La alegr¨ªa de los Vargas Llosa derrite Estocolmo
El escritor inicia su cita m¨¢s importante celebrando junto a su familia la mayor satisfacci¨®n literaria de su vida
Estocolmo est¨¢ bajo cero, y as¨ª recibi¨® a Mario Vargas Llosa, pero el Nobel peruano, su familia numerosa y sus amigos tan fieles como ¨¦l la calientan a base de buen humor y de una alegr¨ªa que este ¨²ltimo domingo tuvo como escenario el lugar donde los acad¨¦micos se juntaron a principios de septiembre para decidir que el premio de este a?o era para "la cartograf¨ªa literaria" que ¨¦l hab¨ªa construido en sus obras.
Se juntaron, pues, en el restaurante del siglo XVIII en el que, desde 1909, se juntan los acad¨¦micos suecos cada jueves por la noche, a comer y a beber, y a deliberar, cuando toca, en torno al escritor que debe obtener el Nobel de Literatura. Ah¨ª, en este restaurante, Den Gyldene Freden (La paz ¨¢urea), est¨¢n los vasos donde cada acad¨¦mico sueco toma su aquavit, est¨¢n las sillas propias de cada uno de los 18 miembros, y ah¨ª encuentran las palabras adecuadas para decir por qu¨¦ decidieron otorgarle el premio al ganador de turno.
El clan cen¨® en Den Gyldene Freden, lugar de cita de los acad¨¦micos suecos
Se evoc¨® a autores como Joyce, Proust, Kafka o Borges, que no ganaron el Nobel
Cuando los Vargas entraron a este sitio, ?lvaro, el hijo mayor de Mario y Patricia, exclam¨®:
-?Aqu¨ª es donde decidieron lo de la cartograf¨ªa!
Fue ah¨ª, en efecto, y eso fue lo que dijeron para explicar que le hab¨ªan dado el premio "por su cartograf¨ªa de las estructuras del poder y sus mordaces im¨¢genes sobre la resistencia, la revuelta y la derrota individual".
El sitio es suculento no s¨®lo por su comida (Vargas Llosa comi¨® trucha asalmonada, pero su hija Morgana, que no suele comer carne, le dijo: "?Ten¨ªas que haber probado el reno!"), sino por su historia. Juan Iborra, profesor espa?ol que ha estado ligado a la Academia Sueca desde hace 30 a?os, hasta el a?o pasado, y que ayuda al Nobel a vivir estos d¨ªas de Estocolmo por encargo de la instituci¨®n, se ocup¨® de explicar a Mario y a su familia en qu¨¦ consiste el misterio del lugar.
El local pertenece a la Academia, aunque no est¨¢ en su edificio; desde 1722 es restaurante, y desde el 5 de abril de 1789, lugar de reuni¨®n de los acad¨¦micos suecos. Andreas Zorn, pintor de Estocolmo cuyo estilo recuerda al de su amigo Sorolla, puso esta finca a disposici¨®n de la instituci¨®n para que fuera parte de su patrimonio, con la condici¨®n perenne de que fuera restaurante.
Los vasos que se conservan ah¨ª como propios de los acad¨¦micos son para tomar aquavit. Antes de decidir la frase con la que se adjudica el premio, una discusi¨®n que cada d¨ªa es m¨¢s compleja, e igualmente secreta desde que se inici¨® la historia m¨¢s que centenaria de los premios, se supone que los acad¨¦micos toman aquavit de esos vasos. Los Vargas no lo tomaron, ya hab¨ªan cenado, estaban de despedida, pero a ?lvaro se le ocurri¨® que se sentaran en concili¨¢bulo, todos los hijos, los nietos, la madre, el padre, y all¨ª en c¨®nclave, decidieron rescatar, sentados en los sitios de los acad¨¦micos suecos, los nombres de Joyce, de Kafka, de Proust y de Borges, que por unas u otras razones nunca tuvieron el galard¨®n que ahora merece el trabajo del autor de La ciudad y los perros.
Ahora ya hay historias en las que se explica por qu¨¦ el premio fue para unos o para otros, pero hay 50 a?os de silencio hasta que eso se sabe en los casos que est¨¢n a¨²n bajo el secreto. Vargas Llosa se pregunt¨® c¨®mo ser¨ªan las deliberaciones de su premio que hubo antes de que los acad¨¦micos suecos se sentaran en este santa sanctorum al que ahora hab¨ªan entrado la familia y algunos amigos, entre los que estaba el gran artista peruano Fernando de Szyszlo. "Hasta dentro de medio siglo usted no sabr¨¢ nada", le dijeron. "?Lo sabr¨¢n Leandro o Aitana!", exclam¨® el Nobel, se?alando a los nietos adolescentes, "?porque lamentablemente en esa fecha no tendr¨¦ salud para enterarme!".
No lo sabr¨¢ nunca. Los papeles de las votaciones se han roto; pero las actas est¨¢n clausuradas bajo siete llaves, o bajo setenta. Lo que s¨ª supo es algo de la mec¨¢nica, que es mucho m¨¢s transparente de lo que la gente imagina. La Academia env¨ªa cada a?o entre 3.000 y 4.000 cartas, a universitarios, a antiguos ganadores, a asociaciones de escritores...; recaba informaci¨®n, recibe cr¨ªticas, rese?as, informaci¨®n de m¨¢s de 200 revistas literarias. Y recibe entre 4.000 y 5.000 cartas, con recomendaciones, con rese?as, etc¨¦tera. En un momento determinado del a?o se ponen sobre la mesa 150 nombres, antiguos o nuevos, y los acad¨¦micos se van de vacaciones con la tarea de escoger, de las candidaturas que vayan quedando, cinco nominados que son los que, al final del verano, cuando llegan los primeros d¨ªas de octubre, se empiezan a discutir.
A Vargas Llosa lo eligieron el primer jueves de octubre. Pero no siempre se hace tan temprano, o no necesariamente tiene que decidirse tan temprano. Es se?al de buen acuerdo hacerlo pronto, se deduce. Aqu¨ª vinieron los acad¨¦micos -como cada jueves del a?o, aunque esta vez era el jueves decisivo, el jueves en que ya se hab¨ªa decidido el premio- a determinar la motivaci¨®n que estaba detr¨¢s de la decisi¨®n que ahora los Vargas Llosa celebran como si en Estocolmo fuera un d¨ªa de verano y ellos estuvieran viviendo las jornadas m¨¢s felices de su vida inmensamente feliz.
En todo caso, los acad¨¦micos tienen m¨¢s dif¨ªcil la unanimidad que la familia Vargas Llosa, que sentada en torno a la misma mesa blanca y verde decidi¨®, por unanimidad total, rescatar para la historia de esta sala los nombres de Joyce, de Proust, de Kafka y de Borges. Luego se fueron a caminar, a medianoche, como si a la cartograf¨ªa de Estocolmo hubieran llegado ellos y el verano.
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