Lanzarote, invierno en ba?ador

En Lanzarote hay playas para todos los gustos: desde la brava Famara hasta las dulces Matagorda y Fariones, en Puerto del Carmen, y desde las calas turquesas de Papagayo hasta la urbana del Reducto, en Arrecife. Tampoco faltan opciones para los que prefieren darse un buen chapuz¨®n fuera del circuito habitual. Proponemos cinco lugares de ba?o muy apetecibles.

Playa del Risco

Para llegar a la playa del Risco o del Embarcadero hay que estar en forma. Partiendo de la barriada de Las Rositas en el pueblo de Ye, a los pies del volc¨¢n de la Corona, debemos tomar el Camino Viejo, la misma senda que transitaron durante siglos los habitantes de la isla de La Graciosa para alcanzar los pueblos del norte de Lanzarote.

Prep¨¢rense para una bajada de una hora que a la vuelta, de subida, requerir¨¢ casi el doble, zigzagueando por un sendero que salva los casi quinientos metros de desnivel con el mar. La recompensa comienza desde el primer minuto con las vistas de La Graciosa, Monta?a Clara y Alegranza, que junto con el risco de Famara y los roques del Este y del Oeste forman el parque natural del Archipi¨¦lago Chinijo.

Una vez en la playa, por lo general desierta, a nuestras espaldas queda el imponente risco, y al otro lado del R¨ªo, que as¨ª se llama el brazo de mar que separa las dos islas, el perfil volc¨¢nico de La Graciosa. A continuaci¨®n de la playa, hacia el norte, est¨¢n las salinas del R¨ªo, que merecen el paseo adicional.

La Canter¨ªa

En la cara opuesta del risco de Famara y a mitad de camino entre el pueblo de ?rzola y Punta Fariones, que es el extremo norte de la isla, est¨¢ la playa de la Canter¨ªa. A ella se accede por una pista de tierra que sale del mismo pueblo, donde, si preguntan, les advertir¨¢n de que las corrientes son muy fuertes e imprevisibles y les recomendar¨¢n no adentrarse nunca en el mar por encima de la cintura.

Con el consejo en mente nos metemos a disfrutar de estas olas que con raz¨®n atraen a los surferos. Despu¨¦s, a gozar tranquilamente de las formaciones rocosas de los acantilados, de la vista del mar y de la soledad, interrumpida a veces por las pardelas, las gaviotas y los conejos que brincan en las laderas a nuestras espaldas.

Arrieta

La de Arrieta no es una playa solitaria, pero tampoco cabe encasillarla entre las tur¨ªsticas. Se trata fundamentalmente de un destino local que en los ¨²ltimos a?os ha ganado p¨²blico sin perder encanto, tal vez por los precios de su chiringuito. Adem¨¢s de buenas olas, Arrieta tiene el aliciente de una plataforma de hormig¨®n anclada en el mar a algo m¨¢s de cien metros de la arena. Hasta ella se puede llegar a nado sin dificultad, pero los menos confiados tambi¨¦n pueden ir por el puente que la une al pueblo. Desde all¨ª se zambullen los j¨®venes con sus cuerpos de goma en un mar limpio y fresco que invita como pocos al ba?o.

El Charco del Palo

A mediados de los a?os ochenta lleg¨® a la costa cercana a Mala, en el noreste de la isla, un grupo de alemanes que practicaba el naturismo. Seducidos por las rocas negras, el mar azul y la tranquilidad del lugar, all¨ª se instalaron y as¨ª naci¨® la primera colonia nudista de Lanzarote. Aqu¨ª el chapuz¨®n con m¨¢s adeptos es el de la Ba?era, un cr¨¢ter de volc¨¢n submarino que gracias a las escaleras met¨¢licas ancladas en la roca hace las veces de piscina natural.

Barranco del Qu¨ªquere

A 500 metros escasos del Puerto del Carmen por el camino de la costa, unas escaleras descienden hasta las plataformas de roca bas¨¢ltica que forman el barranco del Qu¨ªquere. Nudista a trechos, este peque?o para¨ªso resulta ideal para nadar a lo largo de la costa y observar las rocas verdes y turquesas de los fondos marinos. Entre sus habitantes se cuentan peces reticulados con destellos naranjas y verdes, otros de color azul cobalto con irisaciones, erizos negros y algas undosas.

Nadie se extra?a de que el exquisito tenor Alfredo Kraus eligiera este emplazamiento para construir el retiro de sus sue?os. Desde aqu¨ª se ve la isla de Lobos, y ya en Fuerteventura, las dunas blancas de Corralejo y hasta el cono perfecto del volc¨¢n Tindaya, donde el escultor Eduardo Chillida tuvo la visi¨®n de un monumento.