El arte de hacer jardines
En mangas de camisa, las manos negras de tierra, el rostro tostado por el sol, feliz de cultivar semillas en su jard¨ªn deslumbrante de flores...". De esta guisa describ¨ªa el periodista Mirbeau a Claude Monet (1840-1926) trabajando en su casa de Giverny, en Normand¨ªa. Como un campesino. Se dej¨® fotografiar con un deshilachado sombrero de paja, ropa de trabajo y zuecos de madera en su para¨ªso, lo que ¨¦l llamaba "mi obra de arte m¨¢s bella", el lugar donde puso en pr¨¢ctica el "oficio de jardinero que aprend¨ª en mi juventud".
An¨¦monas, amapolas, campanillas, petunias, girasoles, clem¨¢tides, trompetillas, iris, gladiolos, gencianas, rosas, geranios, tulipanes, lavanda... Claude Monet ten¨ªa buena mano no solo para la pintura, tambi¨¦n para las flores. Lo demostr¨® en su finca en Giverny, el santuario donde levant¨® un jard¨ªn japon¨¦s -"una pieza de agua, de unos 200 metros de per¨ªmetro, alimentada por un afluente del Epte"-, el lienzo para los nen¨²fares, los protagonistas de sus ¨²ltimos grandes ¨®leos. Llev¨® hasta sus ¨²ltimas consecuencias la regla de oro de los impresionistas: pintar al aire libre".
Monet: "Temo que las semillas no prendan, de lo seco que est¨¢ todo"
Renoir: "DAdme un manzano en un jard¨ªn, con eso me bastar¨ªa"
Y qu¨¦ mejor sensaci¨®n que cavar la tierra, plantar unas semillas y aguardar su floraci¨®n. El nacimiento del impresionismo coincidi¨® con el auge de la jardiner¨ªa, gracias a la apertura a los ciudadanos de los grandes jardines de la monarqu¨ªa de Francia. La idea de que las flores deb¨ªan cultivarse en un jard¨ªn, separadas de las hortalizas, no fue un hecho hasta los a?os del impresionismo. En las villas de la aristocracia romana, toscana y veneciana a principios del Renacimiento se cultivaban flores, sin embargo, en Francia, antes de mediados del siglo XIX, pr¨¢cticamente solo se les reservaba un lugar propio en los jardines reales como el de Versalles. La urbanizaci¨®n del nuevo Par¨ªs, llevada a cabo por el bar¨®n Haussmann, llen¨® la ciudad de parques y jardines p¨²blicos en los que reinaban las flores.
Manet, Monet, Pissarro, Renoir, Caillebotte o Berthe Morisot amaban los jardines, crearlos, cuidarlos y mimarlos. Intercambiaban consejos y suspiraban de envidia al contemplar las bellas rosas que lograba Mary Cassat (1844-1926), la norteamericana que se hizo impresionista en Par¨ªs. Incluso, D¨¦gas propuso como emblema de los carteles para la primera exposici¨®n de los impresionistas, en 1874, en Par¨ªs, la capuchina, esa flor con tallos tiernos y retorcidos que ahuyenta las plagas de insectos y de la que entonces se cre¨ªa que sus p¨¦talos conten¨ªan f¨®sforo y, por tanto, que emit¨ªan luz. La idea no cuaj¨®.
Dos de los artistas m¨¢s admirados por los impresionistas, Delacroix y Courbet, experimentaron antes que ellos la pintura de flores. Pero fue el jard¨ªn propio, el que cambiaba seg¨²n las estaciones, la mejor opci¨®n para unos artistas atra¨ªdos por la experiencia personal y la impresi¨®n fugaz. Derrocharon paciencia para pintar los primeros brotes de un arbusto o la ca¨ªda de las hojas de los ¨¢rboles. Y se angustiaban por los resultados. "He recibido su env¨ªo de plantas, pero temo que no prendan, de lo seco que est¨¢ todo y del calor que hace aqu¨ª. Est¨¢ siendo un a?o desastroso para mi pobre jard¨ªn, porque adem¨¢s de la sequ¨ªa tengo gusanos blancos que me devoran todo", escrib¨ªa Claude Monet a Gustave Caillebotte.
Pero ?tanta pasi¨®n fue una moda o un sentimiento? Clare Willsdon, comisaria de la exposici¨®n en el Museo Thyssen de Madrid sobre los jardines impresionistas y autora del libro In the gardens of impresionism (Thames & Hudson), proporciona algunas claves para entenderlos. "En el siglo XIX, el jard¨ªn propio se convirti¨® en un motivo art¨ªstico, en lugar de limitarse a servir de decorado como en el arte medieval y renacentista. Mientras que el jard¨ªn paisaj¨ªstico del siglo XVIII y principios del XIX est¨¢ intencionadamente modelado, con el impresionismo los jardines se convierten en motivo de inspiraci¨®n art¨ªstica y, tal como concibe Monet su jard¨ªn de Giverny, en un equivalente del arte" .
Lejos de los cuidados parterres de siglos atr¨¢s, los nuevos tiempos asentaron el gusto por los jardines irregulares, m¨¢s cercanos al huerto que a la decoraci¨®n. Todos deseaban una casa con un trozo de tierra en las afueras de ciudades como Par¨ªs. El escritor Guy de Maupassant, amigo de Monet y de Renoir, se burlaba del inter¨¦s de los impresionistas por "el cultivo de cuatro plantas de violeta, tres pensamientos y un rosal", la concentraci¨®n en un peque?o espacio de toda una gama de colores y perfumes era una intensa experiencia para los artistas. Clare Willsdon se?ala c¨®mo "los jardines de artistas y los parques p¨²blicos alcanzaron su m¨¢xima sofisticaci¨®n en la era del impresionismo. No hay m¨¢s que fijarse en la obra de Manet Almuerzo en la hierba, en la que los personajes del cuadro aparecen retratados en plena naturaleza como si estuvieran en un lugar privado".
Fue sin duda con bodegones florales con los que Renoir y Monet y Bazille afinaron sus pinceles, disfrutando de la libertad que los ramos les proporcionaban para lograr bellos efectos de luz y color, tal y como dec¨ªa Monet: "Creo que las flores son algo estupendo de pintar". Renoir llegaba m¨¢s lejos, "pintar flores me relaja. No tengo la misma tensi¨®n que cuando estoy cara a cara con un modelo. Cuando pinto flores, empleo distintos colores y ensayo audazmente sus efectos, sin preocuparme de estropear el lienzo".
En mayor o menor medida, casi todos los impresionistas se dejaron tentar por cultivar un jard¨ªn. Aparte de Camille Pissarro, un verdadero adicto, pasando por Monet, que hizo de Giverny su m¨¢s bella obra de arte, tambi¨¦n Renoir lo intent¨®. Dej¨® el centro de Par¨ªs y se traslad¨® a una casita con jard¨ªn, impulsado quiz¨¢ por sus recuerdos infantiles: "Las calles eran estrechas; el arroyo que corr¨ªa por en medio no siempre ol¨ªa muy bien, pero detr¨¢s de cada casa hab¨ªa un jard¨ªn. Un mont¨®n de gente todav¨ªa sab¨ªa lo que era disfrutar de una lechuga cortada justo antes de com¨¦rtela". Como buen converso, se exaltaba, "Dadme un manzano en un jard¨ªn de los suburbios; ?Con eso me bastar¨ªa! ?No necesito para nada las cataratas del Ni¨¢gara!".
Los invernaderos hab¨ªan logrado el milagro de que las plantas no se murieran en invierno. Eso, unido a la invenci¨®n de una especie de caja con vidrio para transportar nuevas especies de lejanos pa¨ªses, abri¨® un campo inesperado al cultivo de flores ex¨®ticas. En Par¨ªs, los jardines de aclimataci¨®n donde se desarrollaban todo tipo de plantas se convirtieron en una atracci¨®n que congregaba todo tipo de visitantes.
Los jardines despertaban emociones tan intensas como la expresada por un cr¨ªtico franc¨¦s al visitar el jard¨ªn del pintor Caillebotte, al poco de la muerte del artista: "A lo largo de los arriates de flores, en los claros del bosque min¨²sculo, en los intersticios de las piedras que forman un pedestal rocoso para el invernadero, por todas partes, la vegetaci¨®n despliega sus yemas, las florecillas brillan como ojos infantiles, los brotes vivaces perforan la tierra. Todo este peque?o mundo vegetal etiquetado, mimado, adorado por Caillebotte, ha acudido puntual a la cita. 'Ver¨¦is mi jard¨ªn en?primavera', les dec¨ªa a sus amigos en la?¨²ltima cena de los impresionistas". Monet cit¨® aquellas mismas palabras de su?colega Caillebotte tras recibir unos bulbos de azucena de Jap¨®n 15 d¨ªas antes de su muerte, en 1926. "Florecer¨¢n en primavera", dijo.
El ep¨ªlogo a aquella etapa hortocult¨ªcola lo puso Monet en 1909, con la exposici¨®n de su serie de Nen¨²fares en Par¨ªs. A?os m¨¢s tarde, decidi¨® regalar al Estado franc¨¦s varios paneles con sus Nympheas para conmemorar la victoria de Francia en la I Guerra Mundial. Instalados de forma permanente en la Orangerie de Par¨ªs, son el legado de su jard¨ªn y del impresionismo. ?l lo dec¨ªa de forma m¨¢s modesta: "Tal vez le deba a las flores el haber sido pintor".
'Jardines impresionistas' podr¨¢ verse en el Museo Thyssen-Bornemisza y en la Fundaci¨®n Caja Madrid a partir del 16 de noviembre.
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