Adi¨®s a Morente, inteligencia del cante
El m¨²sico fallece a los 67 a?os en Madrid debido a complicaciones de una operaci¨®n de est¨®mago - Desde la libertad, revolucion¨® el lenguaje del flamenco
Se apagaron los melismas morentianos. Se ha muerto Morente. Se nos fue El Maestro. El Ronco del Albaic¨ªn, como le gustaba llamarse a s¨ª mismo, ya no nos estremecer¨¢ m¨¢s con su voz herrumbrosa, su cante sin trampas y su pellizco inimitable. Enrique Morente Cotelo (Granada, 1942), cantaor excelso, bohemio de manual y uno de los m¨²sicos m¨¢s importantes del siglo XX espa?ol, falleci¨® ayer en la cl¨ªnica La Luz de Madrid a causa de complicaciones en el posoperatorio de una intervenci¨®n de est¨®mago. La capilla ardiente se instalar¨¢ hoy a partir de las 15.00 en la sede madrile?a de la SGAE. Ser¨¢ enterrado en Granada, dejando una obra redonda, enciclop¨¦dica y revolucionaria a la vez, cumbre del arte flamenco de todos los tiempos.
Morente fue el Picasso del cante, el cantaor libre, el artista que se atrevi¨® a meter mano en un tesoro que muchos juzgaban intocable y que, pese a los truenos de los puristas, renov¨® formas, m¨²sicas, letras y v¨ªsceras.
Genial siguiriyero, creador de fandangos y alegr¨ªas personales, prodigioso investigador de las infinitas veredas de la sole¨¢ (que ¨¦l convirti¨® en un r¨¦quiem r¨ªtmico y desolado), Morente fue adem¨¢s refundador de cantes como la cabal, la ca?a y el polo, la ton¨¢ y el martinete, la grana¨ªna y la malague?a, la cartagenera y los tientos y los tangos. Su arte por derecho, su fina inteligencia, su sensibilidad y afici¨®n, y una iron¨ªa ferozmente tierna le un¨ªan al tronco m¨¢s noble del flamenco.
Sin tradici¨®n familiar (aunque dec¨ªa que su madre era una gran cantante de saetas), Morente aprendi¨® de joven el tesoro cl¨¢sico en la c¨¢tedra madrile?a de Zambra con los fen¨®menos antiguos: Juan Varea, Peric¨®n, Pepe el de la Matrona, El Gallina... Y en los a?os sesenta y setenta se convirti¨®, junto a Paco de Luc¨ªa y Camar¨®n de la Isla, en el principal art¨ªfice de la ¨²ltima gran renovaci¨®n del cante, de su mezcla con todas las m¨²sicas y su reconocimiento como un arte universal. El viernes el embajador de Francia le iba a entregar la medalla de Caballero de la Legi¨®n de Honor.
Una genialidad casi involuntaria, sin artificios, y su constante esfuerzo por buscar siempre el camino m¨¢s libre y arriesgado (y por tanto el menos comercial) le ayudaron a la incorporaci¨®n de la mejor poes¨ªa en espa?ol al aullido jondo. "Los poetas son la gente que m¨¢s quiero", declar¨® en una entrevista a EL PA?S pocos d¨ªas antes de un inolvidable recital en el teatro de la Zarzuela, en 1995.
Siendo el flamenco m¨¢s moderno, el ¨²nico cantaor capaz de atreverse a meter la siguiriya de Manuel Torre y los versos de Poeta en Nueva York entre las guitarras trash metal de Lagartija Nick (con quienes grab¨® en 1995 el disco Omega, una de sus obras mayores), Morente era tambi¨¦n el ¨²ltimo cantaor bohemio.
Combinaba un amor al cante a?ejo y una actitud vital an¨¢rquica, abierta a las juergas de tres noches con sus d¨ªas. En sus bares favoritos, el Candela, garito flamenco de Madrid desaparecido con su due?o Miguel, y La Tertulia, de Granada, al que llamaba Muermulia (de muermo), fue de largo el mejor cliente durante d¨¦cadas. "Los flamencos, con comer una vez al d¨ªa y beber el resto tenemos bastante", sol¨ªa decir.
Entre esas dos ciudades vivi¨® siempre, de la calle de Embajadores, cerca del Rastro, al Albaic¨ªn. Su alma era m¨¢s gitana que la de los gitanos. Con la bailaora cal¨¦ Aurora Carbonell form¨® una prole extraordinaria: Estrella, de 30 a?os, figura del flamenco desde los 18; Sole¨¢, de 25, licenciada en Filolog¨ªa, y Kike, de 20, cantaor en ciernes.
"Estamos vivos de milagro" era otra de sus frases favoritas: su sentido com¨²n daba casi siempre en la diana de este azar incomprensible que es la vida. Y la muerte: poco antes de entrar en el quir¨®fano, Morente le dijo a su amigo Juan Verd¨² con su sarcasmo de seda: "?Y qu¨¦ le vamos a hacer si solo tenemos un es¨®fago y un est¨®mago, Juanico?".
El primer flamenco que gan¨® el Premio Nacional de M¨²sica, en 1995, sufri¨® tambi¨¦n cr¨ªticas feroces, alg¨²n que otro petardazo. Ni el ¨¦xito ni el olvido le cambiaron. Vivi¨® ajeno a modas y mercados, agarrado a los amigos, la familia, el cante y la poes¨ªa, disfrutando y sufriendo a partes iguales su talento y su genio. Morente nunca someti¨® su creatividad a la censura ni a la autocensura. La importancia de su figura estriba sobre todo en su exquisita relectura de la mejor tradici¨®n y de la poes¨ªa.
Sobre el escenario, habitaba en una dimensi¨®n misteriosa. Seguramente ni ¨¦l mismo sab¨ªa de qu¨¦ pasta estaba hecho ese cuajo para olvidarse del p¨²blico, agarrarse la chaqueta con la mano izquierda, abrir la derecha con elegancia, mirarse dentro y explicar toda la tristeza del mundo con un ay.
Locoide, agitador y s¨ªmbolo, como persona fue uno de esos tipos entra?ables y maravillosos que reconcilia a sus amigos y contempor¨¢neos con su tiempo y su patria (si la hubiere). Marc¨® una era y cre¨® una escuela (Mayte Mart¨ªn, Miguel Poveda, su hija y otros muchos j¨®venes han bebido de su fuente), pero segu¨ªa siendo encantador y sencillo.
Su pa¨ªs le conoce poco y mal. Pero su humor y su generosidad han abierto cabezas; su mezcla de compromiso, genio y bohemia ha ense?ado a muchos a resistir, creer y crecer; y su heterodoxia de enorme precisi¨®n quedar¨¢ como un modelo de libertad.
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