La remontada y el chivo expiatorio
La semana pasada nos brind¨® una versi¨®n posmoderna de Bienvenido Mr. Marshall, con el Gobierno poniendo alfombras a Li Keqiang, representante del nuevo imperio chino, destinado a ser el futuro l¨ªder del Consejo de Administraci¨®n de la Burgues¨ªa China, de acuerdo con la descripci¨®n del Comit¨¦ Central del Partido Comunista que nos ofrecieron los papeles de Wikileaks. Produce melancol¨ªa ver a distinguidos dirigentes socialistas entregados al enviado del que es probablemente el sistema de explotaci¨®n masiva de fuerza de trabajo m¨¢s grande que ha existido nunca. En este momento en que las encuestas dan ventajas superiores a los 12 puntos al PP, cabe preguntarse: ?tiene el PSOE alguna posibilidad de remontar?
El contexto est¨¢ en el peor momento posible. La crisis econ¨®mica se est¨¢ convirtiendo directamente en crisis social, con un descenso muy sensible del poder adquisitivo de los espa?oles -al que el Gobierno no es ajeno con sus recortes salariales y asistenciales y con subidas espectaculares de precios regulados- y con el final del subsidio de paro para los que llevan m¨¢s de dos a?os sin trabajo. En ninguna fase anterior de la crisis las dificultades para cubrir las necesidades b¨¢sicas hab¨ªan alcanzado a tanta gente.
Al mismo tiempo, el contexto es tambi¨¦n una opini¨®n p¨²blica pose¨ªda por el pesimismo, que ha dejado de confiar en el Gobierno y que si no se moviliza es porque est¨¢ paralizada por el miedo. En esta situaci¨®n, cada vez ser¨¢ m¨¢s necesaria la figura del chivo expiatorio. El que paga por todos, esperando que su sacrificio tenga por lo menos un valor simb¨®lico reparador que provoque cierto cambio de clima social.
En las democracias liberales, el primer candidato al papel de chivo expiatorio es siempre el que preside el Gobierno. De modo que cualquier hip¨®tesis de remontada pasa por su sustituci¨®n. El sacrificio de un presidente que, con su obcecaci¨®n en no querer ve la realidad como los dem¨¢s, sus vaivenes y cambios bruscos, y su irreprimible superficialidad, ha marcado con el descr¨¦dito a su Gobierno es un paso necesario, pero insuficiente. De por s¨ª, no es ninguna garant¨ªa de remontada. El descr¨¦dito de la marca "gobierno socialista" es enorme. Y por consiguiente, las tendencias de voto s¨®lo podr¨ªan variar si lo sustituyera una persona con la que se pudiera identificar un cambio de fondo. Los dedos se?alan a Rubalcaba. Rubalcaba representa autoridad y solvencia, dos cosas que ciertamente se echan de menos y que en tiempos de crisis la gente agradece. Pero la autoridad en una crisis se gana con la reacci¨®n de los primeros momentos, y fue entonces, precisamente, cuando Zapatero labr¨® la crisis de credibilidad de su Gobierno. El problema de Rubalcaba es que no aporta valor a?adido a la marca PSOE, de la que es uno de los m¨¢s genuinos representantes. ?Hay escondido en alg¨²n lugar un l¨ªder potencial que pudiera llegar, como Zapatero en su d¨ªa, derrotando al candidato oficial y representando un verdadero cambio de ¨¦poca en el partido? Tiene raz¨®n el presidente de apostar por las primarias. Ser¨ªa la ¨²nica oportunidad de romper la costra de un PSOE anquilosado.
Los socialistas han confiado siempre en la debilidad del otro actor: Rajoy. Las encuestas confirman el escaso entusiasmo que el l¨ªder del PP genera. Pero lo que est¨¢ determinando las intenciones de voto no son los m¨¦ritos del PP, es el hartazgo del PSOE. La gente quiere un cambio, porque, a veces, el simple hecho de cambiar aporta una mejora, por lo menos psicol¨®gica. Rajoy quiere ganar, no le importa convencer. Al no significarse en exceso, da poco pie al PSOE para llamar la atenci¨®n de sus electores sobre la restauraci¨®n que se prepara. Sin embargo, ah¨ª est¨¢ la Iglesia dispuesta a redimirnos a todos (como va proclamando Rouco) aunque nadie se lo haya pedido; ah¨ª est¨¢ la derecha medi¨¢tica haciendo listas de las leyes que Rajoy tendr¨¢ que revocar, que son todas las que han ampliado el abanico de las libertades en este pa¨ªs; y ah¨ª est¨¢ la FAES ordenando c¨®mo acabar con el Estado de las autonom¨ªas. Todo esto tambi¨¦n es el PP, todo esto tambi¨¦n volver¨¢, si vuelve Rajoy. Pero es dif¨ªcil ponerlo en primer plano cuando la gente lo est¨¢ pasando mal y Zapatero se desvive por el espaldarazo chino y por cumplir con los mercados. Crisis econ¨®mica, crisis social, crisis pol¨ªtica, crisis ideol¨®gica, son muchas crisis para un partido que gobierna. En estos casos, las inercias conservadoras de los partidos tienden a buscar m¨¢s un administrador de la derrota (por ejemplo, el propio presidente) que una persona nueva, con ambici¨®n de futuro. Es la peor de las opciones posibles. V¨¦ase el PSC en Catalu?a.
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