Condena por blasfemia
Las ofensas a Dios no pueden regularse en el C¨®digo Penal y, menos, castigarse con la muerte
La Organizaci¨®n de la Conferencia Isl¨¢mica (OCI) intenta que Naciones Unidas se pronuncie a favor de legislar contra la blasfemia con ocasi¨®n de la reuni¨®n del Tercer Comit¨¦ de la Asamblea General especializado en las cuestiones sociales, humanitarias y religiosas. Aunque se trata de una solicitud rutinaria de la OCI desde 1999, en esta ocasi¨®n resulta particularmente inoportuna: sobre una cristiana paquistan¨ª, Asia Bibi, pesa una condena a muerte por haber presuntamente criticado al profeta Mahoma.
El debate en Naciones Unidas puede transmitir el equ¨ªvoco mensaje de que la aplicaci¨®n de la pena capital es una cuesti¨®n controvertida internacionalmente cuando la creencia religiosa est¨¢ por medio. Ni existe ni deber¨ªa existir controversia alguna: la pena de muerte es execrable en toda circunstancia, tambi¨¦n cuando se dicta por lo que no es, en el fondo, m¨¢s que el ejercicio de la libertad de opini¨®n. Mejor har¨ªan la OCI y la Asamblea General solicitando la conmutaci¨®n de la pena dictada contra Asia Bibi.
Incluir la blasfemia en el cat¨¢logo de los tipos penales equivale a confundir el papel de los legisladores y los jueces con el de los te¨®logos y los inquisidores. Porque son estos, y no los encargados de administrar la justicia humana, quienes guardan celosamente el criterio sobre el que se decide cu¨¢ndo se ofende a Dios y cu¨¢ndo no. Y por bien fundado que pueda estar este criterio de acuerdo con una determinada creencia religiosa, no deja de ser eso, un criterio, no una verdad inamovible a la que deban plegarse todas las libertades, incluida la de abrazar una fe u otra, o no abrazar ninguna.
Quienes defienden que los c¨®digos penales deber¨ªan contemplar un castigo contra la blasfemia, y que no se encuentran solo en las filas del islam sino tambi¨¦n en las de todos los monote¨ªsmos, creen haber encontrado un medio para conjurar la imperfecci¨®n de las leyes humanas. En contra de lo que imaginan, regulando la blasfemia no las har¨ªan m¨¢s perfectas, sino m¨¢s crueles. Sobre todo si el castigo que se impone es el de la pena capital. En el siglo XVI, Sebastian Castellio defendi¨® que matar a un ser humano no es defender una doctrina, sino matar a un ser humano. Resulta descorazonador que cinco siglos despu¨¦s haya que seguir invocando aquella m¨¢xima luminosa en Naciones Unidas, mientras una mujer aguarda ser ejecutada en Pakist¨¢n.
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