Doce d¨ªas que estremecieron a la afici¨®n
Hace 25 a?os, Clemente apart¨® del Athletic a Sarabia y el club termin¨® por despedir al t¨¦cnico
Entre el 19 y el 31 de enero de 1986 se desarroll¨® en Bilbao un drama que, si bien tuvo un origen futbol¨ªstico, acab¨® por adquirir dimensi¨®n social (se vio involucrado hasta uno de los obispos de la di¨®cesis), convirti¨¦ndose en motivo para la decantaci¨®n de los ciudadanos en dos bloques tan irreconciliables como los suscitados (en el Pa¨ªs Vasco) por las pasiones pol¨ªticas. La definici¨®n como clementista o sarabista se convirti¨® en frontera entre dos visiones del mundo, si nos atenemos a la definici¨®n del mundo que hizo Unamuno: un Bilbao m¨¢s grande. En esos 12 d¨ªas se produjo el anuncio por parte del entrenador Javier Clemente de que su futbolista m¨¢s brillante, Manu Sarabia, el 9 del Athletic, no volver¨ªa a jugar en el equipo y, en respuesta al esc¨¢ndalo suscitado por esas palabras, la decisi¨®n de la junta directiva de destituir al entrenador m¨¢s exitoso del club en 50 a?os.
Un cuarto de siglo despu¨¦s, Sarabia es recordado como el jugador de m¨¢s clase de los de San Mam¨¦s en muchos a?os
Todo hab¨ªa comenzado por una decisi¨®n t¨¦cnica de este ¨²ltimo: relegar al delantero a la suplencia durante los primeros tiempos de cada partido con el argumento de que el mejor equipo no tiene por qu¨¦ ser el que salga al inicio, sino, en ocasiones, el que est¨¢ en el campo en los decisivos minutos finales. Esa idea, en s¨ª misma defendible, y que aplic¨® con ¨¦xito Clemente en algunos encuentros, se convirti¨® en man¨ªa, en opini¨®n de muchos aficionados, y en motivo de desconcierto para el propio Sarabia, que ya un a?o antes, el 20 de enero de 1985, tras la derrota del Athletic en Santander, hab¨ªa comentado a los periodistas que en la plantilla "reina la incertidumbre porque nunca sabes si vas a jugar o no, y eso influye en el rendimiento".
La respuesta de Clemente fue preguntar uno a uno (pero en grupo) a los jugadores si se consideraban afectados de incertidumbre. Hubo uno, Miguel Sola, que se neg¨® a responder argumentando que "una cosa es lo que decimos en privado y otra lo que decimos o callamos en situaciones como esta; as¨ª es que no digo nada". La estrategia de atrincherarse detr¨¢s de los jugadores en defensa de sus propias obsesiones fue el rasgo m¨¢s criticable del comportamiento de Clemente durante la crisis de enero.
El desconcierto de Sarabia estaba justificado sobre todo porque su condena a la suplencia sol¨ªa coincidir con sus ¨¦xitos personales, como su primera llamada a la selecci¨®n, o con actuaciones brillantes o jugadas espectaculares, como el gol que le marc¨® de tac¨®n al Osasuna poco antes de la crisis; o, sobre todo, con elogios en la prensa como los que siguieron a su participaci¨®n (saliendo del banquillo) en el partido contra el Real Madrid, a fines de octubre de 1985, en el Bernab¨¦u. D¨ªas despu¨¦s formulaba por primera vez su desaf¨ªo, tan premonitorio: "Sarabia o yo".
Ese ¨®rdago, dirigido a la directiva tanto como a la afici¨®n, provoc¨® que el presidente, Pedro Aurtenetxe, amigo personal de Clemente, propiciara un pacto entre jugador y entrenador consistente en evitar declaraciones pol¨¦micas. Pero el silencio mantenido por Sarabia agudiz¨® el af¨¢n pol¨¦mico del otro, que subi¨® la dosis hasta culminar con la condena a perpetuidad del jugador, pronunciada tras un partido contra el H¨¦rcules en el que la grada del San Mam¨¦s se volvi¨® contra el entrenador reproch¨¢ndole la ausencia del delantero. La coordinadora de pe?as se dirigi¨® a Aurtenetxe exigi¨¦ndole tomar cartas en el asunto y "demostrar qui¨¦n manda en la entidad". El presidente y su junta, que hasta entonces hab¨ªa templado gaitas, comprendieron que si no frenaban a Clemente en su pretensi¨®n de arrogarse unas competencias que no le correspond¨ªan, la crisis les arrastrar¨ªa a ellos. Esa invasi¨®n de competencias fue el principal motivo alegado para el cese.
Un cuarto de siglo despu¨¦s Sarabia es recordado como el jugador de m¨¢s clase de los de San Mam¨¦s en muchos a?os. Como tem¨ªa, las suplencias y el conflicto cortaron su proyecci¨®n: no estuvo en el Mundial de M¨¦xico y nadie se opuso a su salida del Athletic cuando el club quiso pasar p¨¢gina.
La ambici¨®n y seguridad en s¨ª mismo del entrenador hicieron campe¨®n al Athletic a comienzos de los a?os ochenta. Ning¨²n otro club obtuvo mejores posiciones en las cuatro temporadas completas en que dirigi¨® al equipo: 4?, 1?, 1? y 3?. Nadie puede discutirle eso. Pero otros rasgos de su personalidad, como la obsesi¨®n por ver signos de cuestionamiento de su autoridad y la falta de realismo sobre su funci¨®n en el club, resultaron altamente desestabilizadores. Su carrera posterior como entrenador confirm¨® su relaci¨®n conflictiva con los jugadores de m¨¢s clase, pese a que ¨¦l mismo, como futbolista, perteneci¨® a esa categor¨ªa antes de que una grave lesi¨®n, cuando solo ten¨ªa 19 a?os, cortase su trayectoria. En el Espa?ol, su siguiente destino, demostr¨® que los t¨ªtulos no hab¨ªan sido casuales, pero desde muy pronto tuvo su nuevo Sarabia en Lauridsen, al que tambi¨¦n conden¨® a pena de banquillo pese a su calidad extraordinaria. La prueba del nueve (nunca mejor dicho) de su contradictoria personalidad fue su decisi¨®n de prescindir en la final de la Copa de la UEFA, que perdi¨®, de sus tres mejores atacantes: Valverde, Losada y el propio Lauridsen. Muchos a?os despu¨¦s, de vuelta en el Athletic, sus sarcasmos contra Fernando Llorente estuvieron a punto de malograr la carrera del actual ariete de la selecci¨®n.
De Clemente a Mourinho
Karim Benzema salv¨® los muebles del Madrid el domingo pasado frente al Mallorca y volvi¨® a sacarle las casta?as del fuego a Mourinho el mi¨¦rcoles de Copa en Sevilla. El entrenador se abstuvo cuidadosamente de elogiar al delantero franc¨¦s en el primer caso, y en Sevilla se limit¨® a darle un abracito como de pariente lejano en un bautizo. El pasado d¨ªa 9, tras el partido contra el Villarreal, manifest¨® que hab¨ªa llegado a pensar en sacar a Sergio Ramos como delantero centro.
Luego alguna raz¨®n ten¨ªa Jorge Valdano cuando, tras el empate en Almer¨ªa, y frente a las demandas de un delantero centro planteadas por el entrenador en t¨¦rminos m¨¢s que acuciantes, ironiz¨® diciendo que "hab¨ªa un nueve en el banquillo", en referencia a Benzema, que sustituy¨® en el minuto 55 a Kak¨¢, que, desde luego, no es un ariete. La iron¨ªa no le hizo gracia a Mourinho, que elev¨® el tono de la guerra planteando a los jugadores que el club tendr¨¢ que elegir entre ¨¦l y Valdano. M¨¢s tarde solt¨® que sus interlocutores eran el presidente Florentino P¨¦rez o el director econ¨®mico, Jos¨¦ ?ngel S¨¢nchez, y no Valdano, director general del club. Pero el argentino ha respondido qued¨¢ndose callado, en un gesto similar al del yudoca que provoca la ca¨ªda del otro por exceso de impulso.
Las personas que necesitan enemigos para sentirse seguras suelen irritarse cuando los elegidos para ese papel no responden. En su b¨²squeda incesante de enemigos que respondan, Mourinho ha arremetido contra los ¨¢rbitros, entrenadores de otros equipos, la UEFA (por sancionarle tras forzar la expulsi¨®n de Ramos y Alonso), el Comit¨¦ de Competici¨®n y, sobre todo, contra los dirigentes del Madrid por dejarle solo, seg¨²n dijo en una surrealista conferencia de prensa, en la defensa del equipo, enfrentado a asechanzas sin fin.
Reci¨¦n comenzada la temporada, en septiembre pasado, el entrenador del Madrid plante¨® al presidente del club la posibilidad de simultanear su ocupaci¨®n con la de seleccionador accidental de Portugal durante algunos d¨ªas. Mourinho consideraba posible hacerlo, aunque comprend¨ªa que hab¨ªa razones para negarse, y emplazaba a que el asunto lo hablasen Florentino P¨¦rez y el presidente de la Federaci¨®n portuguesa. Ello supon¨ªa pasar la patata caliente al presidente, forzado a elegir entre ceder a la demanda, al precio de perder autoridad, o contrariar al entrenador, a riesgo de perder su influencia sobre ¨¦l.
?A qu¨¦ o a qui¨¦n recuerdan estas actitudes?
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