Un laboratorio de convivencia
Melilla tiene 513 a?os pero naci¨® hace 25. El 23 de noviembre de 1985, miles de musulmanes se echaron a la calles exigiendo derechos civiles. Por primera vez en la historia. Quer¨ªan ser espa?oles. Ese d¨ªa, Melilla dej¨® de ser un cuartel con calles. En ese espacio se comenz¨® a construir un proyecto de convivencia. Donde, en teor¨ªa, nunca m¨¢s habr¨ªa ciudadanos de segunda; donde musulmanes y cristianos ser¨ªan iguales ante la ley y estar¨ªan obligados a coexistir en paz. Entre todos tendr¨ªan que crear una sociedad multicultural. La alternativa era el caos. Hoy los melillenses lo tienen claro. Pero en noviembre de 1985, esta ciudad espa?ola clavada en ?frica estuvo a punto de explotar. El Gobierno se ve¨ªa desbordado. Lapolic¨ªa heredada del franquismo, alerta. Las unidades de ej¨¦rcito, preparadas. En los barrios musulmanes, en la Ca?ada de la Muerte, los j¨®venes exig¨ªan pasar a la acci¨®n. En los caf¨¦s de la antigua avenida del General¨ªsimo, algunos cristianos planeaban su particular limpieza ¨¦tnica enarbolando la bandera nacional. Los pesimistas auguraban un ba?o de sangre. El asim¨¦trico reparto de papeles entre moros y cristianos heredado del colonialismo no daba m¨¢s de s¨ª. Hab¨ªa que derribarlo. Dar la nacionalidad a los musulmanes. Y empezar de cero. Se logr¨®. Sin muertos. Hoy Melilla es otra. Un embri¨®n de convivencia entre dos comunidades muy diferentes. Sin posibilidad de marcha atr¨¢s.
La valla de 12 kil¨®metros que rodea la ciudad es una obra de arte de ingenier¨ªa represora
Son rife?os y espa?oles, aunque recen en direcci¨®n a la Meca y hablen en casa el tamazight
La calle es rife?a. Se habla de una poblaci¨®n flotante de 30.000 marroqu¨ªes que entran cada d¨ªa
Melilla es la ciudad espa?ola con mayor densidad de habitantes: 6.000 por kil¨®metro cuadrado
Los melillenses han aprendido en estos 25 a?os que sin Marruecos no van a ning¨²n lado
En torno a 20.000 personas de sangre rife?a no ten¨ªan papeles ni derechos
El desencadenante fue un art¨ªculo publicado en 'EL PA?S' por Aomar Mohamedi Dud¨²
El respeto y la aceptaci¨®n del otro es la condici¨®n imprescindible para la supervivencia de esta ciudad donde la mitad de sus 75.000 habitantes son de origen hispano, y la otra mitad, rife?o. A los que se suma una m¨ªnima poblaci¨®n hebrea. Y en donde por un simple c¨¢lculo demogr¨¢fico (las mujeres musulmanas tienen de media un hijo m¨¢s que las cristianas), en poco tiempo, los antiguos siervos ser¨¢n mayor¨ªa. Y gobernar¨¢n. Ya sea desde el partido musulm¨¢n (Coalici¨®n por Melilla) o desde el Partido Popular, cuyo jefe de filas, el actual presidente de la ciudad aut¨®noma, Juan Jos¨¦ Imbroda, afirma que un tercio de sus votos ya procede del caladero musulm¨¢n y cuyo n¨²mero dos, Abdelmalik el Barkani, es un m¨¦dico de origen rife?o. Un 60% de los melillenses en edad escolar ya son musulmanes. Y un tercio de los soldados de la guarnici¨®n. Y en torno al 10% de los miembros de los cuerpos de seguridad del Estado. La ciudad tiene a la vista un horizonte social in¨¦dito. Que unos (los cristianos) temen y otros (los musulmanes) no parecen preparados para gestionar. Que todos prev¨¦n, pero al que nadie parece capaz de enfrentarse. Esta es la tierra del eufemismo. Al contrabando se le llama comercio at¨ªpico, y a Marruecos, el pa¨ªs vecino. En Melilla tienen que aprender a llamar por fin a las cosas por su nombre.
Los melillenses tienen una ventaja para afrontar el futuro: ya son todos espa?oles. Iguales ante la ley. Lleven corbata, minifalda, velo o tarb¨²s (el cl¨¢sico gorro rife?o). Celebraron juntos el triunfo de Espa?a en el Mundial de f¨²tbol. Aclamaron a los Reyes cuando les visitaron en 2007 (32 a?os despu¨¦s de acceder al trono) . Y coinciden cada 5 de diciembre en la cabalgata de reyes. Todos tienen derechos constitucionales. Algo que hace 25 a?os parec¨ªa una entelequia. Aunque los recalcitrantes sigan viendo al moro de Melilla como un quintacolumnista dispuesto a abrir las puertas de la fortaleza al avieso marroqu¨ª. Se equivocan. Son rife?os y espa?oles. Aunque recen en direcci¨®n a la Meca y hablen en casa tamazight. Como le gusta repetir a Yonaida Selam, infatigable activista musulmana por los derechos humanos, quiz¨¢ robando la cita a Manuel C¨¦spedes, aquel duro comisario de polic¨ªa rojo, bajito y atildado que puso las bases de la paz en la ciudad a mediados de los ochenta como delegado del Gobierno con plenos poderes de Felipe Gonz¨¢lez: "En el futuro ser¨¢n los musulmanes espa?oles los que defender¨¢n la espa?olidad de Melilla". C¨¦spedes explica ese razonamiento: "Los musulmanes en Melilla van a ser mayor¨ªa y no va a pasar nada; en Gibraltar, el 90% de los habitantes son llanitos. Han nacido en la Roca. No tienen apellido ingl¨¦s. Y ?cu¨¢ntos quieren ser espa?oles? Ni uno. En Melilla pasa lo mismo. Los musulmanes son espa?oles. Y mientras el nivel econ¨®mico y de derechos y libertades de Espa?a supere al de Marruecos, ning¨²n musulm¨¢n melillense querr¨¢ ser marroqu¨ª".
Desde el ajado parador de turismo que domina la ciudad se contempla al amanecer una Melilla fantasmal. Es una poblaci¨®n silenciosa; inerte a ratos. Rara vez pasa algo. "El otro d¨ªa robaron un banco a mano armada y los cogimos a los 15 minutos", sentencia el comandante de la Guardia Civil. "Hay fundamentalismo isl¨¢mico, pero no es peligroso", afirma la polic¨ªa. Esta ma?ana, la playa est¨¢ desierta y el puerto muestra su habitual apat¨ªa. Desaparecieron hace a?os del muelle los pescadores. Y en las afueras uno se topa con soldados de maniobras. Con las primeras luces del d¨ªa, en el paso fronterizo del Barrio Chino miles de marroqu¨ªes aguardan en una explanada sucia como un basurero que los aduaneros abran la frontera para cruzar sus fardos de m¨ªsero contrabando adquirido en Melilla. La mayor¨ªa son mujeres de mediana edad. Si el d¨ªa se da bien, conseguir¨¢n 10 euros. Una cae por un terrapl¨¦n vencida por un enorme bulto. Se rompe el brazo. Nadie mueve un dedo. Se avecina una estampida. Una docena de guardias intentan poner orden. Se ven superados. Es un momento de tensi¨®n. Tiran de porra. "Solo entienden el palo".
Hay barrios color arena trazados con tiral¨ªneas con el aroma a ensanche de cualquier ciudad peninsular. Y otros retrepados en las colinas con el endiablado urbanismo de una kasba rife?a creciendo en vertical y horizontal sin orden ni concierto. Se divisa un laberinto de calles en las que no queda un metro sin edificar. Melilla es la ciudad espa?ola con mayor densidad de habitantes. 6.000 por kil¨®metro cuadrado. No queda un metro libre. Se vive codo con codo con el vecino. Que en muchos barrios es de otra religi¨®n. Siempre ha sido as¨ª. En los barrios m¨¢s humildes, los ni?os cristianos y musulmanes corretearon juntos tras el bal¨®n durante d¨¦cadas. Sin embargo, algo invisible los separaba. Tambi¨¦n entre los pobres hab¨ªa clases. Lo explica el comisario C¨¦spedes: "Los pobres cristianos eran nuestros pobres, pero los musulmanes eran m¨¢s pobres que nuestros pobres y se les trataba como lo ¨²ltimo. No les llegaba ni la beneficencia". Juntos, pero no revueltos. Es la met¨¢fora de esta ciudad. Donde los matrimonios mixtos se dan con cuentagotas.
Melilla es un pueblo. Todos se conocen; todo se sabe. El forastero enseguida es descubierto. En cuanto vaga tres veces por la plaza de Espa?a. Todos saben con qui¨¦n ha estado. Es a¨²n peor en los barrios de mayor¨ªa rife?a. Moverse sin compa?¨ªa por la Ca?ada de la Muerte es delicado. La desconfianza es el deporte local en Melilla. Herencia de sus tiempos de aislamiento. Cuando no hab¨ªa avi¨®n y se suspend¨ªa el tr¨¢fico mar¨ªtimo por los temporales dejando a la ciudad solo comunicada con el exterior por el inestable cord¨®n umbilical de la frontera. De all¨ª llegan a diario la fruta, la verdura y el pescado fresco a mitad de precio de los que desembarcan de la Pen¨ªnsula. Y all¨ª se venden cada a?o mercanc¨ªas at¨ªpicas por 500 millones de euros. Son los que engrasan la econom¨ªa de la ciudad.
Siempre alguien sigue tus pasos en Melilla. Si te detienes ante la valla que la separa de Marruecos, corres el riesgo de que dos herc¨²leos polic¨ªas ataviados de poligoneros te pidan la documentaci¨®n, abronquen y exijan que circules. "Aqu¨ª no se puede estar". Si est¨¢s observando c¨®mo las porteadoras marroqu¨ªes se matan arrastrando sus bultos a trav¨¦s de la frontera del Barrio Chino, te puedes encontrar con la sorpresa de que dos polic¨ªas marroqu¨ªes de paisano te exijan que te identifiques: "Est¨¢n dando una mala imagen de nuestro pa¨ªs". Si fotograf¨ªas a un grupo de legionarios empapados de sudor corriendo por los pinares de Rostrogordo, un mando se puede acercar desafiante e interrogarte sobre el prop¨®sito de esas fotos. Si preguntas demasiado en el entorno de la mezquita durante el rezo del viernes, puedes buscarte un problema. Regla n¨²mero uno en Melilla: la gente es muy susceptible. Y no se muerde la lengua. "Usted no tiene ni puta idea de lo que es el islam", me espeta un militante musulm¨¢n. Sopla el levante.
La calle es rife?a. Pa?uelos y chilabas. Se habla de una poblaci¨®n flotante de 30.000 marroqu¨ªes que entran a diario a buscarse la vida: desde el servicio dom¨¦stico hasta el comercio, la construcci¨®n o el trapicheo. La ciudad a veces recuerda a la Andaluc¨ªa m¨¢s costumbrista y otras te sumerge en las callejas del Magreb con sus chavales en paro fumando porros en las esquinas soleadas. Se alterna el cusc¨²s y el t¨¦ con hierbabuena con las ca?as y el pescadito. Ramad¨¢n y los pasos de Semana Santa. La plaza de toros y 17 mezquitas. Por fin se ha logrado que sea declarada fiesta local la Pascua del Borrego, el Aid el Kebir, la fecha m¨¢s se?alada para los musulmanes. Al mismo tiempo, uno puede toparse con escenas de aroma colonial como la del comandante general de la plaza paseando despreocupadamente a superro por el c¨¦ntrico parque Hern¨¢ndez ataviado con una elegante chaqueta cruzada azul marino y acompa?ado por un ayudante de uniforme tocado con un mostacho decimon¨®nico.
Muchos dicen que esta ciudad es un polvor¨ªn. Tampoco se le puede quitar el m¨¦rito de ser un laboratorio de convivencia. Un punto de encuentro entre dos comunidades dispares. Irreconciliables en muchos rincones del planeta. El ¨¦xito de la integraci¨®n en Melilla podr¨ªa marcar el camino a una Europa enfrentada al reto de la multiculturalidad. Y un presidente estadounidense, Barack Obama, gui?ando el ojo al islam en Ankara, Indonesia y El Cairo. En Melilla se coexiste m¨¢s que se convive. Pero en paz. No es Beirut. Ni la periferia de Par¨ªs. Ni tienen la extrema derecha de Holanda. Y tal como est¨¢n las cosas, ya es bastante.
Este complejo paisaje humano est¨¢ encerrado en un territorio que revienta por sus costuras; carente de f¨¢bricas, turismo, pesca y agricultura. Sin agua ni materias primas. A m¨¢s de 200 kil¨®metros de la Pen¨ªnsula. Esta ciudad fue hasta 1995 una comarca de M¨¢laga. Fuertemente subvencionada. Con el mayor porcentaje de funcionarios: uno de cada siete habitantes. Los empleos p¨²blicos suponen la mitad de la oferta laboral. Raramente acceden a ellos los musulmanes. Es la primera discriminaci¨®n de la que se quejan. Un 80% del paro juvenil afecta a la poblaci¨®n musulmana. La cifra de fracaso escolar de esta comunidad es similar. A partir de ah¨ª, los j¨®venes rife?os son carne de ca?¨®n para el narcotr¨¢fico y el extremismo isl¨¢mico. El ej¨¦rcito es su salida. 1.300 euros al mes y vacaciones. Y desde ah¨ª a la polic¨ªa o la Guardia Civil.
Por si fuera poco, sobre los moradores de Melilla pende constantemente la reivindicaci¨®n de Marruecos sobre su territorio. Cualquier rumor, crisis en el Ejecutivo de Madrid o cambio en la pol¨ªtica de Marruecos, les pone los pelos de punta. Todo les afecta. Desde el contencioso del S¨¢hara hasta la inmigraci¨®n ilegal. Del contrabando de droga al desarme arancelario de Marruecos con la Uni¨®n Europea. De la situaci¨®n en Argelia al contencioso de Gibraltar. De ah¨ª su arraigado victimismo. Los melillenses se sienten maltratados. Unos, por la supuesta cobard¨ªa del Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero ante las pretensiones territoriales de Marruecos. Otros, los musulmanes, por ser a¨²n ciudadanos de segunda a causa de su religi¨®n. El sentimiento de agravio de todos sus habitantes es perenne.
Y no es f¨¢cil de resolver. Melilla es una ciudad-frontera que separa dos mundos. A Espa?a, de Marruecos; al pa¨ªs que ocupa el n¨²mero12 del mundo en riqueza, con el 117. Y tambi¨¦n a Europa de ?frica. A la miseria, del para¨ªso. Las esperanzas de miles de subsaharianos se estrellan en la valla de 12 kil¨®metros que rodea la ciudad: una obra de arte de ingenier¨ªa represora que deja en mantillas al muro de Berl¨ªn. La valla de Melilla es un costur¨®n, una cicatriz met¨¢lica que convierte este territorio en una jaula. La encuentras aunque no la busques. El oficial de la Guardia Civil a cargo de su custodia nos la muestra con fr¨ªa profesionalidad: "Son tres vallas; la que da a Marruecos tiene seis metros de altura; su parte superior es abatible y se vence cuando te agarras; si logras atravesarla, te encuentras con la sirga tridimensional, un laberinto de cables que se levantan y hunden con tu peso hasta que te quedas atrapado como en una telara?a; luego hay otra valla intermedia de tres metros abatible. Y una ¨²ltima de cuatro metros y medio. Est¨¢ toda sensorizada y cuando la tocas, saltan las alarmas y los sistemas de seguridad".
-Tiene que ser imposible cruzarla...
-No crea. Si no vigil¨¢ramos, la pasar¨ªan con la facilidad con que se suben a un cocotero en su pa¨ªs. Ya no es noticia, pero muchos subsaharianos intentan pasarla a diario. Si en Marruecos el Ej¨¦rcito hace bien su trabajo, estamos en m¨ªnimos. Pero si no, cruzan. No se puede parar al hambre.
En esta Melilla nacida en 1985 hay mucho por hacer. Primero, olvidar el pasado. A continuaci¨®n, manejar ese dif¨ªcil presente, yluego, definir un proyecto colectivo de futuro. Que en estos momentos pasa por la interacci¨®n con Marruecos. "Tenemos que crear un territorio de prosperidad compartida", define el vicepresidente de la CEOE, Hamed Maanan Benaisa. Los empresarios melillenses saben que ya no pueden vivir de espaldas al territorio junto al que el azar los ha colocado. Y m¨¢s a¨²n cuando esa provincia marroqu¨ª (y su capital, Nador) se est¨¢ despertando tras d¨¦cadas de abandono. Y recibe importantes inversiones estatales en equipamiento tur¨ªstico e infraestructuras. Tiene nuevo puerto y un aeropuerto y espera el primer tren de alta velocidad de Marruecos. Mientras, Melilla afronta la decadencia de una vieja dama colonial. En Melilla han aprendido en estos 25 a?os que sin Marruecos no van a ning¨²n lado. Lo confirma Hamed Maanan Benaisa: "Esta ciudad tiene que ofrecer al pa¨ªs vecino servicios de calidad; sanitarios, financieros, de franquicias, hosteler¨ªa, desarrollo tur¨ªstico. Que seamos una ciudad europea en ?frica sigue siendo atractivo. Queremos que vengan aqu¨ª a hacer negocios. Y todo el desarrollo que consiga Marruecos nos viene bien. No podemos vivir separados ni un minuto m¨¢s".
Melilla nunca fue una ciudad. Al menos no una ciudad convencional. Durante cuatro siglos fue un presidio. Un trozo de Espa?a situado estrat¨¦gicamente en ?frica. Rodeado de fosos y almenas. Sitiado por los piratas. Y receloso de esos vecinos moros que viv¨ªan fuera de las murallas. En su imaginario, infieles, inferiores y traicioneros. Durante siglos no se les permiti¨® acceder a Melilla. El primer marroqu¨ª empadronado data de 1887. Nadie recuerda su nombre.
Melilla vivir¨ªa su particular belle ¨¦poque, su paso de fortaleza a burgo, en el primer tercio del siglo XX, entre bellos edificios modernistas proyectados por disc¨ªpulos de Gaud¨ª, parques con palmeras y millones de pesetas procedentes de las cercanas minas del Rif. El colonialismo hab¨ªa convertido de un plumazo a Melilla en una capital minera. La fiebre del oro fue aqu¨ª la quimera del hierro hasta que se agot¨®. Los hebreos crearon un floreciente comercio. Se iniciaron obras p¨²blicas. Se atrajo a braceros, funcionarios y aventureros. Muchos andaluces. Que prestar¨ªan a Melilla su acento y el gusto por las tapas. Algunos se quedaron. Fueron el germen de los actuales melillenses cristianos. En 1908 hab¨ªa censadas 16.751 personas. M¨¢s de 9.000 eran de origen hispano (a los que hab¨ªa que a?adir cerca de 5.000 soldados), 2.000 eran hebreos y solo 238 rife?os. Eran los olvidados. Nadie contaba con ellos. Aunque supusieran una mano de obra d¨®cil y barata. Desde criadas hasta jardineros y limpiabotas. "Era la vieja idea del colonizador que quiere que el colonizado est¨¦ dentro pero fuera pero dentro; que no le quiere ver pero depende de ¨¦l", explica Jes¨²s Morata, catedr¨¢tico de Historia y ex delegado de Cultura.
Melilla naci¨® militar. Su industria eran los cuarteles. Los civiles nunca pintaron nada. Era territorio estrat¨¦gico. Cuesti¨®n de Estado. Lo sigui¨® siendo en los primeros a?os de la democracia. Cuando ya estaba sancionada la Constituci¨®n, Melilla segu¨ªa rodeada y trufada de acuartelamientos. Los militares controlaban la mitad del territorio. Para comprarse un piso, el expediente ten¨ªa que aprobarse en Madrid en Consejo de Ministros. Para un musulm¨¢n era imposible conseguirlo. Hasta 1983, el comandante general de Melilla ten¨ªa poder absoluto sobre la plaza; mandaba las tropas y la administraci¨®n civil; un general de divisi¨®n a cargo de la sanidad, la educaci¨®n, las obras p¨²blicas, la pol¨ªtica migratoria y el orden p¨²blico. Al caer la tarde se reun¨ªa con sus coroneles en el Casino Militar, el epicentro del ocio castrense, para hablar de la defensa de Melilla con un escoc¨¦s en la mano. La mitolog¨ªa melillense les apodaba los siete magn¨ªficos. A los militares les cost¨® entregar el control de Melilla. Hubo que arrebat¨¢rselo. Para lograrlo, el Gobierno de UCD nombr¨® en 1982 a un subdelegado del Gobierno civil y, al mismo tiempo, no le dio al siguiente comandante general las atribuciones de delegado del Gobierno. "Hab¨ªa ruido de sables y se quer¨ªa quitar el poder a los militares sin hacer ruido", recuerda el comisario C¨¦spedes, que ocupar¨ªa el puesto de delegado del Gobierno entre 1986 y 1996. "Hoy Melilla se puede entender sin el poder militar; ya no tienen el mismo estatus. Tienen que ver con una tradici¨®n hist¨®rica, pero no pintan nada en pol¨ªtica". En 1980 hab¨ªa 12.000 soldados en Melilla. 8.000 en 1985. Y algo m¨¢s de 4.000 en estos momentos, aunque sea tropa profesional, con otra preparaci¨®n que aquellos reclutas de reemplazo que hasta 1997 inundaban la ciudad comprando hach¨ªs, bebiendo calimocho y adquiriendo recuerdos rife?os.
Todav¨ªa en 1985, diez a?os despu¨¦s de la muerte de Franco , los musulmanes nacidos en Melilla, un tercio de su poblaci¨®n, carec¨ªan de derechos. En torno a 20.000 personas de sangre rife?a, apellido marroqu¨ª y religi¨®n musulmana, que habitaban la ciudad desde hac¨ªa generaciones pero no ten¨ªan papeles. Eran los m¨¢s pobres, analfabetos y ausentes de los puestos de decisi¨®n de la ciudad. Practicaban un islam rural, tradicional y aceptado por el poder. Solo unos pocos, un millar, dedicados al comercio, hab¨ªan conseguido la nacionalidad espa?ola. "Aqu¨ª todo el mundo asum¨ªa esa situaci¨®n; no extra?aba a nadie; no se pon¨ªa en cuesti¨®n; cada uno asum¨ªa su rol", explica el abogado Mohamed Busian, de 42 a?os, que fue muy activo en el movimiento pro derechos civiles que se inici¨® en Melilla en 1985. "El papel de los moros era ser humildes, y el de los cristianos, mandar. No hab¨ªa un apartheid formal, pero la mitad de la poblaci¨®n estaba apartada de la vida social, econ¨®mica y pol¨ªtica. El moro era un buen salvaje. Un mal necesario. No quedaba m¨¢s remedio que tenerlo dentro. Pero no se le daban derechos. Gracias a su talante pac¨ªfico no lleg¨® la sangre al r¨ªo".
No era un apartheid regulado al estilo surafricano. O las leyes de Jim Crow, que dictaban la estricta segregaci¨®n racial en los territorios sure?os de Estados Unidos. En Melilla simplemente hab¨ªa un vac¨ªo legal. Y en torno a ¨¦l se hab¨ªan ido construyendo dos Melillas. Cada uno sab¨ªa cu¨¢l era su sitio. Y no cruzaba esas l¨ªneas rojas. El selecto Real Club Mar¨ªtimo de Melilla era solo para cristianos (nunca en sus 65 a?os de historia ha tenido un presidente rife?o), lo mismo que el Casino Militar, y la playa de la H¨ªpica, y los mejores colegios, restaurantes y barrios. Manuel C¨¦spedes no cree que fuera una discriminaci¨®n racial: "Sino de estatus econ¨®mico, y coincid¨ªa que el m¨¢s pobre era el musulm¨¢n y se quedaba fuera". No coincide en ese juicio el ex eurodiputado deIzquierda Unida Abdelkader Mohamed Al¨ª, que opina que "esa discriminaci¨®n se ha basado en el miedo hacia nuestra religi¨®n. Es pura islamofobia, y subsiste".
A comienzos de los cuarenta, tras la Guerra Civil , muchos soldados rife?os que hab¨ªan luchado del lado de Franco se afincaron en la ciudad. Malviv¨ªan en chabolas de barro y paja en la Ca?ada de la Muerte. Un barrio colgado sobre la ciudad, sin calles, luz, agua corriente ni equipamiento sanitario. Cerca, pero lejos. Como las favelas. Uno de sus primeros habitantes fue Mustaf¨¢ Ahmed Aarrass, el sepulturero del cementerio musulm¨¢n, que tiene 76 a?os y 11 hijos. Mustaf¨¢ recuerda su infancia en aquel gueto: "Cada uno hac¨ªa su casa como quer¨ªa, era terreno de nadie. No ten¨ªamos derecho a nada, solo al hambre y la miseria. No ten¨ªamos ni cementerio, ni un sitio para caernos muertos; nos llevaban a enterrar a Marruecos. Conoc¨ªamos a los cristianos, pero no hab¨ªa confianza con ellos; estuve siete a?os de soldado en Regulares 7; mi padre, que era sargento, me alist¨® con 19 a?os. Pero ni siquiera as¨ª te pod¨ªas registrar comoespa?ol. Para los cristianos eras un pobre moro, y para los marroqu¨ªes, un traidor, porque no reivindicabas este territorio para Marruecos. Si te met¨ªas en alg¨²n l¨ªo, los grises te pegaban una paliza y te expulsaban de Melilla. Y ya no pod¨ªas volver".
En 1956, con la independencia de Marruecos, el final del Protectorado y el establecimiento de una frontera real, un nuevo contingente de musulmanes se afincar¨ªa en la ciudad. Donde se ir¨ªan alzando nuevos poblados de aluvi¨®n. Siete mil de ellos obtendr¨ªan la tarjeta estad¨ªstica, una in¨²til documentaci¨®n a la que los musulmanes comenzaron a definir en 1985 como la "chapa del perro", que ten¨ªa la ¨²nica funci¨®n de controlarlos administrativamente. "Como libros en una biblioteca". No les daba ning¨²n derecho. Para otros 10.000 musulmanes indocumentados a¨²n era peor. No ten¨ªan acceso a la sanidad m¨¢s all¨¢ de la beneficencia ni al empleo p¨²blico, las viviendas de protecci¨®n oficial o a votar en las elecciones. Tampoco se les permit¨ªa viajar a la Pen¨ªnsula a no ser que consiguieran un salvoconducto. Francisco Narv¨¢ez, de 52 a?os, abogado, ex concejal socialista y nacido en Ataque Seco, un barrio mixto, recuerda: "No es que hubiera maltrato, hab¨ªa marginaci¨®n. No pod¨ªan comprar una vivienda, acceder a las becas, salir de aqu¨ª. De adolescente ten¨ªa amigos moros que no pod¨ªan ir a M¨¢laga a jugar con nuestro equipo de f¨²tbol o de viaje de fin de curso. A nadie le sorprend¨ªa. Empezando por los partidos pol¨ªticos. Algunos musulmanes se registraban en Marruecos siendo melillenses para estudiar fuera. La relaci¨®n de los cristianos con los musulmanes de Melilla era amistosa, pero se basaba en una discriminaci¨®n jur¨ªdica. Hab¨ªa empresarios que se aprovechaban. Al rife?o se le despreciaba. Ibas a la feria de aqu¨ª y te soltaba un cristiano: 'Esto es asqueroso, est¨¢ lleno de moros'. Y a m¨ª me sorprend¨ªa, porque no me hab¨ªa dado cuenta; solo me hab¨ªa fijado en las chicas y no hab¨ªa mirado de qu¨¦ religi¨®n eran. Para la mayor¨ªa eran dos mundos distintos. As¨ª estaban las cosas a¨²n en la transici¨®n. La situaci¨®n era insostenible".
Y se iba a poner peor. En 1985, tras la promulgaci¨®n en Espa?a de la Ley de Extranjer¨ªa, el delegado del Gobierno determin¨® en relaci¨®n con los musulmanes: "Tendr¨¢n que regularizar inexcusablemente su situaci¨®n salvo que quieran verse abocados a la expulsi¨®n del territorio nacional". Era la gota que colmaba el vaso. Ya no solo eran inferiores, sino tambi¨¦n extranjeros. "Y saltamos", explica Abdelkader Mohamed Al¨ª, uno de los mu?idores de aquel movimiento pro derechos civiles. "Nos negamos a ser extranjeros en nuestra tierra. Y nos organizamos. Logramos vertebrar a la comunidad musulmana. Fue un trabajo de concienciaci¨®n. Se crearon comit¨¦s de barrio. El delegado del Gobierno nos dec¨ªa que acept¨¢ramos la ley; que con la tarjeta de extranjer¨ªa podr¨ªamos vivir legalmente en Melilla. Pero esta era nuestra tierra. ?ramos espa?oles. No ¨¦ramos extranjeros. Quer¨ªamos derechos. Y eso se traduc¨ªa en conseguir la nacionalidad. El 23 de noviembre de 1985 nos echamos 6.000 musulmanes a la calle al grito de 'Por los derechos humanos, no a la Ley de Extranjer¨ªa'. Era la primera vez que nos manifest¨¢bamos. Fue una conmoci¨®n". Dos semanas m¨¢s tarde, los cristianos eleg¨ªan el D¨ªa de la Constituci¨®n para convocar una contramanifestaci¨®n bajo el eslogan 'Por los derechos humanos, s¨ª a la Ley de Extranjer¨ªa'. Melilla estaba al borde del precipicio.
El desencadenante del movimiento musulm¨¢n hab¨ªa sido un art¨ªculo publicado en EL PA?S el 11 de mayo de 1985 bajo el t¨ªtulo Legalizar Melilla firmado por un economista de 35 a?os llamado Aomar Mohamedi Dud¨². El ¨²nico musulm¨¢n melillense que ten¨ªa estudios universitarios. Un tipo listo, carism¨¢tico, valiente y vanidoso. Educado con los hermanos de La Salle. Y que estudi¨® la carrera en M¨¢laga con una beca del Gobierno marroqu¨ª. Ese texto supon¨ªa un yo acuso de la comunidad musulmana contra la discriminaci¨®n del Estado con ellos. Exig¨ªa papeles para todos. Y dignidad. El texto conclu¨ªa: "Ser¨ªa beneficioso para Melilla y para Espa?a que se abriera un debate nacional sobre el presente y el futuro de nuestra ciudad; sin pudor y sin condenas. Es la ¨²nica forma de que en Melilla empiece a configurarse una estructura social, econ¨®mica, jur¨ªdica, pol¨ªtica y urbana propia de una ciudad espa?ola normal, con los problemas de una ciudad normal, regida por las leyes que se aplican en el resto de Espa?a". Hoy se podr¨ªa asumir letra por letra.
Dud¨² ten¨ªa los d¨ªas contados en Melilla. En la madrugada del 18 de junio de 1986, despu¨¦s de que Espa?a marcara cinco goles a Dinamarca en el Mundial de f¨²tbol, varios cristianos incontrolados intentaron asaltar su casa. Un grupo de j¨®venes musulmanes avanz¨® en su defensa con palos y navajas desde la Ca?ada de la Muerte. Melilla no ardi¨® de milagro. Triunf¨® el sentido com¨²n. El esfuerzo de Dud¨² y de toda su comunidad se saldar¨ªa con ¨¦xito. El 5 de septiembre desembarcaba en Melilla el comisario C¨¦spedes con plenos poderes. Veinte mil musulmanes se convertir¨ªan en ciudadanos espa?oles de pleno derecho. Aomar Mohamedi Dud¨², el l¨ªder de la revuelta que reinvent¨® esta ciudad, ser¨ªa encarcelado, perseguido y elevado a los altares del Ministerio del Interior espa?ol como flamante asesor para temas musulmanes antes de exiliarse en Marruecos de forma rocambolesca, donde ha ocupado durante dos d¨¦cadas altos cargos en su Administraci¨®n tras jurar fidelidad a su rey. Nunca volvi¨® a Melilla. Miles de rife?os-espa?oles no le olvidar¨¢n jam¨¢s. Les devolvi¨® la dignidad. Justo hace 25 a?os.
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