la portada principal de la iglesia, leo la equivocada placa fechada en el a?o 1682, donde se dice que la fundadora fue hermana del rey don D¨ªnis, el primero de Portugal. Luego me encamino hacia el vecino ca?¨®n de la Magdalena, una hermosa depresi¨®n, un pasadizo entre laderas rojas muy esquivas y afiladas. Me quedo contempl¨¢ndolo y me acuerdo de Teresa y Beatriz como los poetas recuerdan a Carlota u Ofelia. ?Qu¨¦ fue de las damas del tiempo pasado? "De qu¨¦n fuximos? Quizaves, dime, a cinza / non rexeita a garrida mocedade e o sangue? / En abril e maio non hai cinza, dicen. / Fiquemos, amigo, sob das azas de abril" (?De qui¨¦n huimos? Quiz¨¢s, dime, ?la ceniza / no rechaza la gentil juventud y la sangre? / En abril y mayo no hay ceniza, dicen. / Quedemos, amigo, bajo las alas de abril). As¨ª sea, mi se?or Cunqueiro.
? C¨¦sar Antonio Molina, escritor y ex ministro de Cultura, dirige la Casa del Lector de la Fundaci¨®n Germ¨¢n S¨¢nchez Ruip¨¦rez.
Gu¨ªa
Visita
? Monasterio del Sancti Spiritus (980 69 03 04). Canto, 27. Toro (Zamora). El monasterio se recorre en visitas guiadas de ma?ana y tarde (salen a las 10.30, 11.30, 12.30, 16.30 y 17.30). Los lunes cierra. Precio: 4,50 euros por persona. La visita dura sobre una hora y recorre las estancias del monasterio, adem¨¢s de una sala muse¨ªstica de arte sacro donde se pueden ver, entre otras cosas, las piezas del ajuar de Teresa Gil de Riba de Vizela.
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de Toro (www.toroayto.es; 980 69 47 47).
? Turismo de Zamora (http://patronato.helcom.es).
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