Un hombre en el centro del hurac¨¢n
Su historia no es una historia com¨²n. Un ex hacker curtido en los mundos del activismo en Red se convierte en editor de un gigantesco contenedor de filtraciones. Experto cript¨®logo, dise?a una plataforma online para que las personas que tienen acceso a documentos secretos puedan subir el material sin peligro de ser identificados. Empieza a destapar las miserias de gobernantes y empresas en distintos puntos del planeta. Y llega 2010, y el tipo, un australiano de 39 a?os que obedece al nombre de Julian Paul Assange, echa su ¨®rdago a la grande: destapar las maniobras de la gran superpotencia.
Por si lo anterior fuera poco, su historia se complica cuando empieza a estar en la cresta de la ola. Cuatro meses despu¨¦s de liberar los papeles de Afganist¨¢n, emprende un viaje a Suecia que marca su vida, su biograf¨ªa y su a?o. De Suecia sale con dos denuncias de mujeres que le acusan de acoso sexual y violaci¨®n. Su ingreso en prisi¨®n y la persecuci¨®n que sufre no hacen otra cosa que centrar a¨²n m¨¢s el foco sobre ¨¦l. La gente ya sabe qu¨¦ es Wikileaks. Y sabe qui¨¦n es Julian Assange.
Los nueve d¨ªas que pas¨® en la prisi¨®n de Wandsworth no han hecho m¨¢s que reafirmar sus convicciones
"Es una experiencia que todos los periodistas deber¨ªan tener. En la c¨¢rcel cada hora es como la hora anterior", dice
El mes de diciembre de 2010 vive el alumbramiento de un nuevo icono. Un icono con sus luces y sus sombras, pero un icono al fin y al cabo. Tras su encierro en la prisi¨®n de Wandsworth, el editor australiano se ha convertido para el mundo Internet, para los m¨¢s j¨®venes y para los m¨¢s combativos en un icono de la lucha por la libertad de expresi¨®n, de la lucha por una prensa independiente e incisiva. El icono se gest¨® en nueve meses.
Nueve meses, s¨ª; el tiempo transcurrido desde la publicaci¨®n en abril del escalofriante v¨ªdeo de la matanza de 12 civiles en Bagdad hasta hoy. Nueve meses tirando de la manta, desnudando a la gran superpotencia, poniendo el foco sobre las corruptelas, tejemanejes y maniobras de los gobernantes de medio planeta, desvelando secretos.
Su detenci¨®n en Londres, el 7 de diciembre, conectada con presuntos delitos de ¨ªndole sexual cometidos en Suecia el pasado verano, constituye el episodio que termina de catapultar su figura. Sus nueves d¨ªas encerrado en una prisi¨®n victoriana desencadenan una ola de muestras de apoyo que cruza los cinco continentes. El mundo descubre a un David high tech dispuesto a plantarle cara al Goliath con acento yanqui, al gran gendarme. La Red se moviliza en su defensa intentando tumbar a sus enemigos: Visa, Mastercard, Paypal, Amazon, los que le cortaron el grifo. Los medios se pueblan de im¨¢genes de manifestantes con caretas del mes¨ªas australiano. El hombre m¨¢s buscado de 2010 se convierte en icono. Sobre todo para los m¨¢s j¨®venes, para los esp¨ªritus m¨¢s peleones de la Red. Sigue en libertad condicional, pasando los ¨²ltimos d¨ªas de su a?o en una mansi¨®n al sureste de Inglaterra, en Norfolk.
Asesinato colateral, el impactante v¨ªdeo de la matanza del helic¨®ptero Apache en Bagdad, fue el primer golpe. Lleg¨® acompa?ado de los papeles de Afganist¨¢n, que revelaron la muerte de m¨¢s de 20.000 afganos. El 23 de octubre presentaba los papeles de Irak, convirti¨¦ndose en la nueva pesadilla del Pent¨¢gono. La publicaci¨®n de los papeles del Departamento de Estado norteamericano, hace algo m¨¢s de un mes, le conduce a un nuevo estadio, le convierte en el enemigo p¨²blico de la superpotencia, en el hombre a derribar. Desde Estados Unidos, destacados pol¨ªticos piden su cabeza. S¨ª, su ejecuci¨®n. El mism¨ªsimo vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, se atreve a decir hace apenas una semana que est¨¢ cerca de ser un terrorista high tech . Terrorista. La Administraci¨®n americana busca f¨®rmulas para implicarle en un delito de espionaje. Hay 120 personas que se ocupan en el Pent¨¢gono de Wikileaks. Wikileaks tiene un equipo integrado por 12 personas.
Assange es un cerebro privilegiado, un hombre valiente, una persona con un carisma tan desbordante como su ego. Sus primeros pasos en la carrera por influir en el devenir de las cosas los dio como hacker. Consigui¨® descerrajar las tripas de la compa?¨ªa canadiense de telefon¨ªa Nortel con esas manitas que tiene, unas manos grandes de dedos finos y delgados, de pianista; sentado frente a su ordenador surfeando en la Red, es un Mozart frente a su particular teclado. Se las sabe todas.
Tiene un lema que gu¨ªa su modo de actuar: "Me gusta crujir a los bastardos".
Pero tambi¨¦n tiene fama de ser un hombre autoritario. Uno de sus lugartenientes, Daniel Domscheit-Berg, le abandon¨® hace unos meses tras pedirle que se retirara de la primera l¨ªnea para resolver sus problemas con la justicia sueca. Le propuso que se echara a un lado: Wikileaks naci¨® con vocaci¨®n de plataforma, intentando huir de personalismos. Assange le despidi¨®. Fulminantemente. El disidente alem¨¢n est¨¢ a punto de publicar un libro que sacar¨¢ a la luz facetas oscuras de Assange.
Domingo pasado, Ellingham, finca de Vaughan Smith, su amigo, su gran apoyo, su protector en suelo brit¨¢nico. Assange concede a EL PA?S, uno de los cinco medios de referencia internacionales con los que ha dado a conocer los papeles del Departamento de Estado, su primera entrevista desde que sali¨® de la c¨¢rcel. Son las tres y cuarto de la tarde y se est¨¢ haciendo de noche, anochece del todo a las cuatro. Assange regresa de firmar en la comisar¨ªa de polic¨ªa de Beecles, la m¨¢s cercana a su domicilio provisional. Es su ritual de todos los d¨ªas, hasta el pr¨®ximo 11 de enero, fecha en que se presentar¨¢ de nuevo ante la justicia brit¨¢nica para ver si prospera o no la petici¨®n de extradici¨®n de las autoridades suecas.
El australiano va sentado en el asiento del copiloto, conduce su asistente. Sale del coche para abrir la verja de la finca. La nieve cubre por completo los alrededores de esta mansi¨®n de estilo georgiano rodeada de peque?os lagos congelados a los que acude a pescar por las ma?anas. "Todav¨ªa no he pescado nada", dice con esa sonrisa de pillo que tiene.
S¨ª, porque Assange despliega ramalazos de ni?o grande y travieso cuando est¨¢ relajado. Nada que ver con el tono solemne que adquiere en cuanto se enciende una c¨¢mara o grabadora.
El fundador de Wikileaks habla con el fot¨®grafo Bernardo P¨¦rez. Le gusta involucrarse en la sesi¨®n de fotos, le encanta que le retraten, tiene instinto para los focos. Se sit¨²a erguido y solemne frente a la parte trasera de la mansi¨®n. Las gordas ramas de la enredadera son su decorado de fondo. Cae la noche, pero la nieve recoge una tibia luz azul. Su capa negra, su mirada, su pelo blanco. Parece un personaje de cuento. De Harry Potter.
Se supone que solo tenemos diez minutos para hacer fotograf¨ªas, pero Assange est¨¢ lanzado. Propone localizaciones, corretea de un sitio a otro, se fija en los m¨¢s m¨ªnimos detalles, en que no aparezcan sus pisadas en la nieve, en c¨®mo combinar¨¢ su plum¨ªfero verde con el paisaje nevado y los arbustos del jard¨ªn. Assange posa ahora con su chaqueta de tweed marr¨®n. Se arrodilla, seduce a la c¨¢mara.
Los nueve d¨ªas que ha pasado en la prisi¨®n de Wandsworth no han hecho otra cosa que reafirmar sus convicciones, su determinaci¨®n, las razones de lucha. "Es una experiencia que todos los periodistas deber¨ªan tener", dice sentado en la mesa de la cocina, con una taza de t¨¦ en la mano. "Y todos los pol¨ªticos. Sobre todo los que tienen responsabilidades en la pol¨ªtica penitenciaria. En la c¨¢rcel, cada hora es como la hora anterior. Cada d¨ªa, como el d¨ªa pasado".
Relata que se mantuvo fuerte en prisi¨®n haciendo tablas de ejercicios diarias. Que le ayudaron sus experiencias de soledad en medio de la naturaleza. Es un hombre que, de cuando en cuando, se encuentra con su soledad. En medio de la nada. Consigo mismo y en silencio.
La c¨¢rcel de Wandsworth no es una referencia en cuanto a vistas ni espacio, pero Assange, al menos, sabe estar solo.
Un asunto turbio le condujo a la celda de aislamiento en que pasaba las noches escuchando a los pederastas airear a voz en grito sus pecados. Un asunto a¨²n no aclarado. Un asunto del que se han ido conociendo detalles cada vez m¨¢s escabrosos, historias de condones, penetraciones por sorpresa y presuntos acosos.
El australiano viaj¨® a Estocolmo un 11 de agosto. Se acost¨® con la persona que le acogi¨®, Miss. A. Conoci¨® a otra chica, Miss W. en una de las conferencias que imparti¨®. Se acost¨® con ella tambi¨¦n. Seg¨²n ambas declararon ante la polic¨ªa el d¨ªa 20 de agosto, a las dos les ocurri¨® lo mismo: Assange se empe?aba en practicar sexo sin preservativo.
Miss W. afirma que, una ma?ana, el australiano aprovech¨® que estaba dormida para penetrarla. Sin su consentimiento. Y sin protecci¨®n. No como la v¨ªspera, en que ella le convenci¨® de que era necesario.
Miss A. fue muy clara, al ser preguntada por la prensa sueca. Dijo que Assange es un hombre que no soporta que le digan "NO".
Assange creci¨® en una familia inconformista. A los 17 a?os, su madre, Christine, quem¨® los libros y se larg¨® de la casa paterna en moto, seg¨²n public¨® The New Yorker. Hace nueve d¨ªas Christine estaba en la sala donde el juez Ouseley concedi¨® la libertad condicional a su hijo. No quiso hablar con nosotros. Serena y de aspecto un tanto hippy, daba la sensaci¨®n de ser una mujer en paz consigo misma.
Su hijo vivi¨® una infancia itinerante. La familia produc¨ªa teatro profesional y televisi¨®n, se iban de gira por Australia cada dos por tres. La fascinaci¨®n del chico inteligente por los ordenadores y las programaciones se gest¨® en la adolescencia. A los 16 form¨® un grupo de hackers con dos amigos. Se hac¨ªan llamar los Subversivos Internacionales. Nombre de guerra de Assange: Mendax.
A los 20 se produjo el episodio con la telef¨®nica Nortel. Su operaci¨®n de hacking produjo p¨¦rdidas de cientos de miles de d¨®lares a la compa?¨ªa. El juez le conden¨® al pago de una multa. Estim¨® que el ¨²nico fin de Assange era demostrarse a s¨ª mismo que era capaz de penetrar en un sistema.
La penetraci¨®n en sistemas es la marca de sus a?os j¨®venes. Pero su activismo evoluciona paulatinamente hacia nuevos campos. Trabaja como consultor de seguridad electr¨®nica, se matricula en Ciencias F¨ªsicas en la Universidad de Melbourne. La espina dorsal de su sistema de pensamiento empieza a tomar cuerpo. Conf¨ªa en el individuo; no, en las instituciones. Cree en la transparencia, en la informaci¨®n compartida. En la verdad como valor frente a un mundo c¨ªnico.
En 2006 crea Wikileaks. Se empieza a rodear de medios de comunicaci¨®n solventes para dar a conocer sus filtraciones. Primero The Guardian, despu¨¦s The New York Times; siguientes Der Spiegel, Le Monde, EL PA?S. Hace unos meses, decide liberar la mayor filtraci¨®n de la historia del periodismo en colaboraci¨®n con estos cinco medios. La presi¨®n sobre ¨¦l se redobla. Los ataques a su web son constantes: legales, financieros, personales. Se desayuna un d¨ªa s¨ª y otro no con amenazas de muerte.
El controvertido y fascinante Assange est¨¢ pasando las Navidades con un dispositivo electr¨®nico que vigila sus pasos. El 11 de enero se sabr¨¢ si le extraditan. Sus abogados afirman que todo es un preludio para llev¨¢rselo a Estados Unidos.
Cuanto m¨¢s le persigan, m¨¢s crecer¨¢ su figura.
Papeles secretos
Julian Assange crea en 2006 Wikileaks. Y aqu¨ª empieza la gran aventura. Comienza a liberar papeles secretos. Saca a la luz 500 ejecuciones extrajudiciales
en Kenia, un vertido de la empresa Trafigura en Costa de Marfil, publica un listado de nombres, apellidos y domicilios de miembros del ultraderechista Partido Nacional Brit¨¢nico.
Le acusan de llevar su transparencia hasta l¨ªmites
poco sensatos: la verdad es un valor, pero no absoluto: la vida
de las personas cuenta.
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