Sangre azul oculta en una ladera
El pueblo, gobernado durante a?os por su propio rey, es una joya arquitect¨®nica
Es un acto de fe iniciar la traves¨ªa hacia Patones. Se suceden los cruces de carretera sin un letrero que echarse a la boca. Aunque esto en realidad es pecata minuta comparado con la odisea que vivi¨® Crisanto Araujo para llegar hasta aqu¨ª hace m¨¢s de 70 a?os:
"Acab¨® la guerra. Yo batallaba con los rojos. Me pill¨® en ?guilas, provincia de Murcia. Y me daba miedo que me metiesen en un campo de concentraci¨®n. Cog¨ª todo derecho andando por carreteras muertas, en las que hay poco tr¨¢nsito. Andaba m¨¢s de noche que de d¨ªa, por eso del fresco", cuenta, y de repente interrumpe su relato al ver pasar una mujer, a la que le pregunta si trae alguna carta. "No soy la cartera, soy la t¨¦cnico municipal. Siempre me preguntas lo mismo", le contesta, dejando ver que Crisanto, de 91 a?os, es un guas¨®n. "Bueno, a lo que ¨ªbamos", prosigue, "tard¨¦ caminando 18 d¨ªas con sus 18 noches. Por el camino le ped¨ª a una se?ora un mendrugo de pan y me lo dio. Que Dios se lo pague. Llegu¨¦ de ma?ana a mi pueblo, y aqu¨ª sigo". No hay alma que desconozca la historia de Crisanto. El hijo pr¨®digo del pueblo que se fue a la guerra y regres¨® con llagas en los pies.
Uno de sus habitantes lleg¨® a Patones huyendo de la guerra y se qued¨®
La localidad nombr¨® a un alcalde y juez de paz y le dio el t¨ªtulo de rey
Lleg¨® sano y salvo a Patones,inaccesible antiguamente y casi escondido en la sierra del que se tiene constancia desde 1527. Debido a su incomunicaci¨®n se cuenta que los vecinos del pueblo nombraron a un alcalde, que hac¨ªa tambi¨¦n las veces de juez de paz, al que otorgaron el t¨ªtulo de rey. El cargo, igual que ocurre con el de sangre azul, era hederitario. El cardenal Moscoso en 1653 escribe por primera vez de esta curiosa figura, seg¨²n recoge un libro escrito por Juan G¨®mez Hernanz: "En el valle de los Patones de la Jurisdicci¨®n de Uceda, hav¨ªa (sic) 10 o 12 Familias que se governaban (sic) con sola la Autoridad Econ¨®mica de un Anciano, a quien sencillamente llamaban Rei (sic), que los manten¨ªa en mucha Paz".
Siglos despu¨¦s, los habitantes de Patones se aburrieron de tener que andar y desandar el valle, a trav¨¦s de empinados caminos, y fundaron en un llano lo que se conoce ahora como Patones de Abajo. Mientras, Patones de Arriba se ha quedado como una joya arquitect¨®nica, a cuyo casco urbano no pueden entrar coches. Se ha llenado de restaurantes caros (2,75 euros por un refresco, la factura est¨¢ guardada) y coquetas casas rurales que regentan forasteros. No queda por tanto rastro de sangre real. ?O s¨ª? ?Qui¨¦n es esa mujer con delantal y una tina con agua que baja por una cuesta? Es la Juani, la ¨²nica habitante del pueblo original que a¨²n vive aqu¨ª. Tiene fama de escurridiza, poco amiga de la ch¨¢chara, y lo demuestra al primer golpe de vista: "Uy, tengo mucha prisa. ?Qu¨¦ por qu¨¦ me he quedado la ¨²ltima? No ten¨ªa otra casa. Ahora s¨ª, tengo otra abajo, pero prefiero seguir viviendo por estos lares". Dicho esto, se esfuma.
M¨¢s abajo, en la puerta de la iglesia aparece la encantadora Iris Mart¨ªn Hernanz, que ha salido un rato antes del trabajo para dar un paseo por el pueblo. Nadie mejor que ella. Para su proyecto de fin de carrera elabor¨® una gu¨ªa de rutas did¨¢cticas para dar a conocer este entorno. Porque la verdad es que los fines de semana se llena de gente que viene a apreciar las calles empedradas, el antiguo lavadero, las cochiqueras rupestres o el cementerio, pero pocos se echan al monte a andar. Como si el largo peregrinaje de Crisanto Araujo hubiese agotado el cupo durante siglos. Iris, de 28 a?os, propone, para contrarrestar, recorrer el ecosistema de la ribera del r¨ªo Lozoya o atravesar los montes pizarrosos hasta alcanzar el valle de San Rom¨¢n. ?Ha conseguido que alguien se lance a la aventura desde que la gu¨ªa se convirti¨® en libro? "No", responde riendo, "pero perseverar¨¦".
Damos un largo paseo pero no hay ni rastro de pajes ni reyes. El cartel del primer restaurante abierto aqu¨ª resume el orgullo del pueblo: "El rey de los Patones rein¨® durante el mandato del rey de toda Espa?a Carlos III y con su consentimiento durante la invasi¨®n napole¨®nica en el a?o 1808. Fue el ¨²nico pueblo de Espa?a que por estar oculto en esta inaccesible sierra se libr¨® de los invasores franceses".
No tan deprisa. Aunque los soldados de Napole¨®n no pudieron encaramarse hasta la monta?a, s¨ª lo consigui¨® en los ochenta el decorador franc¨¦s Fran?ois Fournier, que compr¨® edificaciones casi derruidas. Por dos duros se hizo con casas abandonadas. El decorador mont¨® con su pareja Paco Bello varios negocios y descubri¨® el encanto tur¨ªstico que escond¨ªa el pueblo. Fue un pionero. Abri¨® El Poleo, hotel y restaurante considerado por los cr¨ªticos entre los mejores de la sierra. El franc¨¦s muri¨® hace unos a?os pero muchos siguen hablando de ¨¦l como una de las personas que no dej¨® morir a Patones de Arriba. Que Dios se lo pague, como dir¨ªa Crisanto Araujo.
C¨®mo ir, qu¨¦ hacer
- Dos autobuses al d¨ªa salen de la plaza de Castilla y llegan a Patones. Se cubre el trayecto en una hora y 35 minutos. El billete cuesta 4,28 euros.
- En el pueblo antiguamente se jugaba a la calva. Consist¨ªa en lanzar una piedra caliza redonda contra un palo
en forma de 'L' situada a una decena de metros.
- Lugar de peregrinaje para los amantes de la escalada.
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