La crisis fustiga a Jockey
El restaurante de la aristocracia y el poder atrae inversores para sostener su maltrecho negocio y pagar a sus empleados, que llevan cinco meses sin cobrar
Desde 1945 el restaurante Jockey ha dado de comer al capitalismo y el capitalismo ha dado de comer al restaurante Jockey. Una lujosa relaci¨®n hecha de caracoles de Borgo?a, rodaballos en papillote, salones privados con manteles de color rosa, cuberter¨ªa de plata, camareros corteses y poderosos comensales: banqueros, empresarios, pol¨ªticos, Borbones. Mientras el dinero trot¨®, el Jockey cabalg¨®.
Hoy el capitalismo no tiene ganas de comer, se ha empachado, y el Jockey pierde velocidad. La falta de clientes que paguen sus comidas de 100 euros por cubierto ha metido en problemas al restaurante. Sus 36 empleados no cobran desde hace cinco meses; pero siguen ah¨ª, con su chaqueta verde y su gorrita de jinete, esperando en la puerta (calle de Amador de los R¨ªos, 6) a los pudientes que a¨²n los visitan. "Buenos d¨ªas, se?or. Se?ora, muy buenos d¨ªas".
Quienes iban all¨ª a cuenta de las empresas ahora no aparecen
Los locales lujosos son los que m¨¢s porcentaje de ingresos pierden
El Jockey tiene una deuda total de dos millones de euros. La familia Cort¨¦s, propietaria del negocio desde que lo abri¨® Clodoaldo Cort¨¦s (fallecido en 1981), quiere salvarlo. Su portavoz, Luis Eduardo Cort¨¦s, presidente del recinto ferial Ifema, explic¨® ayer que est¨¢ tratando con inversores. "Ya tenemos una parte de capital nuevo que nos permitir¨¢ pagar lo que debemos a los empleados la semana que viene", asegur¨® Cort¨¦s. Seg¨²n sus datos les deben 200.000 euros. Hace cinco a?os ten¨ªan 70 trabajadores. Quedan 36.
La plantilla, con sueldos en torno a los 2.000 euros, ha ido aguantando. Saben que es poco probable que otro restaurante quiera contratar gente tan especializada como ellos. Est¨¢n cabreados con los impagos, pero lo cuentan con discreci¨®n, sin nombres, m¨¢s pendientes de lo que pueda necesitar un cliente que de charlar con un periodista.
Un todoterreno se para delante del Jockey. Conduce un chico joven. Va de copiloto un anciano achacoso, con el cabello peinado y la barba blanca, chaqueta y corbata: exigencias del local, quiz¨¢ tambi¨¦n del anciano. Dos empleados le ayudan a salir del coche y lo llevan adentro agarrado del brazo.
El negocio de este restaurante ha disminuido un tercio, seg¨²n Cort¨¦s, de una media de ocupaci¨®n del 30% a un 10%. Los que antes pagaban 45 euros por unos langostinos crudos con caviar, o 30 por un platito de huevos escalfados con muselina de trufa negra, ahora no pueden, o no quieren. "Esto lo pagaban las empresas, y con los recortes, los que ven¨ªan ahora no aparecen porque se lo tendr¨ªan que pagar de su bolsillo", explica un empleado.
Todo indica que los ricos no han dejado de existir; debe de ser, m¨¢s bien, que a ning¨²n particular le agrada pagar un men¨² de cientos de euros.
El nubarr¨®n afecta a la mayor¨ªa de los restaurantes de lujo de la capital, seg¨²n Tom¨¢s Guti¨¦rrez, presidente de la principal asociaci¨®n hostelera de Madrid, La Vi?a. "Son los que m¨¢s ingresos est¨¢n perdiendo, alrededor de un 50%". Guti¨¦rrez piensa que estos negocios se "malacostumbraron", ya que sus clientes pagaban lo que fuera por comer en estos sitios.
Cort¨¦s cree que Jockey tiene futuro si "matiza" el modelo de negocio, es decir, si gasta menos y sigue cobrando lo suficiente. Tambi¨¦n depender¨¢ de lo que dure el socav¨®n econ¨®mico. Hay quien piensa que va para largo y no ve futuro a la comida de ¨¦lite. Francisco L¨®pez Can¨ªs, presidente del Grupo Gourmets, una editorial de gastronom¨ªa, dice que se est¨¢ imponiendo un "modelo light de restauraci¨®n": m¨¢s barato, menos abundante, menos servicio fino.
Tres opciones que hubieran defraudado a Clodoaldo Cort¨¦s, un se?or que hizo babear a Paul Bocuse, hist¨®rico de la cocina francesa, con un estofado de pajarillos deshuesados, sirvi¨® a los Rockefeller y a los Ford en la Expo de Nueva York de 1964 y tuvo sentada a su mesa durante a?os a la familia real espa?ola. Su cuenta sigue abierta.
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