Jacqueline de Romilly, una humanista aut¨¦ntica
Se van yendo, uno tras otro, los grandes maestros, los helenistas que han sido, mucho m¨¢s que eruditos, profesores de humanismo de claro prestigio, ma?tres ¨¤ penser. Hace algunos meses partieron Hugh Lloyd-Jones y Bernard Knox, y un poco antes Pierre Vidal Naquet y Jean Pierre Vernant. Ahora, el 18 de diciembre, Jacqueline de Romilly, indudable gran dama de las letras y la cultura francesa, ha fallecido en Par¨ªs. Ten¨ªa 97 a?os.
Naci¨®, con el nombre de Jacqueline David, el 26 de marzo de 1913 en Chartres, hija de un profesor de filosof¨ªa jud¨ªo que muri¨® al a?o siguiente en el frente, ya en la I Guerra Mundial.
Estudiosa infatigable del mundo griego, ha dejado una obra escrita impresionante, tanto por su extensi¨®n (cuarenta y tantos libros) como por su aguda inteligencia y su claro estilo. Escribi¨® mucho sobre los grandes autores cl¨¢sicos: Tuc¨ªdides, Esquilo, Eur¨ªpides y Homero, y sobre los progresos y haza?as de los griegos y su perdurable vigencia actual. Fue profesora durante m¨¢s de 60 a?os -muchos en la c¨¢tedra de la Sorbona- y mantuvo siempre un incansable fervor por la ense?anza del griego antiguo y una profunda preocupaci¨®n por el declive triste de las humanidades en los ¨²ltimos tiempos. (Pensaba sobre todo en Francia, donde el deterioro de la educaci¨®n ha sido tremendo: el abandono de las lenguas cl¨¢sicas la angustiaba mucho). Tambi¨¦n sobre esto escribi¨® una y otra vez, sobre todo en su ¨²ltima etapa. Aun en sus ¨²ltimos a?os, ya ciega, segu¨ªa pensando y publicando con la misma pasi¨®n por lo hel¨¦nico que en sus a?os de juventud (tambi¨¦n escribi¨® una novela y relatos cortos).
Mostr¨® siempre gran preocupaci¨®n por el abandono de las lenguas cl¨¢sicas
Ten¨ªa una gran memoria, muy precisa en su dominio admirable de todos los textos cl¨¢sicos; y no solo conoc¨ªa los griegos. Tambi¨¦n pod¨ªa citar con soltura unos versos de Racine. Dec¨ªa estar satisfecha de haber vivido compartiendo muchos a?os con Esquilo y Pericles, y no lamentaba, a fin de cuentas, su balance vital: "Haber sido jud¨ªa bajo la ocupaci¨®n, acabar sola, casi ciega, sin hijos ni familia, ?es sensacional? Pero mi vida de profesora ha sido, de un cabo al otro, lo que yo deseaba".
Consigui¨® numerosos premios y merecidos homenajes y honores: fue la primera mujer profesora en el Coll¨¨ge de Francia (donde, tras la muerte de Claude L¨¦vi-Strauss, era el miembro m¨¢s antiguo) y la segunda en entrar en la Academia Francesa (despu¨¦s de Marguerite Yourcenar); ten¨ªa la Gran Cruz de la Legi¨®n de Honor francesa (y otras muchas medallas); Grecia le otorg¨® la nacionalidad griega, y ahora ha lamentado oficialmente su muerte como "una gran p¨¦rdida para el pa¨ªs"; hab¨ªa recibido el doctorado honoris causa de las m¨¢s prestigiosas universidades (en Oxford, Atenas, Heidelberg, Dubl¨ªn, Montreal y Yale).
Entre sus libros traducidos al espa?ol podemos recordar ?Por qu¨¦ Grecia?, El tesoro de los saberes olvidados, Los fundamentos de la democracia, Alcib¨ªades, Los grandes sofistas en la Atenas de Pericles y La Grecia antigua contra la violencia. En Francia son muchos los que se han reeditado en ediciones de bolsillo.
Y recuerdo su voz en una lejana charla. Hab¨ªa hablado -era 1973, m¨¢s o menos- sobre la tragedia griega en la Universidad de Salamanca. A la salida se detuvo en los escalones que dan a la plaza de Anaya, se quit¨® su abrigo de pieles, lo dobl¨® y se sent¨® sobre ¨¦l, como cualquier estudiante, y hablamos de mitos y viajes un buen rato. Era, como los otros ausentes que mencion¨¦ al comienzo, una intelectual rigurosa y brillante, una escritora comprometida con la tradici¨®n cl¨¢sica hoy; es decir, una humanista aut¨¦ntica, en el mejor sentido del t¨¦rmino, algo ya muy poco frecuente.
Carlos Garc¨ªa Gual es escritor, fil¨®logo, cr¨ªtico y traductor.
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