La rebeli¨®n de las masas
Las numerosas manifestaciones que hemos visto estos d¨ªas en algunos pa¨ªses ¨¢rabes recuerdan en parte a aquellas que provocaron la ca¨ªda de los reg¨ªmenes de socialismo de Estado. Son situaciones muy distintas, tanto hist¨®rica como sociol¨®gicamente, pero tienen un aire de familia indudable. Sobre todo en lo que hace a la rebeli¨®n de la sociedad civil frente a reg¨ªmenes caducos, y al impulso por hacer realidad una demanda de libertad hasta entonces latente. Una vez puesta en pie la revuelta ya no hubo, ni hay, forma de evitar un cambio de sistema pol¨ªtico.
Todo lo dem¨¢s es, sin embargo, novedoso, propio del contexto geogr¨¢fico y temporal donde hacen acto de presencia. Primero, porque no sabemos con exactitud cu¨¢l es la posici¨®n de las diferentes corrientes isl¨¢micas que la apoyan respecto al nuevo orden que se desea alcanzar. No podemos olvidar que el islamismo pol¨ªtico fue soterrado o directamente prohibido en los pa¨ªses que hoy son el centro de la revuelta. Con casi total seguridad estos grupos no desean alcanzar algo parecido a nuestras democracias liberales, y de ah¨ª el temor a una salida similar a la que en su d¨ªa se produjo en Ir¨¢n. Y, en segundo lugar, falta por ver hasta qu¨¦ punto influye en esta rebeli¨®n el factor de retraso econ¨®mico de la regi¨®n, una de las m¨¢s claramente perdedoras del proceso de globalizaci¨®n de la econom¨ªa. ?Es la econom¨ªa o la pol¨ªtica lo que mueve a las masas? ?Qu¨¦ parte de estos movimientos de revuelta obedecen a un impulso por la democratizaci¨®n y qu¨¦ parte responde simplemente a una necesidad sentida por salir de la situaci¨®n de miseria en la que se encuentran importantes sectores de sus poblaciones? No perdamos de vista que all¨ª donde s¨ª hay un buen ritmo de crecimiento econ¨®mico, como en muchos lugares de Asia, la presi¨®n por acceder a la democratizaci¨®n es considerablemente menor, o pr¨¢cticamente inexistente.
Mientras se levantan para lograr lo que no tienen, nosotros lo hacemos para no perder lo conseguido
Autoritarismo, corrupci¨®n, estancamiento econ¨®mico y presi¨®n demogr¨¢fica seguramente se combinen como causas que dotan a esta nueva rebeli¨®n ¨¢rabe de un perfil propio, pero tambi¨¦n el factor islamista, siempre dif¨ªcil de ponderar en su repercusi¨®n pol¨ªtica. Y, en otro orden de cosas, y como en todas partes, el inevitable protagonismo de Internet y otros nuevos medios de comunicaci¨®n, que sirven para coordinar e impulsar el movimiento, e impiden tambi¨¦n la manipulaci¨®n de la informaci¨®n desde el poder.
Una de las cuestiones m¨¢s interesantes, sin embargo, es la percepci¨®n que se tiene desde Occidente -desde Europa en particular-, de cuanto est¨¢ pasando. Domina la interpretaci¨®n en clave pol¨ªtica, que ve en estos movimientos la vanguardia de un renacer democr¨¢tico. Por eso no se entiende el contraste entre esta apreciaci¨®n y el cauto silencio de nuestros representantes. Esto es bien expresivo del estado de ¨¢nimo que nos embarga, el cierre sobre nosotros mismos y el escepticismo ante todo lo que viene de fuera y huela a "cambio". Lo m¨¢s interesante, sin embargo, es la gran diferencia entre los movimientos de masas a los que estamos asistiendo en la regi¨®n del sur y este del Mediterr¨¢neo y el papel que en Europa tienen las nuevas protestas en la calle. Mientras all¨ª se levantan para alcanzar lo que no tienen -libertad y un mayor desarrollo econ¨®mico-, nosotros lo hacemos para no perder lo ya conseguido. Por primera vez en nuestra historia, las manifestaciones tuteladas por los sindicatos, partidos u otros movimientos sociales no aspiran a conseguir nuevos fines, sino a mantener los avances sociales logrados. Son protestas defensivas del statu quo; no, como ven¨ªa siendo habitual en nuestra historia, reclamaciones para alcanzar mejoras. La idea de progreso se ha desvanecido y predomina la afirmaci¨®n y preservaci¨®n de lo existente como lo ¨²nico posible. El mejor resumen de este estado de ¨¢nimo es el cartel que bland¨ªa una ni?a de un liceo franc¨¦s en las ¨²ltimas manifestaciones de Par¨ªs: "?Queremos vivir como nuestros padres!" ?Alguien se imagina a la generaci¨®n del baby boom diciendo algo similar?
Bien visto, es como si en nuestro continente hubi¨¦ramos accedido ya, en efecto, al "fin de la historia", como si hubi¨¦ramos alcanzado el mejor de los mundos posibles y la funci¨®n de la pol¨ªtica no consistiera en otra cosa m¨¢s que en su defensa numantina. Nada de asumir riesgos.
Lo malo es que, por consideraciones estrat¨¦gicas, ya casi hasta parecemos temer que otros no se den por satisfechos con lo que tienen y reivindiquen algo en lo que siempre hemos cre¨ªdo. Que lo que deseamos para nosotros, que todo siga igual, no impida el firme apoyo a quienes quieren y necesitan un mundo mejor.
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